Arrancó el trozo de pergamino de mis manos y lo prendió fuego con la punta de su varita. Mientras el mensaje se retorcía en llamas y flotaba hasta el suelo, miraba de nuevo a las casas contiguas. Estábamos parados delante del número once; miré a la izquierda y vi el número diez, sin embargo a la derecha estaba el número trece.
—Pero ¿dónde está?
—Piensa sobre lo que acabas de memorizar. —dijo Tonks tranquilamente.
Miré atentamente, y tan pronto, comencé a decir en mi cabeza lo que antes decía el pergamino, una puerta bastante estropeada surgió de ningún sitio entre los números once y trece, inmediatamente seguida por unas paredes sucias y unas ventanas sombrías. Era como si una casa extra se hubiera inflado, desplazando de su camino a las que estaban a sus lados. Quedé boquiabierta. El radio del número once seguía sonando. Aparentemente los muggles que ocupaban la casa no habían notado nada.
—Vamos, deprisa —gruñó Moody, empujando a Alex por la espalda.
Subí los escalones de piedra, seguido de mi hermano y ambos nos quedamos de pie ante la puerta que acababa de materializarse. Su pintura negra estaba deteriorada y arañada. El picaporte tenía la forma de una serpiente enroscada. No había cerradura ni buzón. Moody sacó su varita y golpeó una vez la puerta con ella. Se oyeron clicks metálicos y lo que parecía ser el estrépito de una cadena. La puerta se abrió con un crujido.
Traspasé el umbral de la puerta para adentrarse en la más absoluta oscuridad del recibidor. Podía oler la humedad, el polvo y un olor dulzón; el sitio daba la sensación de ser un edificio abandonado. Miré por encima de su hombro y vi a los demás entrando, Tonks transportando los baúles y Moody caminando hasta el interior y cerrando la puerta delantera, de modo que la oscuridad del recibidor se volvió completa. Era como hubiéramos entrado en la casa de una persona muerta. Escuché un ruido sibilante y suave y entonces unas lámparas de gas totalmente pasadas de moda, volvieron a la vida a lo largo de las paredes, arrojando una parpadeante y escasa luz sobre el despegado papel de la pared. Se oyó el sonido de unos pasos rápidos y la señora Weasley, salió de una puerta situada al final del vestíbulo. Estaba sonriendo para dar la bienvenida y corrió rápidamente hacia nosotros.
—Creía que llegarían un poco más tarde. —dijo mientras me daba un abrazo y luego agarraba del brazo a Alex y lo examinaba críticamente— Estás más delgado, tienes que alimentarte, pero me temo que tendrás que esperar para la cena. Los chicos están abajo ayudándome a limpiar.
— ¡Val! —miré por arriba de la señora Weasley y una Hermione más alta y con un pelo menos revoltoso, había aparecido por detrás. Se acercó a mi rápidamente y recibí de ella un cálido abrazo— Perdóname por no haberte llamado, ni avisarte que estaba aquí, es que Dumbledore...
—Sé que Dumbledore dijo que lo mantuviéramos en secreto, tranquila.
De un segundo a otro, con dos fuertes estampidos, Fred y George se habían materializado de la nada detrás de la señora Weasley, haciéndola dar un respingo, al igual que a mí.
— ¡Solo porque ahora estén autorizados a hacer magia fuera del colegio no significa que usen su varita para cualquier cosa! —renegó, dándole a Fred un pequeño golpe en su brazo.
Ellos corrieron a las escaleras, como dos niños, riendo. Ginny apareció por la puerta, pasando por la señora Weasley para saludarnos a Alex y a mí.
—Bien, acompañen a los chicos a su habitación y quédense arriba un rato, luego bajarán a ayudarme a limpiar. Y háganlo con sigilo. No quiero que nada se despierte. —volvió a hablar la señora Weasley, pero al parecer era tarde. Tonks se había llevado por delante un paragüero con la forma de una pierna de un monstruo y el estruendo hizo que las cortinas que estaban detrás de nosotros se abrieran de par en par, una mujer mayor vestida con una capa negra estaba gritando y gritando como si la estuvieran torturando, era un retrato de medio cuerpo, pero el retrato más realístico y menos agradable que había visto en mi vida. La mujer vieja estaba babeando, sus ojos estaban girando hasta quedarse en blanco, la piel amarillenta de su cara se estiraba hasta tensarse cuando ella gritaba; por todo el vestíbulo los otros retratos se despertaban y empezaban a chillar también, de manera que los que estábamos allí presentes, ante el sonido y nos tapamos las orejas con las manos. El profesor Lupin salió de una puerta y, con la señora Weasley se precipitaron y trataron de cerrar las cortinas para tapar a la anciana, pero no eran capaces de cerrarlas y ella empezó a gritar más alto que nunca, blandiendo sus manos para intentar atacar sus caras con las uñas:
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Always by my side {Fred&George Weasley} RESUBIDA
FanficEra algo diferente, algo había pasado entre ellos y yo. No éramos los mismos, no sólo hablo físicamente, algo había cambiado en nuestra relación. Éramos amigos, claro, pero a veces podíamos llegar a ser más que eso. Miradas, palabras, gestos, celos...