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Eso no me lo esperaba. Le sonreí y utilicé la servilleta para ocultar mi rubor.
Tragué saliva para animarme a volver a hablar y lo hice cambiando el tema drásticamente.

—¿Por qué trabajas a los 20 años si pareciera que tienes mucho dinero?

Por un momento pensé que me había pasado con la pregunta debido a la expresión de Rubén pero se recompuso con rapidez y volvió a hablar.

—Mi padre es el dueño de una gran empresa. Siempre soñó que yo heredaría la compañía, ya que soy su único hijo, pero a mi nunca me ha interesado, yo quiero dedicarme al cine. Obviamente eso para él no es más que un pasatiempo y me obligó a trabajar con él. Hace dos años mi madre, que era la encargada de mantener la calma en la familia, fue diagnosticada con leucemia y en menos de tres meses estaba siendo enterrada. Me sentía atrapado entre los recuerdos de ella y el presente de ese momento, que era trabajar con mi padre, es por eso que huí. Me compré este departamento con mis ahorros y busqué un trabajo lo suficientemente bueno para subsistir. Eso fue algo difícil, ya que no tenía experiencia en nada. Mi padre quiso que volviera. Al comienzo me obligaba pero luego se dio por vencido y me dio espacio con la esperanza de que yo sólo volviera y eso fue lo que sucedió. Ahora trabajo para él pero con una libertad que nunca imaginé.

—Eso es muy bueno.

—Sabes, podrías quedarte aquí conmigo.

Sentí como todo a mi alrededor se detuvo... ¿Me estaba invitando a vivir con él? ¡Pero si aún ni éramos novios! ¿Cierto?

— ¿Cómo?

—Tu y yo. Vivir aquí juntos. Sé que quieres volver con tu tía, pero tal vez te guste la idea de vivir juntos.

Lo miré, me habría gustado poder decir que si pero era muy pronto, recién íbamos en la primera cita y aún tenía muchas cosas que clamar en mi vida.

—Creo que ese es un tema para la quinta cita.

Rubén me sonrió y respondió débilmente

—Claro.

¿Te llevo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora