Capítulo 2

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Mi vestuario y el de mis hermanas siempre ha dado de qué hablar en el instituto, aun cuando Zaida, una de mis hermanas, había puesto un encanto en los collares que nos regaló a cada una con la promesa de que no resultaríamos un blanco fácil para atraer a cazadores.

Hombres y mujeres, incluso adolescentes, expertos en degollar, mutilar y quemar seres sobrenaturales. Las brujas no estamos en el número uno de su lista, pero no por ello debemos ser descuidadas, ellos no permitirían que siguiésemos con vida si descubriesen nuestro paradero.

El don de Zaida es tan espectacular como intrigante. Fue perdonada por los cristales en la caverna de Noruega, en un lugar conocido tan solo por viejas almas que custodian el poder de esa cueva. El abuelo de Zaida era un anciano que protegía la cueva de personas ignorantes a la magia culta.

Cuando le dieron la noticia de que su primera nieta no había sobrevivido al parto, inició un ritual con sacrificio de sus dones, la premonición y el ojo que lo ve todo con trasparencia, dentro de la cueva con la niña en brazos.

Los cristales malditos por la vieja y oscura magia, oyó su ruego y aceptó su sacrificio. El anciano arrojó a Zaida entre las rocas y cristales con la esperanza de que sus dioses no lo traicionaran y hallaran a la niña merecedora de una oportunidad y así lo hicieron.

Zaida creció sanamente con el cabello rosa, color de los cristales, con una nitidez mayor a ellos y esa era su marca. Cualquier humano que la ve piensa que el color de su cabello es artificial, pero no lo es. Lo mismo piensan de Terra con su cabello verde olivo, de Elena con su cabello azul rey, de nuestra fuerte hermana Rebecca con su cabello rojo bermejo, color de la sangre y de mí, de mi cabello negro azabache con reflejos hechos por la marca del viento, marcas puramente blancas.

Es claro que Zaida buscó la manera de que no luzcamos tan fuera de lugar en el instituto, pero resulta obvio que no hay magia que repele las miradas de recelo de los demás estudiantes e incluso de los adultos directivos y maestros debido a nuestros atuendos.

Hemos aceptado sus miradas de rechazo con dignidad y orgullo a sabiendas de que son simples humanos que no aceptan las diferencias que existen en su propio mundo. De cualquier modo, no podemos hacer mayor esfuerzo en adaptarnos y el señor oscuro adora nuestro guardarropa.

- Lamento que el efecto no sea el deseado. - retuerce Zaida sus pequeñas manos. - He tratado de perfeccionarlo este año.

- Es perfecto. - dice una muy rebelde Terra - Ni siquiera quiero ocultar que soy una bruja.

- Shh. - la callo con brutalidad mientras observo a mis costados que nadie la haya oído y sonrío meneando la cabeza en negación ante su falta de cordura.

- Eres tan irresponsable. - murmura Elena con irritación - ¿Qué diría el Gran Consejo si no fueras una de las cinco? - murmura silenciosamente entre dientes con el miedo a que la oyesen.

- No le dirían nada, la matarían. - dice Rebecca con sencillez negando con la cabeza mientras sonríe a causa de la traviesa Terra.

Observo a Rebecca con el mismo gesto de ella por no corregir a Terra y decido hablar por mis tres hermanas al despedirme de ella.

- Gracias por traernos, Becca. - sonrío con amabilidad y salto para abrazarla.

- ¡Eres tan adorable! - gruñe ella apretando mis cachetes. - Todas lo son, en especial nuestra dulce Terra.

Todas reímos por su arrebato sin importarnos las miradas toscas de los demás alumnos mientras que Terra simplemente gruñe enseñándonos sus perfectos dientes alineados y su diminuto aro dentro del labio superior y se mantiene cruzada de brazos; en cuanto a las miradas con aires superiores es algo a lo cual te acostumbras cuando llevas toda tu niñez y adolescencia soportándolo.

Brujas - Almas SalvadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora