Capitulo 3

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-¡Ahí estás! Joshua, te he estado buscando por todas partes

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-¡Ahí estás! Joshua, te he estado buscando por todas partes.


Joshua se puso rígido por el sonido de la voz de Julieta, pero educadamente, cambió sus rasgos a una máscara de amabilidad suave y se volvió hacia ella.

-Julieta, querida –Tomó la mano que ésta le ofrecía y le besó el dorso de sus dedos enguantados.

-Estaba admirando la... la vista –Lanzó una mirada furtiva a la mujer desconocida, pero seguía con la mirada fija en su regazo.

-¿Vista? Son millas y millas de agua, Joshua. No hay nada para ver. Creo que odiaría vivir cerca del agua –mencionó Julieta, con una expresión de aburrimiento extremo.

-Papá dice que hay mansiones preciosas en Park Avenue, sería un buen sitio para vivir.

-Julieta, voy a ser un socio junior en Haversham y Finley, no estoy seguro que vayamos a tener los medios para vivir en el gran ejemplo de estilo.

Julieta lo interrumpió con un gesto despectivo.

-Oh, papá nos va a comprar lo que yo le pida. Si yo quiero vivir en el Park Avenue, lo haré.

El mismo sentimiento enfermizo que Joshua había sentido antes, rugió de nuevo. No era suficiente que Jacob lo hubiese vendido al mejor postor, encima tiene que ser manejado por su prometida, era más de lo que Joshua podía aceptar.

Se mordió los labios, sabiendo que de hacer lo que deseaba enviaría a llorar con su madre a esta mujer que apenas soportaba.

-Vamos a ver, Julieta. No quiero estar aún más en deuda con tu padre desde antes del principio de nuestro matrimonio –dijo finalmente, pero Julieta se echó a reír.

-Oh, Joshua, no seas absurdo. Nunca vas a liberarte de las deudas con mi padre, él te está dando a su hija menor, aún cuando sin dudas ésta se merece un marido de una posición social más alta de la que ustedes disfrutan actualmente –Ella metió la mano entre su brazo y le acarició la mejilla.

-No pongas esa cara, sabes que es verdad. Ahora, ven, mi padre y el tuyo quieren presentarnos al señor Straus, él es dueño de algún tipo de tienda en Nueva York y al parecer es bastante rico... ha prometido recomendarnos un agente inmobiliario que nos mostrará propiedades en los mejores barrios...

Joshua sintió ganas de vomitar y fue sólo por su gran fuerza de voluntad que pudo mantener su máscara amable. Antes de que Julieta, que seguía hablando sobre Park Avenue y mansiones en los grandes barrios, pudiera llevarlo lejos, Joshua miró sobre su hombro a la mujer que había capturado su imaginación.

Ella lo miraba con una expresión curiosa, pero antes de que pudiera descifrarlo, Julieta lo había apartado.

                                                                                        ****

El Titanic echó el ancla frente a la costa de Irlanda a las 11:30 am y de pronto se le unieron dos naves pequeñas de donde se transportaron algunos pasajeros más y grandes bolsas de correo con destino a Estados Unidos.

Scarlette se quedó observando por largo rato, para grabar todo lo visto en su diario, pero cuando sonó el clarín para el té de la tarde, se vio obligada a dejar el libro y la pluma y a bajar de la cubierta.

Se encontró a Zack y Tobías en la sala de la sección fumadores de la tercera clase, jugando a las cartas. Viendo que no podía tentar a los hombres para tomar el té con ella, se fue en busca de otras formas de entretenimiento, encontrándose con la biblioteca del barco.

Sin poder creer su buena fortuna, Scarlette se detuvo antes de entrar en la habitación. A pesar de ser más liberal que la mayoría de los barcos de la época, el Titanic todavía conservaba una estricta separación entre las clases, y con su billete de tercera, Scarlette estaba bastante segura que esa preciosa habitación no era para el deguste de los pasajeros de su clase.

Sin embargo, la sala estaba vacía. Scarlette se acercó a una de las grandes estanterías con fachadas de vidrio. La mayor parte de los volúmenes que había eran novelas populares de la época y que ella ya había leído, para su desgracia. Pero justo cuando estaba a punto de darse por vencida, se encantó al encontrar la última novela del francés Hodgson Burnett, "El Jardín Secreto".

Felicitándose a si misma por su suerte, tomó el libro, una silla cerca de la ventana, y se dispuso a leer.

                                                                                             ****

11 de abril 1912
En el mar

La cena comenzó bastante bien.

Joshua estaba sentado en una mesa grande y ovalada, cerca del centro del comedor de la Primera Clase, junto con Jacob, Bach, Julieta y sus padres, Margaret Brown, el Sr Kent y el Sr Hayses, y otra pareja de ancianos apellidado Strauss, que, como le había informado alegremente Julieta, era dueño de una tienda de departamentos de lujo en Manhattan llamado RH Macy & Co.

Todos los presentes vestían sus mejores trajes, las mujeres llevaban sedas y pieles, y gemas lo suficientemente brillantes para llenar el departamento de joyería de la tienda de Mr Straus; y los hombres completamente rígidos en sus cuellos almidonados y corbatas de arco blancas. El aire se llenó con el sonido de los corchos de champagne y el tintineo de las copas de cristal de los ricos felicitándose mutuamente por su buena fortuna.

Con su actual estado de ánimo, fue suficiente para poner a Joshua enfermo.

Dio las gracias al camarero que volvió a llenar su copa de champagne, y mientras bebía se preguntaba si debía ir más despacio; era su tercera copa y estaba en camino a emborracharse completamente.

Los comensales ya iban por el cuarto bocado, pero el apetito de Joshua había huido hacía tiempo, ya que la conversación se había vuelto cada vez más arrogante, con Jeremy a la cabeza, con su auto clamada superioridad, dominando la discusión.

Julieta regalaba a las señoras los detalles de su boda, y, si sus matemáticas eran correctas, el precio ya estaba en las cinco cifras.

Joshua levantó la mirada de su pescado intacto, y se encontró con la simpática mirada de la señora Brown. Ella puso los ojos en Jacob y le dedicó una sonrisa a Joshua, que por más que lo intentó, no pudo encontrar una que darle a cambio.

Recogió el tenedor y con él cortó el tierno pescado, pero su estomagó protestó enseguida, por lo que lo empujó hacia un lado del plato. Al instante, un camarero estaba su lado para recoger el plato, y otro para ofrecerle más champagne, el cual Joshua aceptó gustoso.

-Joshua, ya es suficiente –Jacob hizo un gesto al camarero.

-No más champagne para mi hijo... tiene un estómago débil al alcohol y no quiero que se descomponga antes de que llegue el plato principal.

Antes que Joshua pudiera apoderarse de su copa, el camarero ya la había retirado. Apretó los labios con fuerza, el trato ofensivo de su padre provocó la ira en su interior.

-Padre, mis disculpas, pero no creo... -dijo secamente, pero Julieta eligió ese momento para hablar, interrumpiéndolo.

-Bueno, yo no toleraré los excesos una vez que nos casemos, es un mal ejemplo para los niños, y creo que...

La voz de su prometida se desvaneció en el silencio de la cacofonía de cristal, porcelana, plata y vanidad.

                                                                                     ****

La Luna recién comenzaba a aparecer sobre el horizonte, pero era tan delgada que dejaba como única luz en el cielo el arco de brillantes constelaciones. Todo estaba tranquilo en la popa de la nave, los sonidos lejanos de las risas y la música no eran suficientes para romper el silencio pacífico que se había formado en la gran nave.

Después de una cena ligera, Scarlette había tomado lo que se destinaba a ser una breve siesta, pero debe haber estado más cansada de lo que había pensado, ya que había despertado a las once y cuarto. Sus tres compañeras de cuarto –una mujer italiana y sus dos hijas- se habían dormido, por lo que se vistió en silencio y salió de la cabina.

Una vez más, se encontró con Zack y Tobías en la sala de fumadores, absortos en otro juego de cartas. Después de tomar una taza de té, se quedó viéndolos jugar un poco, pero pronto se aburrió y decidió salir a caminar.

Hacía frío, por lo que se alegró de haber tomado un abrigo y los guantes que su abuela le había tejido antes del viaje. Evitando las zonas de clases públicas, Scarlette caminaba de regreso a la popa y se inclinó en la barandilla por algún tiempo mirando la agitación provocada por las triples hélices de bronce del Titanic.

Había varias filas de bancos de madera cerca, eligió uno que le daba una vista sin obstáculos, se sentó y sacó su diario. Escribió acerca de su exploración por el barco y de las muchas personas que había conocido, sobre todo del hombre castaño que le había sonreído tan coquetamente justamente esa tarde.

Suspiró con nostalgia, sus pensamientos se habían basado en él todo el día, que incluso Zack le había bromeado por sus sueños de niña. Sin embargo, había algo en aquél hombre, un sentido de profundo misterio que había capturado su curiosidad, por lo que le había dedicado varias páginas a una historia de fantasía producto de su corazón romántico.

Se preguntó a sí misma sobre la hermosa mujer que lo acompañaba. Evidentemente se trataba de su esposa o prometida, considerando por su íntimo comportamiento con él. Los dos eran de buena clase, a juzgar por su vestimenta y sus modales, estaban entre los privilegiados, y Scarlette no podía dejar de cultivar la semilla de los celos en su pecho por la mujer de cabello rubio que se había comprometido con ese hombre.

Cerró el cuaderno, por fin. Apretó el cuello de su abrigo y se recostó en el banco. Mientras observaba las estrellas, oyó pasos acercándose con rapidez.

Ya sentada, se sorprendió al ver a un hombre agitado por el desgaste, con la cabeza gacha y los puños apretados a los lados. Balanceando las piernas desde el banco, ella miró con curiosidad como éste se apresuró hasta la barandilla, inclinándose al punto de dejar a Scarlette sin aliento, en estado de shock, con miedo de que su impulso lo llevara por la borda.

Mientras miraba, se cubrió la boca con su mano enguantada, se enderezó y las luces del barco resplandecieron en el cabello castaño del hombre. Su corazón comenzó a latir cuando el dueño de sus pensamientos de todo el día, subió a la barandilla, balanceando una pierna y luego la otra sobre esta.

Podía ver el agarre, con los nudillos blancos, sobre la barra de hierro, pero cuando miró su cara, le sorprendió ver la resignada desesperación que reflejaba.

Antes que pudiera formar otro pensamiento, se había incorporado dejando caer su diario en la cubierta y provocando un ruido sordo.

-¡Detente!

"TITANIC" (Adaptación) | (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora