Capítulo I Campanilla de invierno. <<Esperanza>>

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Konoha City - Golden Lotus Restaurant - 11:30 pm

Meseros salían y entraban por la puerta de la cocina, tomando las órdenes de los comensales. Todos en el lugar quedaban satisfechos por la comida y por el buen servicio, siendo el restauran más visitado del lugar. Como todos los mediodías el sitio se llenaba hasta el tope; tanto que hasta una cola de personas esperaban afuera por un lugar. Un chico alto, de tez pálida, posaba sus ojos café ceniza en aquella taza de té, viéndose así mismo reflejado sin mostrar expresión alguna. Aunque en cuerpo se encontrara en aquella mesa, su mente se hallaba en una habitación lúgubre de hospital. Un cuerpo inerte en la camilla con sabanas blancas, tubos de bombeo recubrían el cuerpo y a su lado una maquina con un desesperante tono repetitivo indicando que un corazón latía a un ritmo pausado.

- Por lo menos préstame atención a lo que te hablo muchacho - le reclamaba una anciana mirándolo ceñuda. No obstante en su interior se encontraba tan preocupada como él joven. Su nieto no había sido el mismo desde la tragedia de hace tres meses.

- Lo siento abuela - levanto su vista con pesar centrándose en ella - Sabes que esa no es mi intención.

- Ya lo sé - un suspiro largo salió de sus labios - Pero no puedes seguir así.

- Eso es inevitable - regreso de nuevo su visión al liquido violáceo para darle un lento y prolongado sorbo.

- ¿Cómo esta? - se atrevió a preguntar; sabiendo ya la respuesta. Ella anteriores veces había ido a ver al rubio pero dejo de hacerlo. El dolor y la desesperación no le caían muy bien a su edad.

- Igual - deposito la taza con brusquedad en la mesa, apretándola con ira contenida. Su voz salió árida.

El silencio se hizo presente. Ninguno se atrevía a mencionar palabra alguna; culpa de los dolorosos recuerdos del día en que encontraron a al chico rubio en aquel estado deplorable. Desde entonces sus vidas cambiaron por completo de una forma completamente irracional. Sabían muy bien que él no era solo un empleado ordinario. Para ambos se había convertido en alguien muy especial que se gano su respeto y cariño. Imaginar que nunca se recuperaría era totalmente descartable. La alegría, las risas... Los momentos únicos que ese rubio les otorgaba tanto a ellos, como a la atmósfera en la tienda eran algo irreemplazable.

Una vez que terminaron de almorzar - al menos lo que se permitieron engullir de mala gana por sus ánimos - cada quien tomo su camino. Shiyo cogió un taxi directo a Dreaming of Flowers, por otro lado Sasori se subió a su carro tomando el volante con fuerza, coloco su cabeza entre sus manos y el volante conteniendo las lágrimas que amenazaban por salir. Después de unos minutos se incorporo, giro con la llave la manilla del auto y haciéndolo rugir lo puso en marcha. Un flamante Eclipse que con trabajo y esfuerzo había logrado comprar no hace más de un año. Mismo auto que Deidara - al acompañarlo - se quedo con los ojos como plato, viéndolo embobado, comentado que le hacía recordar a la película "Transformers" haciendo este el papel de un espía, como si portara un esmoquin elegante que lo haría pasar desapercibido y esconderse en la oscuridad.

Tanta gracia le dio a Sasori que termino comprándolo; obviamente sin dejar de llevarse una gran sorpresa de parte del otro, argumentando que no dijo todo aquello para que hiciera tal cosa. Sasori asegurándole que también le gustaba ese vehículo lo convenció.

Al darse cuenta ya estaba doblando la esquina. Estaba cerca de llegar a uno de los mejores hospitales que brindaba la cuidad de Konoha; para poder ver a su amigo, su compañero, su delirio, su amor secreto...

Las horas de visita de ese hospital eran exageradamente estrictas; comenzaban desde las 15:00 pm (3:00 pm) hasta las 20:00 pm. (8:00pm). Ya que - según palabras del dueño - mientras más tiempo y dedicación se les entrega a los pacientes, la garantía de que se recupere pronto era lo más eficientes. Como maldijo al viejo. Debido a su trabajo en la otra empresa - en la cual también laboraba aparte de la floristería - se le complicaba el ir a ver a su querido rubio. Entraba a las 14:00 pm (2:00 pm) y salía a las 22:00 pm (10:00 pm), dos horas después del plazo establecido. Cabe mencionar que cada mañana iba a la tienda ayudar a su abuela, luego - una hora antes del medio día - salían a almorzar a algún restaurante que previamente hacían una reservación. Una vez listo se dirigía al hospital y al terminar su visita como un rayo se iba a la empresa Byakugan.

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