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Los párpados me pesaban. Quería seguir descansando pero algo me lo evitaba. Abrí los ojos y ante mí estaba Catalina, con esos rulos despeinados y sus ojos cafés adornados por manchas negras de maquillaje arruinado.

—¡Despertaste! ¡Sabía que lo harías!

Sus ojos se iluminaron y se lanzó a abrazarme, gemí de dolor y ella se apartó asustada.

—Lo siento.

—Tranquila. Estoy bien.

—Cómo vas a estar bien si estuviste una semana en coma.

— ¿Una semana?

—Una semana sin poder ir a la escuela, no tenía quién me fuera a buscar.

Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa.

— Pues creo que ya es hora de que me levante. Si no me equivoco tenemos una cita que hacer.

—Eso tendrá que esperar.

Me volteé para buscar al emisario de esa voz tan conocida.

— ¿Padre?

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Voy a repetir el Tan Tan Taaaaan

¿Te llevo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora