10 de Abril de 1912
Southampton, Inglaterra
Era el barco más grande que se haya construido jamás.
Los diarios populares de la época habían proclamado el nuevo barco de lujo de la White Star Line como "prácticamente indestructible" y, desde la perspectiva de Joshua Blake –que permanecía observándolo desde la sombra en el muelle de Southampton- el Titanic, de hecho, parecía invencible.
El día había empezado nublado y con niebla, pero a media mañana, finalmente el Sol ya había hecho aparición y ahora estaba brillando sobre las cuatro altas chimeneas. Joshua se protegió los ojos contra el deslumbramiento mientras miraba la ardua actividad en las cubiertas superiores. El barco se preparaba para la salida.
La aglomeración de gente que comenzó a inundar el muelle fue abrumadora, y a pesar de sí mismo, Joshua no pudo reprimir la emoción que sentía por emprender el viaje... como si sólo se estuviera embarcando en una aventura y no a la prisión de un matrimonio a conveniencia con una mujer a la que no amaba.
La ensoñación de Joshua se vio interrumpida por la voz de su padre que se encontraba junto a los maleteros que acomodaban su equipaje. Por lo menos no se quejaba de lo indigno de verse obligado a mezclarse con los "sucios paganos", como tan a menudo se refería a cualquier persona que consideraba debajo de su status.
Lo que, para Jacob Blake, se remetía a casi todo el mundo.
En más de una ocasión, Joshua se había preguntado si su padre también se referiría a él como un "sucio pagano". La respuesta podía ser un rotundo si, dado que Jacob nunca, o casi nunca, lo trataba con amabilidad.
Continuó mirando hacia la multitud que se encaminaba hacia las pasarelas del barco cuando una pequeña mano enguantada se coló por el hueco de su brazo y se sujetó a él. Miró a la joven a su lado que llevaba un vestido de seda verde y blanco a rayas, tenía el rostro ensombrecido por el ala de su sobrero, pero aún así Joshua podía ver la sonrisa petulante en sus labios.
-Es bastante pequeño, ¿no? Por lo que he leído en The Times, se estaba esperando un buque por lo menos tan grande como el Lusitania –le murmuró su prometida Julieta Vallido en el oído.
-¡Por el amor de Dios, Julieta! Titanic es cien pies más largo que el Lusitania, y es un barco no un buque. Por algo lo llaman "El barco de los sueños"... -Joshua inmediatamente se arrepintió de sus palabras, pero Julieta no se dio cuenta de su mal humor y afianzó el agarre sobre su brazo.
-Buque, barco... ¿a quién le importa? Mientras que sea tan lujoso como los periódicos están diciendo voy a estar conforme. Papá ha reservado las suites más exclusivas
-Eso he oído –dijo Joshua, pero un fuerte golpe detrás de ellos ahogó su respuesta indiferente.
Julieta miró sobre su hombro.
-¡Tú!, Ten más cuidado con ese baúl, vale más de lo que puedas ganar en un año –le espetó al maletero que cargaba su equipaje en un carro grande.
Para gran alivio de Joshua, la preocupación de Julieta por su baúl –uno de los cinco que estaba llevando con ella a Nueva York- hizo que descuidara su deseo de ser vista de su brazo como era la voluntad de su padre. Joshua suspiró. Tenía sobre sus hombros el gran peso de su futuro.
La madre de Joshua, Patricia Miller, había muerto sorpresivamente cuando él acababa de cumplir sus dieciocho años y la vida privilegiada que él había aceptado como suya había desaparecido poco después. Jacob se había mantenido reservado sobre los detalles, pero los rumores se habían extendido rápidamente y en poco tiempo, Joshua comprendió que la mayoría su fortuna había desaparecido.
La historia que fue capaz de reconstruir lo llevó a la conclusión de que Jacob había malgastado gran parte de la herencia de su esposa en una mala inversión tras otra, incluso apoyó financieramente a un controvertido candidato político que había sido polémicamente asesinado en compañía de una mujer de moral dudosa.
El escándalo subsiguiente jugó de manera sensacionalista en los periódicos, casi arruinando los dos años restantes de Joshua en la escuela. Sólo su excelente trayectoria en la universidad y ser bien visto por la facultad, lo había protegido de la vergüenza que acarreó por los delitos de su padre.
En un intento por distanciarse de la incómoda situación, Jacob había llamado a su viejo conocido Robert Vallido para ofrecerle a su hijo como marido para su hija menor.
Joshua se había graduado con el mayor promedio de su clase en Eton, más tarde se destacó en St. Andrews y ya tenía un lugar asegurado con una firma conocida de Manhattan.
Con la reputación de Patricia Miller que todavía tenía su peso en libras esterlinas y, con su aspecto atractivo y aguda inteligencia, el futuro de Joshua era brillante. Sería un marido admirable para cualquier joven.
Robert Vallido, un hombre rico, pero temeroso, había sido siempre muy intimidado por Jacob Blake. Por lo que por supuesto habían llevado a cabo el acuerdo, pese a la objeción de su esposa y las lágrimas de su hija.
Aunque después de su primer encuentro, Julieta ya había encontrado agradable a Joshua, Bernadette Vallido se había mantenido fría con respecto a su futuro yerno. Algo que poco le interesaba su esposo, ya que en 1912 la opinión de la mujer en estos asuntos era, en el mejor de los casos, insignificante.
-Impresionante, ¿no es así, Joshua?
Joshua se volteó para encontrar a su mentor, Sebastian Bach, mirando hacia el barco con una expresión tan inescrutable como siempre.
-Impresionante, si –dijo Joshua.
-Tan impresionante como la Torre de Londres.
Los labios de Bach se torcieron en una mueca irónica.
-Comparando el mayor barco jamás construido, como The Times nos ha infirmado amablemente, con una prisión. Un punto de vista un tanto extremo, ¿no te parece?
Joshua sonrió débilmente.
-Tú ya has conocido a mi carcelero, Bach. Ella es la única en un vestido de Worth llorando por su maleta.
La mueca de Bach se convirtió en una sonrisa sincera, aunque breve.
- Escúchame. Tienes un futuro brillante delante tuyo, Joshua. A pesar de las malas decisiones de tu padre serás capaz de comenzar una nueva vida en Estados Unidos. Es un país que le da la bienvenida a los cansados y los pobres... -Ante la última mención su labio se curvó con un toque de desprecio.
- Y con un poco de suerte y mucho talento, serás capaz de desprenderte de las ataduras de la locura de Jacob y ser conocido por el Gran hombre que tienes la oportunidad de llegar a ser.
-Pero Julieta...
-Julieta es una mujer típica, y si la tratas como tal va a ser una buena esposa. Dale sus gustos si así lo desea, Joshua... joyas, pieles, una casa de vacaciones en la costa y la mantendrás contenta.
Joshua sabía que su mentor estaba en lo correcto. Su compromiso con la joven y rica heredera era la mejor cosa que le había sucedido desde su aceptación en St. Andrews. ¿Qué derecho tenía a pretender algo más?
Una vocecita molesta le decía: ¿Y qué hay del amor? ¿Qué hay de la felicidad?, la aplastó sin piedad y enderezó los hombros justo cuando la sirena del barco sonó asustando una pequeña bandada de aves blancas. Asintió con firmeza, cuidando de ocultar su depresión de los agudos ojos de Sebastian.
-Entonces, a los Estados Unidos partimos, Bach. ¿Vamos a bordo?
****
-¿Has visto eso? –dijo Zack Michel con su bolso de lona al hombro.
- Mira, Scarlette ¡Es enorme!
Al no recibir respuesta de su compañera se giró para mirarla y no pudo evitar reír. Scarlette Galán andaba todos los días con un libro en la mano, y este no fue la excepción. Como la fila para el embarque de la tercera clase se había estancado y debían esperar pacientemente a que volviera a empezar, Scarlette había encontrado la oportunidad justa para ponerse a escribir.
Tenía la cabeza inclinada sobre su diario abierto con el ceño fruncido por la concentración en la grabación de sus pensamientos sobre la página en blanco.
-Scarlette, cariño. Guarda eso por ahora, la cola se mueve otra vez –dijo Zack recogiendo una pequeña maleta de su prima.
Scarlette alzó la mirada con una sonrisa en el rostro
-¡Lo siento! Estoy asombrada de todo esto, Zack y temo olvidar algo si no lo escribo enseguida.
Cerró su diario y lo ató con unas pequeñas cuerdas de cuero para mantenerlo así y lo guardó en el bolsillo de su abrigo. Luego se tomó del brazo de Zack mientras la fila avanzaba hacia la pasarela.
-Bueno, pero si no observas a tu alrededor no tendrás nada para escribir en tu libro... ¡Joder, Scarlette, mira allí!Scarlette siguió su dedo índice. Una mujer con un enorme sombrero amarillo pasaba por delante llevando por la correa a dos grandes perros afganos. Ambos perros mantenían sus cabezas en la misma pose altanera que su dueña mientras caminaban junto a ella. Scarlette y Zack intercambiaron una mirada de sorpresa para luego estallar en risas como niños por esa escena tan particular.
-Hasta los perros son snobs en primera clase –bromeó Zack secándose las lágrima
-Dame tercera clase por siempre, no quiero que se me contagien los gustos de los ricos
Scarlette se echó a reír con él, aunque miraba con tristeza la fila de pasajeros de primera clase. Las mujeres vestían con elegancia, con sombreros adornados con plumas y abrigos de piel, y los hombres llevaban sombreros de copa y bastones en sus manos enguantadas. Todo era sumamente encantador ante sus ojos.
Su atención fue atraída por el reflejo del Sol en el cabello muy claro de un hombre castaño. Lo acompañaba una mujer de cabello tan oscuro como su luz. Un enorme sombrero blanco le cubría la visión total de su rostro, pero Scarlette podía ver su expresión arrogante de aburrimiento. Volvió la vista hacia el hombre, con la esperanza de ver su rostro, pero justo en ese momento se giró para hablar con la mujer que llevaba del brazo. Pronto se vieron tragados por la multitud del muelle y los perdió de vista.
La fila comenzó a moverse de nuevo cuando la sirena del Titanic sonó. Scarlette apenas podía contener la emoción y apretó más estrechamente el brazo de Zack mientras subían a la pasarela de la cubierta "E".
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"TITANIC" (Adaptación) | (TERMINADA)
RomanceTitanic Joshua Blake está atrapado en un compromiso con una mujer que no ama, pero en un fatídico viaje a América en el Titanic, el barco de los sueños, conocerá a una mujer que cambiará su vida y le demostrará que por amor vale la pena morir.