chapter 9

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Esa mirada maquiavélica la había heredado de su padre. En esos momentos no podía llegar ni a imaginar lo que su retorcida cabecita pensaba en hacer. Quizás no tenían mucha relación fuera de la cámara de gravedad pero podía saber bien cuándo le mentía y cuando planeaba hacer una de las suyas a diferencia de su padre. El ambiente era tenso, peor que en un campo de batalla.

La niña pelilila de cinco años se encontraba en frente de la puerta de la cámara de gravedad con una sonrisa triunfante, esperando a que su madre la abriera para empezar el entrenamiento. Ambas se miraron desafiantes. Vegita pasó por su lado e introdujo el código para abrir la cápsula. Cuando fue a entrar escuchó un ruido desagradable proviniente de su pie que le erizó la piel. Cuando miró hacia abajo su cara se tornó pálida y un escandaloso grito de terror se hizo escuchar por toda la Corporación Cápsula.

Bulmo apareció en poco tiempo intentando saber qué había pasado. Estaba muy preocupado porque Vegita nunca gritaba así ni aunque estuviera sacando toda su fuerza. La imagen que vio fue un gran shock: la guerrera estaba en el suelo del jardín, con un leve tembleque en el cuerpo, mirando con espanto hacia la cámara de gravedad. Respiraba agitadamente, sudaba a chorreones y le faltaba una bota en uno de los pies. Delante de la puerta estaba su hija partiéndose de risa y casi ahogándose.

— ¿Qué ha pasado aquí?

Tranks se calló instantáneamente y tragó saliva. Se había olvidado de huir (y tampoco había pensado en las consecuencias de su travesura). Bulmo se acercó hacia el interior de la cámara y vio todo el suelo llego de gusanos de tierra. Delante de él estaba la bota que había chafado uno.

— ¡Tranks! ¡Cómo has podido hacerle eso a tu madre!

Bulmo sabía del asco que le daban los gusanos a Vegita (en mal planeta había caído). No podía creer que su propia hija hubiera bromeado con ello. De hecho, ¿cómo lo había averiguado? Nunca había dicho nada (por razones obvias). El peliazul miró furioso a la niña y la cogió de una oreja lo más fuerte que pudo:

— ¡Ahora mismo vas a limpiar esto y lo vas a dejar como los chorros del oro! ¡Y estás castigada hasta que yo diga lo contrario!

— ¡¿Indefinido?!

— Agradece que ahora mismo tu madre no pueda hablar porque cuando vuelva en sí apuesto que tus entrenamientos se volverán una pesadilla — dijo amenazante.

El peliazul se acercó suavemente a su esposa quien estaba casi en coma (no sacaba espuma por la boca por dignidad). Su hija había cometido sacrilegio en el espacio sagrado de la saiyayin e iba a ser difícil quitarle ese recuerdo de encima, muy difícil. También iba a ser muy difícil convencerla de no asesinar a su hija.

— Mejor voy construyendo otra cámara de gravedad... me da la sensación que ésta no la va a volver a utilizar nunca más...

Y de ahí que Vegita tuviera la cámara de gravedad dentro de la casa de Corporación Cápsula y no fuera en la Saga Baa.

entre madre e hijaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora