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Mi reflejo me miraba con odio.
¿En qué momento había decidido arruinarme la vida? ¿No se suponía que iba a cuidar a mi madre? ¿Cómo la cuidaría si ni a mi misma me puedo proteger? Me estaba convirtiendo en ella.
Una rasuradora de Rubén descansaba junto al jabón. ¿Podría ser esa la salida para siempre de todos mis problemas?
El poco sentido común que quedaba dentro de mi reaccionó a tiempo y lanzó la rasuradora por el aire, no me podía permitir más errores.
Termine de ducharme y un problema más terrenal me invadió ¡¿Qué me pondría?! No podía usar la misma ropa apestosa, pero no tenía más ropa.

—Rubén.

Escuche los pasos de Rubén acercarse hacia la puerta.

—Deja de avanzar, necesito algo que ponerme.

Sus pies se detuvieron unos segundos y luego se alejaron. Esperé unos minutos y llegó con una polera y unos boxers.

—Tu ropa se esta lavando, usa esto por mientras.

Miré la ropa y mi cara se volvió tan roja como la polera que tenía en mis manos.

Temblando salí del baño y me encontré a Rubén mirando una película en el sillón. Al verme se apresuró en levantarse, no era muy alto, nunca lo había visto fuera de la camioneta.

—¿Estas mejor?

—Si.

Me miró con seriedad y suspiró antes de hablar.

—¿Me podrías contar que sucedió?

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La verdad se acerrrrrca

¿Te llevo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora