Capítulo II

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-¿Qué haces? - Preguntó un niño a mi lado.
-Un castillo de arena - Contesté indiferente con una voz mucho más aguda de lo usual.
-¿Para qué lo haces?
-Para que los señores de arena tengan un lugar dónde vivir.
-¿Señores de arena? - Asentí con la cabeza en respuesta - No existe tal cosa -Afirmó mientras se cruzaba de brazos con superioridad.
-Sí, ellos existen, son reales - Afirmé sin dejar de construir el castillo.
-¿Entonces por qué nunca los he visto?
-Porque si los vieras no estarías aquí.
-¿A qué te refieres? - Preguntó el chico con voz temblorosa.
-Ya te habrían eliminado - Anuncie como si fuese lo más normal del mundo.

El niño se paró y me volteo a ver. Me estudió detallada y cuidadosamente. Como buscando algo mal en mí, o más bien en la yo que era niña. Estuvimos así muchos minutos, él observando y yo concentrada construyendo.

-Muy bien - comenzó el niño - Haz pasado la prueba - Su voz se tornó extraña, grave, fría y ligeramente conocida. Cuando lo noté levanté la vista hacia él pero no pude verlo, había perdido la conciencia antes de lograrlo.

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