Capítulo II. Amapola <<Sueños>>

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Se hallaba en penumbras, el ambiente era frio, a tal punto que sentía como calaban sus huesos, sentía como una brisa - proveniente de algún lugar - sacudía sus hebras dulcemente. Un sollozo angustiado se manifestó... viniendo de él mismo.

Quiso gritar.

Abrió su boca, pero de esta no salió nada concreto, solo un chillido tormentoso casi inaudible y aun así no recibió respuesta alguna.

Estaba solo en la oscuridad.

***

Paseaba por los pasillos con su tablilla y bolígrafo en mano, anotando cada avance nuevo de su último paciente.

- Despertó después de dos horas, presenta pérdida de conocimiento del accidente, pero reconoce a sus parientes. Quemaduras grabes en todo el cuerpo. Su recuperación será larga pero efectiva - termino de escribir y se dispuso a ir a la siguiente habitación.

Estuvo frente a la puerta, donde en un pequeño cartel sobre ella se podía apreciar los números "306". Más debajo un pequeño marco de plástico contenía otra tablilla con la información del residente; no se molesto en mirarlo, lo conocía perfectamente. Tomo el pomo entre sus manos girándolo, para seguidamente entrar.

Como siempre entre delgados tubos a su alrededor y una maquina titilando; dando la señal de que su corazón aun latía, pero sumido en un sueño profundo.

Se acerco a la camilla del inconsciente y comenzó con su rutina diaria. Chequeando en busca si habría un nuevo acontecimiento, no tardo mucho en verificar que todo iba normal como de costumbre... Sin cambios. Suspiro resignado y agobiado.

No tenía más que hacer, las enfermeras se encargaban de la limpieza del durmiente. Ya que siendo un Doncel, el mencionado no podía ser tocado por algún médico Varón, por ética y reglas del Hospital. Como de costumbre, ausente, se sentó en la única silla disponible de la habitación. Los pacientes en coma no tenían permitido recibir a más de una o dos personas en la misma.

Embelesado se quedo observándolo. Piel canela suave al tacto, labios que se notaban carnosos, - a pesar estar ocultos tras un respirador - un rostro hermoso de facciones delicadas y hebras doradas bellamente esparcidas por la almudada. Le intrigaba saber cuál sería el color de sus ojos, pero estaba cien por ciento seguro que eran tan bellos como su portador.

-Es perfecto - pensó e internamente se discrimino por ello. Chaqueo su lengua y rendido paso sus dedos entre sus cabellos, antes de levantarse para retirase de la habitación. Anotando de nuevo en su tablilla tan solo unas palabras- paciente 306 sin cambios.

- Doctor por fin lo encuentro.

Una enfermera caminaba a su dirección, contorneando sus caderas de un lado a otro seductoramente. Un tic en su ceja se manifestó, pidiendo paciencia para no decirle unas cuantas cosas a aquella descarada enfermera, que lo único que hacía era estorbar durante sus rutinas.

- ¿Ahora qué sucede? - dijo disgustado y cortante. Con su característico tono de voz grave.

- Uy - se quejo - siempre con ese humor ¿eh doctor? - dijo con sarcasmo.

Frunciendo el seño la observo con frialdad, se cruzo de brazos sosteniendo aun su tablilla en su mano derecha. Siempre lo mismo, queriendo coquetear con el aun sabiendo que no conseguiría nada. No negaba que la chica era físicamente atractiva, pero sus malas manías arruinaban cualquier belleza natural que podría tener la joven enfermera.

La chica maldijo mentalmente, ese doctor sin duda era un dolor de cabeza.

Con su porte inescrutable de siempre, piel blanca, ojos oscuros penetrantes y cabellos azabaches. Atractivo sin duda, pero siempre tan escrupuloso, seriedad absoluta a la hora de trabajar, no mezclaba sus relaciones personales con lo laboral. A pesar de ser una persona cordial y amable con sus pacientes, eso no le quitaba su profesionalismo. Le irritaba tanto esa manera de ser y más aun cuando tenía que ganar tiempo.

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