El día que lo conocí.

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Mi vida comenzaba a perder un poco de sentido. La monotonía me agobiaba y aunque mis actividades eran interesantes aún quedaba un vacío bastante grande por llenar. Mi nombre es Ethan y soy un chico veinteañero, robusto, de abundante barba y originario de los suburbios. Para el pequeño camino que tenía recorrido la vida ya se había encargado de tratarme bastante mal.

Era el día 27 de Junio. Necesitaba hacer unas cuantas cosas por la mañana por lo que desperté temprano, las 7:00 am para ser exactos. Entré a la ducha y 45 minutos después me encontraba ya en un taxi rumbo a mi destino. La cabeza del conductor ya pintaba bastantes canas pero su gusto musical era bastante bueno, todo mi camino fui acompañado por dulces melodías de Jazz que hacían mucho más llevadera mi mañana.

— Por favor guarde el cambio, que tenga un excelente día. — Me despedía del amable conductor.

Llegué a la escuela de idiomas del centro de la ciudad. Mi inglés ya no era lo de antes, así que decidí tomar un curso extremadamente temprano para así poder reforzar los conocimientos olvidados. Me esperaban 3 horas frente a aquel pizarrón blanco junto con uno de los mejores maestros que había tenido en toda mi vida; el Sr. Rogers.

...

— Parece que fue una noche bastante larga, ¿no? Esas ojeras hablan por sí solas. — Me cuestionaba mi profesor cuando pasaba frente al escritorio para despedirme de él.

— Bastante diría yo. Tantos recuerdos me impiden dormir en muchas ocasiones.

— A él no me hubiera agradado verte de esa manera Ethan. Sabes que el siempre buscó la manera de hacerte feliz.

— Lo sé, lo sé. Sin embargo, no he podido encontrar la forma de darle estabilidad a mi vida desde eso. Pero, como sea, es algo que no deseo recordar en estos momentos. ¿Siguen en pie nuestros planes para mañana, Trevor?

— Por supuesto que sí, no me perdería esa película por nada. ¿Paso por ti a las 8:00 pm?

— Si, tal y como habíamos quedado, recuerda que tú invitas la cena. Yo aún soy un niño a tu lado.

— No actúas como un niño cuando estamos solos. Pero bueno, ya vete, pronto llegarán los alumnos del horario para personas normales.

— Muy bien, por favor avísame cuando llegues.

Salí del lugar y supe que tenía bastante tiempo antes de que tuviera que reunirme con Scott, mi mejor amigo. Apenas era el medio día y tendría que verlo hasta las 2 de la tarde por lo que decidí ir a comer a uno de mis lugares favoritos.
Se trataba de un bar que abría las 24 horas y que durante las mañanas servía el mejor chocolate caliente al igual que los mejores sandwiches de toda la ciudad. Las meseras siempre eran bastante amables y desbordaban jovialidad, algo que era bastante difícil de ver en los establecimientos aledaños. Entre ellas estaba una chica llamada Serena Silverstein, de cabello castaño ondulado y un cuerpo de ensueño podía llegar a ser la fantasía de muchos hombres, aunque no la mía, y eso era algo que Serena no terminaba de comprender, ya que aunque éramos buenos amigos, y yo un comensal más para ella, siempre se sentía un gran intento por su parte de seducirme aunque conociera mi situación. Jamás la podría ver como nada más que una buena amiga.

Al dar las 2:00 pm yo ya me encontraba esperando a Scott en el lugar acordado. La puntualidad jamás fue su fuerte y tal parece que al tratarse de mi se presentaba todavía más tarde a las citas pactadas. Debíamos revisar algunas cosas sobre unos proyectos personales que teníamos en mente y me sorprendió bastante cuando lo vi acercarse acompañado de un chico a quien yo no conocía.

— Entiendo que nunca haz sido puntual, y menos tratándose de mi, pero pudiste haber hecho aunque sea el más mínimo intento hoy.

— Discúlpame, en verdad hoy no fue mi culpa. Si quieres echarle la culpa a alguien debe ser a él. — Dijo esto mientras señalaba al chico, aún desconocido para mi hasta ese momento.

— No podría hacerlo, ni siquiera haz tenido la amabilidad de presentarme.

— Claro, es un amigo. Su nombre es Matthew. Matthew, Ethan. Ethan, Matthew. — Al escuchar su nombre sonreí y estreché su mano.

— Es un gusto, Scott me ha hablado mucho de ti y de todo lo que han planeado. Realmente tienen bastante cabeza para pensar en tantas cosas.

Por más que intentaba prestar atención a lo que Matthew me decía no podía dejar de mirarlo. Sus ojos color miel me invitaban a observarlo todo el día. Tenía la misma estatura que yo (1.70 mts aproximadamente) aunque, contrario a mí, él era esbelto y tenía la perfecta masa muscular en el cuerpo para no verse grotesco bajo mi punto de vista como muchos otros hombres que tienen músculos exageradamente enormes. Apenas lo había conocido y estaba bastante atraído por su sonrisa, además de que al sonreír se dibujaban unos hermosos hoyuelos en sus mejillas.

— Yo tristemente tengo que trabajar en un banco. El día de hoy me reporté enfermo para poder acompañar a Scott, espero no tener problemas.

— Si, yo espero lo mismo. Realmente es un gusto conocerte. — No sabía que más decir, había pasado más de la mitad de nuestra conversación contemplándolo e iba a ser descortés que no diera siquiera una respuesta.

El día fue largo aunque no tratamos en lo más mínimo algún tema sobre nuestros proyectos. Tal parece que el destino nos regresó bastantes años atrás en el tiempo. Regresamos a aquellos momentos en los que nuestra diversión estaba por delante de cualquier obligación y nos divertimos como si fuéramos unos niños con cosas tan simples como saber quién era el mejor en un videojuego o quien correría más rápido después de tocar el timbre de una casa.

— Tengo que irme porque aún necesito arreglar bastantes cosas para mañana. Espero verlos pronto. En verdad fue un gusto conocerte Matthew.

Camino de regreso a casa los recuerdos regresaron. Desde hace mucho tiempo no estaba acostumbrado a mirar a algún chico así, pero Matthew me invitaba a hacerlo. Tenía muchas cosas que buscaba, aunque aún seguía él en mi memoria. Era ese triste recuerdo que no dejaba de regresar en todos esos momentos en los que yo era feliz, esos momentos en los que pensaba que por fin lo había enterrado en lo más profundo de mi subconsciente, ese recuerdo que me obligaba a mantenerlo con vida.

Una vez en el sillón de la sala no pude soportarlo más. Comencé a llorar como jamás lo había hecho. ¿Qué tenía que hacer? ¿Como podía erradicar todas estas memorias? ¿Acaso Matthew se fijaría en mí? ¿Por lo menos tendría la más mínima oportunidad? Ni siquiera sabía si él era gay. ¿Pero qué estoy diciendo, quién desearía estar con alguien como yo? Soy un imbécil que sólo ha vivido de falsas expectativas desde esa noche. Hasta este momento he estado pretendiendo que vivo una vida cuando realmente he estado muerto, y muero más con cada pregunta que me realizo.

Dormí. Dormí lo que restó de noche sin saber en qué momento había perdido todas mis fuerzas. Al día siguiente tendría que afrontar la realidad de nuevo, pero en ese momento me encontraba en mis sueños, ese lugar donde nadie podía lastimarme y donde podía regresar a todas las personas que la vida me había arrebatado.

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