Desaciertos

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N/I: Tuve algunos problemas con la parte anterior (wattpad se la comió, I dunno why) pero ya lo corregí, así que en serio lamento la tardanza y que no hayan más problemas de ese tipo. Eso, ahora los dejo con el capítulo

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Pasaron dos semanas en que cada nuevo día era un reto para Sherlock y una decepción para Molly, a pesar de que las dudas sobre ella como bailarina se habían dispersado por completo. Se acabaron las miradas cómplices y las medias sonrisas a la distancia, y aunque él seguía quedándose prendado de la bailarina y ésta, por su parte, continuaba poniendo exhaustiva atención a cada paso del bailarín, ambos volteaban la cara cada vez que sus ojos se encontraban.

Molly creía poder entenderlo, esperarlo. Sus emociones sacaron a relucir el lado más fuerte de su paciencia, pero la herida, que crecía a cada palabra no dicha, hizo mella de su estoicismo inicial y fue cuando el dolor y enojo se sobrepusieron al sentimiento inicial. Aún así, cuando decidió sacar los recortes de Holmes de su habitación, no los tiró a la basura, como había planeado inicialmente. Los guardó en una cajita, que correspondía a la envoltura de una cadenita de plata que su tía le había dado en su último cumpleaños que se quedó ahi, en silencio, sobre su mesita de noche.

Además, Molly se empeñó en llevar una mejor relación con Moriarty, lo que  llevó a algunos rumores en base a la naciente cercanía entre ambos.

Una mañana, en que Sherlock revisaba los esquemas del segundo acto, Molly y Jim llegaron riendo ruidosamente, lo que irritó al bailarín que cerró su carpeta con desdén y comenzó a buscar las secuencias que practicarían esa mañana. Moriarty dejó la sala, por lo que Sherlock y Molly quedaron solos.

— Espero no haberte molestado demasiado. — Vociferó Molly desde el otro lado de la habitación.

— ¿Disculpa? — Cuestionó Holmes, desconcertado ante la intervención.

— Jim y yo. El ruido, se que te molesta. — Explicó la joven, caminando hacia el bailarín.

Sherlock la imitó y al poco rato se encontraron en el centro.

— No me molesta lo que tú y Jim hagan, Molly. Estaba terminando. — Replicó él, sin ningún tipo de doble intención.

Pero Molly no lo vio de ese modo, por lo que agregó:

— Nos estamos llevando muy bien, ¿sabes? Extrañaba eso. — Hizo una pausa para examinar la expresión del bailarín y continuó: — Es bastante útil tener ese nivel de confianza con la persona con la que compartes algo tan importante como un protagónico.

— Lo sé, aunque toda esa cercanía no sirve de nada si no lo demuestran en el escenario. — Respondió Sherlock, con tono de superioridad. No le gustaba para nada lo que la chica dejaba entrever de sus palabras.

El resto de los bailarines comenzó a llegar de a poco y cada uno hacía su precalentamiento en sus espacios personales. Nadie parecía notar en intercambio de palabras que se llevaba en el centro de la habitación.

— Por supuesto, aunque... podría ser divertido. — Replicó Molly, arqueando una ceja. — Dime, ¿Crees que debería acostarme con él para mejorar ese aspecto? — Se quedó estoica, mirándolo a los ojos, aguardando su respuesta.

— Semanas de silencio y cuando me hablas es para esto, ¿Cuál es tu maldito problema ahora? — Cuestionó Holmes, irritado.

— Simple. Opción A: mi espejo trató de asesinarme esta mañana. Opción B: Soy una maldita idiota con el maldito que se portó como un idiota conmigo. Lo dejo a tu criterio. — Contestó y se dio la vuelta.

El lago de los cisnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora