Los demás

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John despertó temprano. Tendría la mañana libre y su exámen en la tarde. Se preparó un desayuno bastante abundante y arregló el desastre que tenía en la sala, de apuntes, lápices y libros. Fue a tocar al cuarto de Sherlock varias veces, sin embargo, el bailarín no parecía dispuesto a salir; así que, pronto a cumplir su promesa, tomó su billetera y salió.

Llamó en casa de Molly (Mary recordaba la dirección y se la había dado) y un adolescente se asomó. Entonces el rubio preguntó por la chica, quien salió luego de unos segundos.

— ¿Molly? Hola. — Saludó John, acercándose a la entrada.

— Hola, ¿John Watson? — Preguntó sorprendida.

— Si. Oye, me preguntaba si tenías un segundo o algo, salir a caminar o tomar un café por ahí. Tengo que hablar contigo.

Molly caminó cruzando su chaleco y algo preocupada dijo:

— ¿Sherlock está bien?

John no pudo evitar su sonrisita y mientras aseguraba que no era la salud del bailarín lo que lo llevaba hasta ahí, caminaron, doblando a la derecha, donde Molly indicó había un pequeño parque en el que podrían hablar tranquilamente.

Compraron dos capuchinos en una tienda en la esquina frente al parque y cruzaron para sentarse en una banca bajo un gran aromo.

Después de algo de conversación trivial sobre el clima, los ensayos y televisión, se produjo un pequeño silencio, que Watson intentó llenar, pero Molly se adelantó.

—Bien, supongo que no viniste a hablar del sucesor de Peter Capaldi ¿verdad? ¿Qué pasa John?

— Bueno, no. Aunque tengo teorías interesantes sobre ese aspecto — Bromeó el muchacho y dio un sorbo a su café — Es sobre Sherlock. — Hizo una pausa para evaluar la reacción de la bailarina y continuó: — Sé cosas. Más por lo que puedo sacar como conclusión que por lo que él dice. Básicamente intento decirte que no sé en detalle lo que pasó entre ustedes dos, sólo sé que algo pasó y, bueno, lo más probable es que sea culpa de Sherlock. Mira Molly, entiendo que el sea quizás el más insoportable idiota que haya nacido en el planeta y quizás es demasiado...

— ¿Y el punto es? — Interrumpió la joven, que comenzaba a perder la paciencia.

— El punto es que... Como su amigo — John estudió sus siguientes palabras y con calma agregó: — La razón por la que estoy aquí es pedirte que lo ayudes a arreglar el error que cometió. Lo que sea que haya hecho.

Molly se quedó pensando unos segundos en sus palabras y luego rió.

—No tienes la más mínima idea, ¿verdad?

—Te lo dije. Sólo estoy adivinando.

—Mira, John. Gracias por el café— Dijo, levantándose — Pero ya me tengo que ir. — avanzó unos pasos pero se detuvo y miró a Watson — ¿Por qué? ¿Por qué debería hacerlo?

— Porque es un gran chico al que le han pasado cosas malas y necesita a sus amigos. — Contestó el rubio. Molly se giró y avanzó un poco más, entonces John gritó: — Y porque le haces bien.

Molly no respondió, pero se quedó pensando en esa última frase. La pensó durante todo el fin de semana y en el ensayo del lunes, cuando vio que Sherlock no apareció. La recordó mientras no podía dormir y fijó sus ojos en la cajita que estaba aún sobre su velador. Y por supuesto, pensaba sobre ello cuando vio a Jim y Sally besarse a escondidas a la salida del camarín.

Moriarty no había cambiado y Greg ya se había cansado de los reclamos, amenazas y acuerdos. Una tarde, al final del ensayo, le pidió a Sherlock que antes de irse se pasase por su oficina. Allí, el bailarín vio algunas carpetas que el director le pidió revisar.

El lago de los cisnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora