Capítulo III. Camelia <<Te querré siempre >>

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- Deidara... ¡Deidara!... ¡Despierta!

Se notaba desesperación en su voz y no era para menos, vio al chico unos segundos antes con los ojos ligeramente abiertos, cerrándolos al pronunciar su nombre. Reaccionando al fin se había acercado a la camilla, rápidamente empezó a llamarlo pero este no daba señal de volver abrir esos ojos tan bellamente azules. - Tan parecidos, tan iguales... Demasiada coincidencia - pensó, recordando a aquel niño risueño que en su infancia fue su primer amor. ¿Sera por eso que le atraía?, no estaba muy seguro de eso, pero era una posibilidad. Nunca se había encaprichado con nadie después de "él" y sin entender la razón ese chico, ese desconocido... Le robaba el aliento.

Rendido y frustrado se dejo caer con brusquedad en la única silla, llevo sus palmas a su rostro casi queriendo gritar de la impotencia, restregándoselas en un único movimiento hacia abajo. Miro de nuevo al joven en coma, tranquilo y apacible como siempre. Se acerco aun mas, inclinándose tomando una de sus débiles manos entre las suyas sin dejar de verlo con ojos brillosos.

- Por favor - suplicaba - regresa por favor - llevo ambas manos unidas y las apoyo en su frete, derramo unas cuantas lagrimas - Haku... - susurro.


~*~*~*~


- No quiero déjame solo - decía un pequeño niño rubio, ojos azules, de diez años, el cual estaba arriba de un árbol, sentado en una enorme rama en posición fetal, con la espalda recostada en el tronco y su cabeza entre sus pequeñas piernas.

- No puedes evitarlo, sabes que es por tu bien - le suplicaba un chico de trece años, sus pares de ojos negros hacían juego con sus cabellos azabaches largos, amarrados en una pequeña coleta - baja ya.

- ¡Ya dije que no! - sentencio sin mirarlo.

- Vaya que eres terco ¿eh?

Bufo este ya perdiendo la poca paciencia que tenia. Busco algo a su alrededor, cualquier cosa que pudiera usar para bajar al niño del árbol y fue cuando se le ocurrió una idea. Tomo entre sus manos una pequeña piedrita y se la arrojo al rubio dando justo en el costado de su hombro, sin mucha fuerza como para llegar a lastimarlo.

- ¡¿Pero qué rayos te pasa?! - grito con enojo volteando a verlo pero solo recibía mas y mas piedras, que para su suerte, no llegaban a darle pero si lo cabrearon - ¡Serás imbécil!

De un salto bajo de la rama, persiguiendo al chico el cual hecho de inmediato a correr dentro del orfanato. Cuando le dio alcance lo derribo, comenzó a golpearlo, cosa que el otro se protegía con sus antebrazos su rostro, riéndose estrepitosamente con evidente diversión. Pero toda rabia se transformo en horror cuando sintió que lo apartaban del azabache y entre dos lo jalaban al cuarto que trataba de evitar y fue ahí que se dio cuenta de todo el plan del moreno.

- ¡Maldito bastardo, me las vas a apagar! - grito zarandeándose para salir del agarre de las monjas, observando como el otro no paraba de reírse despidiéndolo con la mano.


***


- Vale ya, no ha sido tan malo - de nuevo se encontraba en el inicio; un rubio en el árbol y un moreno suplicando - ¿Cuántas veces tengo que disculparme contigo? Ya te dije que lo hice por tu bien - pero el otro a pesar de las disculpas y suplicas no le dirigía la palabra.

ADVERSIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora