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Todo a mi alrededor daba vueltas, intenté concentrarme en la única cosa que parecía no moverse y era una potente luz sobre mi cabeza, a los minutos el resto de la habitación dejó de moverse y pude enfocar mejor mi vista. A mi lado mi madre dormía en un incómodo asiento, me encontraba en una habitación de hospital, los recuerdos comenzaron a caer sobre mi, vidrios, ruidos de metales chocando y una sacudida, también recordé unos fuertes brazos que me protegían. Rubén.
La velocidad y violencia con la que llegaron los recuerdos a mi mente me produjeron dolor y solté un débil grito. Fue suficiente para que mi madre se levantara de un salto y se instalara a mi lado.

—Mi amor, estas bien.

—Rubén.

— ¿Qué? ¿Quién es Rubén?

—El chico de la camioneta, el chico que me protegió.

—¿Proteger? Ese chico fue incapaz de protegerte o no estarías en el hospital. Todo es su culpa, si no te hubieras subido a esa camioneta no habrías estado aquí durante dos días.

No tenía la energía suficiente para responderle pero aún así me intenté incorporar en la camilla, un fuerte golpe me afecto las costillas. Solté otro grito y mi madre me ordenó que no me moviera mientras ella iba en busca de la enfermera. La esperé mientras tomaba un vaso de agua.

—Buenos días, Catalina.

La enfermera me miraba con cariño.

—Hola.

Un hombre vestido de negro entró detrás de ella y me habló con fingida preocupación.

—Necesito que me cuentes todo lo que sucedió en tu accidente.

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Tan Tan Taaaaan

¿Te llevo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora