Hasta el día de hoy no he utilizado mi poder para dañar a mis padres, aunque fueran personas que no actúan como lo que son, los respeto debido a que de todas formas son parte de mi aquelarre, parte de una familia que me vio crecer y que me adoraron como la bruja poderosa que se supone que soy.
Los seguidores de Belcebú no son conocidos por actuar con humanidad, la crudeza es parte de ellos como la frialdad y el egoísmo. Hay excepciones por supuesto, como Zaida, por ejemplo.
Zaida es dulce, ajena a la maldad que corroe los corazones de los lacayos y demás brujos. Ella es macabra en ocasiones, pero, ¿quién bruja no lo es?.
A veces simplemente no podemos evitarlo, aunque eso no signifique que estemos orgullosas de hacerlo. Yo misma he pasado por ese tramo y es el peor castigo que pude ponerme a mí misma. Reclamarme mis errores sin encontrar mi propio perdón.
Lloro con lágrimas que caen con un caudal de dolor acumulado desde quién sabe cuándo, siento el sabor salado de las aguas de mi tormento y trato de beberme mis penas lo más pronto que me es posible para poder preparar el té a Zack.
Sorbo mi nariz mientras las lágrimas van menguando y tomo un limón que he secado al sol y he puesto en uno de los tantos frascos que está en mi gran repertorio de pociones en un gran mueble de madera vieja y fuerte.
Me las arreglo para calentar en un vaso de vidrio – que es lo único que tengo en la habitación – un poco de agua del grifo de mi baño. Da la conveniencia de que al ser bruja me dedico el tiempo en perfeccionarme en el poder de las hierbas naturales y a raíz de ello tengo un caldero mediano con un espacio prudente para encender fuego, lamentablemente mi hermoso caldero se encuentra en la cocina de mis padres por lo que por esta vez sólo caliento el vaso poniendo toda mi concentración para hacerlo flotar sobre el fuego.
El espacio prudente del que hablo se trata del espacio central en mi habitación, exactamente donde se halla dibujado con tintura indeleble la figura del pentáculo con su circunferencia que tiene los espacios vacíos en donde coloco – dependiendo del hechizo – los elementos a utilizar en su forma simbólica. Francamente no soy partidaria de ofrecer sólo dibujos en un ritual de bendición para hacer magia. Es como recibir mucho sin dar nada a cambio.
Sollozo en contra de mi voluntad cuando vuelvo a pensar en cómo traté a Elena y a mi padre. Todo por proteger a un chico que probablemente lo único que siente por mí es repugnancia al saber qué soy.
Zack no es estúpido. Que una chica casi te ahogue con sólo mirarte y que su amiga te suba a una escoba que vuela creo que son señales suficientes para asegurar que se trata de brujas.
Oigo un quejido proveniente de a mis espaldas. Giro mi cabeza ligeramente sin sacar mucha atención de mi acto y noto que Zack está despertando.
¡Genial!
Hecho un vistazo al agua y se ve considerablemente apta como para beberse sin quemarse por lo que concentro mi magia con mi mente y muevo el vaso hasta llevarlo a mi escritorio que está cerca de la ventana. Me acerco al estante que contiene varias especies de hierbas y especias y tomo el de la pimienta.
Pongo la especia en el té de limón viendo siempre de reojo a Zack quién aún no ha abierto los ojos. Sólo hace pequeños ruidos como si estuviese teniendo una pesadilla de la cual trata de huir sin tener éxito.
Se ve adorable.
Aclaro mi garganta por mi sorpresiva declaración, no por la declaración en sí, sino por la sorpresa que me causó.
¬ ¿Dónde estoy?
Cuando oigo la languidez en la voz de Zack, me vuelvo hacia él. Había puesto la escoba sobre mi cama y por lo tanto a él. Al verlo sentado al borde de mi cama me sobresalto por la brutalidad del muchacho.
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Brujas - Almas Salvadas
Teen FictionCinco brujas llegaron al mundo sin vida en distintos años, los pocos lacayos humanos del rey del infierno creyeron prudente intentar regalar sus almas junto con atroces sacrificios, las cinco fueron perdonadas por entes malignos y a consecuencia cre...