Capítulo VI

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Me encontraba en un parque, personas caminando, niños jugando, risas y sonrisas por doquier. Caminaba hacia un árbol al centro del parque, mis pies se dirigían sólos hacia el lugar

-Linda vista ¿eh? -Pregunté al colocarme al lado de un hombre que estaba de espaldas. Los dos viendo hacia el mismo lugar. Es raro, mi cuerpo actúa por sí solo, como si lo estuvieran manejando a control remoto.

-Lo es -dijo la persona a mi lado-, pero ahora es mucho mejor. -Anunció para voltear hacia mi y abrazarme por detrás.

Colocó su barbilla sobre mi cabeza y suspiró. Mis fosas nasales se llenaron con un aroma exquisito, su loción. Un olor que jamás alcanzaría a describir de lo complejo y perfecto que era. Esa sensación de confianza, calidez y amor hacia su persona inundó mi cuerpo. No había dudas, era lo más importante para mi. Daría mi vida por él, incluso sin conocerlo.

De pronto toda la escena cambió, ahora estábamos los dos corriendo por diversos callejones. Nuestras respiraciones agitadas y siempre volteando a nuestras espaldas. Sonidos de quienes creí eran nuestros perseguidores, ladridos y luces que golpeaban las paredes. No sé qué está sucediendo y tengo miedo, mucho miedo. Nos detuvimos al entrar a una bodega abandonada, los que nos seguían pasaron de largo. Traté de calmar mi respiración y recobrar el aliento.

-Escucha amor - Comenzó el hombre, su voz medida, con cautela.

-No -interrumpí secamente -, no te voy a dejar aquí, ni hoy ni nunca -sentencié.

-Es la única forma de que salgas con vida de esto - me dijo exasperado - No quiero que mueras no aquí, no por mi.

-No me importa nada -alegué -. Si tu mueres, yo muero, así de simple.

-Por favor, entiendeme -su voz en una súplica.

-¡NO! -grite -y no hablemos más de esto.

-¿Y los demás? -preguntó triste -, ¿los dejarás abandonados? -Un nudo se formó en mi garganta.

-Yo... - comencé pero no pude terminar.

-Lo sé -dijo cariñosamente mientras me abrazaba -, no me quieres perder y yo no te quiero perder a ti, pero es la única manera de salir de esta -susurro en mi oído, mis lágrimas no tardaron en salir.

-Perdón -dije sollozando y, como de costumbre, todo se torno negro. 

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