Capítulo IV

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Las llantas sonando contra el pavimento, el aire corriendo a nuestro alrededor, una gran, larga y vacía carretera es lo que nos espera. La dicha de sentirse libre, sin ataduras y con un sinfín de posibilidades por delante. Me gustaría decir que eso es lo que me mueve cada día pero no, ya no es así.

Hace no mucho comencé a cambiar y no sé la razón, supongo que el ambiente de este último año tuvo que ver en gran medida. Dejé de preocuparme por cosas que antes parecían demasiado importantes, me adentre en un mundo de estudio e investigación perdiendo la esencia de lo que era. ¿Quién era? No lo sé, ya no más. Al convivir con mis amigos siento que cambio, quizá a quien era anteriormente o tal vez a quien me hubiese gustado ser. De lo único que estoy segura es que la chica divertida, traviesa y aventada es la que se desenvuelve en este ambiente, ya no más el ratón de biblioteca y laboratorio en el cual me había convertido.

-¡Más rápido, más rápido, más rápido! - Grito como si no hubiese un mañana. Libertad, es todo lo que importa.

-Uno de estos días nos vamos a matar - Dijo Juan poco interesado desde la parte de atrás. Eder y yo lo vimos por el retrovisor a la vez que arqueábamos una ceja - ¿A quién quiero engañar? ¿Qué estás haciendo Eder? ¡ACELERA!

-Ja - Dejó escapar el nombrado con esa sonrisa ladeada que tanto lo caracteriza - Ya vamos a 140.

-¡Pues súbelo a 160! - Exclamamos al unísono y ahí va de nuevo la sonrisa de nuestro piloto. ¿Qué acaso no sabe hacer otra sonrisa que esa "matadora"?

-Ustedes lo pidieron - Se encogió de hombros y pisó el acelerador.

-¡Esto es a lo que me refería! - Gritó Juan con ambas manos alzadas sentado en el respaldo del asiento trasero.

-¡Sí! - Respondí gritando y parandome de mi asiento con una mano alzada y la otra sujeta del vidrio delantero. Oh si señores, estamos en un deportivo convertible.

Díganme loca pero amo la sensación de vértigo. Me hace sentir viva, feliz, tal vez vuelo a ser yo. Con cada tonteria y locura que hacemos esta sensación se incrementa y quisiera nunca dejarla ir. Es como una droga, una vez que la pruebas es casi imposible vivir sin ella.

Mi psicólogo dice que es riesgoso para mi expresar de más mis emociones ya que las llevo al extremo. Pasa con ambos escenarios cuando estoy feliz y cuando estoy triste. Dicen que he hecho locuras más grandes de lo que podría imaginar pero no soy capaz de recordar ninguno de esos escenarios, simplemente los olvido y por eso trato de no dejarme llevar demasiado. No me gusta olvidar, me enoja hacerlo, me hace sentir como un cascarón roto y vacío.

Ir a más de 140 km/hr no se considera pasarse de los límites, eso no me afecta en lo absoluto. Las locuras que debo de hacer para olvidar son aún más extremas. El problema es que no puedo recordar ni una sola, no se lo que dispara mis episodios de olvido. 

-Hey - Se escuchó del lado de Eder - ¿Carreritas o qué? - Preguntó Hugo mientras veía ambos carros. Nuestro conductor soltó una risa irónica.

-¿Contra ti? - Espetó con desdén - No gracias, sería más divertido con un bebé

-No contra mí - Rió sorprendido y sarcástico - Contra ella - Completó dejando ver a mi mejor amiga tras el volante. Eder volteo de reojo y sonrió.

-Deal- Respondió.

-Leo- Dije por el intercomunicador de los autos - Su grupo se encarga de determinar al ganador.

-Vale escucho sus apuestas.

-Eder - Respondimos Juan y yo al unísono.

-Jenn - Hablaron Jake y Hugo en el otro carro.

-Eder - Contestó Clari.

-Jenn - Ahora Leo. Esperamos la respuesta de Mat

-¿Mat? - interrumpí el silencio.

-No lo voy a decir, hasta ahora van empatados pero dejaré la nota del que creo que ganará en la guantera del auto. Para hacerlo más divertido.

-De acuerdo - Respondí encogiendome de hombros.

-Ahora las reglas- Dijo Leo - ¡No hay reglas! - Gritó y todos vitoreamos - Quien pase primero el siguiente puente que está como a 15 kilómetros, gana

-¿Que gana? - Preguntó Clari a lo que todos nos pusimos a pensar

-Pizza - Respondio Leo gritando por el intercomunicador. Todos reímos

-Deal - Respondieron ambos conductores al unísono.

-Ok, todos en sus asientos - Dijo Leo - Cinturones abrochados - Todos lo hicimos -Emparejen los autos a 100 km/hr - Bajamos la velocidad - Perfecto. En sus marcas, listos, fuera - Dijo lo más rápido que pudo y así salimos disparados con el carro de Leo siguiendonos.

El automóvil cortando el aire, la incertidumbre, la adrenalina y ese sentimiento de poder es todo lo que necesito. Disfrutar estos pequeños pero preciosos momentos. Estar viva, libre, sin ataduras.

Estar viva, libre, sin ataduras - Habla alguien en mi mente - ¿Segura que eso es lo que estás sintiendo?

Es lo más parecido a estarlo - Respondo simple.

Te estás engañando a ti y a todos a tu alrededor, ¿qué es lo que realmente quieres?

No lo sé

¿Quién eres?

-¿Pero qué diablos? - Espeta Eder al hacer un movimiento evasivo y sacándome de mis pensamientos.

Lo siguiente pasó demasiado rápido. Un animal, el chirrido de las llantas contra el suelo, la inercia del movimiento de Eder, la desaparición de la gravedad, vueltas vueltas y más vueltas, mi cuerpo sintiéndose como una marioneta y un agudo dolor en mi cabeza. ¿Qué había sucedido?

Sentí como poco a poco perdía la conciencia, las cosas se iban nublando. Escuchaba a Eder gritando, quizá mi nombre, no lo sé con certeza, nada estaba claro. Un agudo sonido resonó en mis oídos haciendo explotar aún más el dolor que aturdía a mi cabeza. Traté de mover mi cuerpo pero este no me respondía. Todo estaba pesado, me sentía cansada, hacía un intento sobrehumano para poder mantener mis párpados abiertos. Estaba a nada de dejarme vencer hasta que lo ví, un hombre parado a lo lejos observando hacia mi dirección aunque no estoy segura, tenía unos lentes de sol puestos.

Comencé a balbucear en el intento de hablar. La palabras no salían de mi boca y todo mi cuerpo dolía mucho, quemaba. Empecé a toser, algo rojo salía de mi boca, sangre.

-Ayuda - Logre pronunciar pero pareció no hacer efecto. Dudo mucho que mi voz siquiera se escuchase a dos metros de distancia.  

La persona simplemente se volteo y comenzó a alejarse del lugar. Impotencia, necesidad y angustia invadieron mi ser. No quería que se fuera. No quería sentirme sola ni tirada o varada en medio de la nada. Y la única persona que podía ver, que yo sabía que estaba ahí se alejaba así, sin más, sin importarle nada de lo que acababa de ocurrir.

-No te vayas - Hablé mientras unas lágrimas salían de mis ojos. - Por favor - Mi voz salió como un hilo, casi un suspiro y tan delgada que pareciese se quebraría en cualquier momento. Traté de mover uno de mis brazos en un fallido intento por detener a quien se apartaba.

La persona se detuvo de golpe y volteo. Se quedó viéndome, analizandome por unos eternos segundos. Me debería de dar miedo pero no era así, sentía tranquilidad de verlo, saber que estaba ahí. El hombre se puso en cuclillas para después deshacerse de los lentes, al fin pude ver su rostro y con él esos ojos oscuros, negros como dos abismos me veían fijamente y yo a ellos. No entiendo cómo siquiera era posible todo lo demás estaba borroso y al menos 30 metros nos apartaban. El joven sonrió con ese toque de añoranza.

-Todo va a estar bien - Habló y no entendí como es que pude escucharlo.Sus palabras, sentía como si hubiese hablado dentro de mi cabeza. Era casi como si estuviese dentro de mi - Ya casi es hora.

-¿Quién eres? - Logré pronunciar antes de desvanecerme por completo.

Full HouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora