Capítulo 12

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Nota: Abajo del todo encontraréis información sobre cuándo haré un nuevo maratón, así que al terminar no os olvidéis de leer la parte en negrita.

En el momento en el que Alf comenzó a acariciar mi cabello, me aportó una sensación totalmente apaciguadora y, poco a poco, consiguió lograr calmar mi ataque de ansiedad. Tras los llantos desconsolados comenzamos a caminar, sin un rumbo claro, cuando me tranquilicé, entonces decidió preguntarme por los ataques.

—Llevo teniéndolos desde este verano—contesté al chico cuando me preguntó.

Caminábamos disfrutando del placer de la música de la noche, acompañada por el sonido de los grillos y cuatro pasos continuos que ante el silencio cobraban protagonismo. La serenidad volvía a mí y me fortalecía con cada inhalación y exhalación. De pronto él rompió la armonía de esos sonidos, que me parecían tan tranquilizantes, con su voz.

—¿Qué pasó?—se atrevió a preguntar cuando vió que me había recuperado más—. Claro, si es que puedes contármelo.

—Tranquilo, he estado concienciándome durante meses de que en algún momento tendría que contárselo a alguien—contesté—. La mujer que desapareció en verano era mi madre.

Estoy segura de que Alf ya nos había relacionado de alguna manera a causa de mi reacción en la fiesta, pero seguramente el vínculo que había imaginado no era tan fuerte.

—¿Tu madre?—repitió con cara de asombro y descomposición. Asentí.

—Ella sufría depresión y tomaba una medicación bastante fuerte, supongo que pasó por eso—contesté.

Realmente me dolía hablar en pasado, pero llevaba varios meses intentando mejorar de alguna manera, y continuar hablando el presente sólo me ayudaría a convencerme a mí misma de que volvería. Tras los meses que habían pasado, no podía seguir pensando así o acabaría destruyéndome con el paso del tiempo y su ausencia.

—¿Cómo pasó?—preguntó.

—Yo vivía con ellaen Berger —tomé una pausa para evitar que se formara de nuevo un nudo en mi garganta—, una mañana desapareció, y nadie la volvió a ver. No sabemos nada más...

—¿Por eso te mudaste a Oslo?—continuó interrogándome, tras un incómodo silencio en el que no sabía que decirme, ya que vió que realmente no me molestaban sus preguntas. Pero ante la duda decidió encaminar la conversación en otra dirección.

—Sí, mi tía vivía aquí y prefería cambiar de ciudad antes que cambiar de país—respondí—. Por eso vivo con ella y no con mi padre, aunque tampoco me llevo del todo bien con él.

Decidió no preguntarme porqué y me habló de sus padres, supongo que para suavizar la conversación, lo que funcionó completamente. En realidad hablar con él me resultaba confortable, por eso cuando Alf se empeñó a acompañarme a casa, ya que seguía preocupado por mí, no puse pegas. En esa semana me había dado cuenta de que me sentía cómoda y segura, entre varios adjetivos que se ajustarían perfectamente a la situación, cuando estaba con él. Me contó que no se había llevado el coche a casa de Chris ya que sabía que bebería, y no pretendía conducir así. Lo que maldijo ya que, según me contó, tras todo lo que había pasado los efectos del alcohol no le afectaban nada.

Machacaba mi mente una y otra vez, durante el camino, recordando todo lo que había pasado, culpándome de haber perdido los estribos y el control sobre mí misma, hasta que el moreno interrumpió el silencio nocturno que nos acompañaba.

—Kass, ¿nunca te has planteado la teoría de que todo lo que vivimos es un sueño? —preguntó con la mirada clavada al suelo, recurriendo al solipsismo—. Me refiero a la vida en sí.

Serendipia | Skam - Chris y WilliamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora