Capítulo 9

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Maratón 3/3

Mi sueño se interrumpió, cómo no, a causa de la precisa alarma del teléfono. Deslicé de inmediato la pantalla para que esa insoportable melodía dejara de reproducirse, dejando el teléfono sobre la mesita de noche y despegando el edredón de mí de un sólo tirón para levantarme de manera enérgica de la cama, reaccionando ante mi primer motivo de alegría del día, ya había llegado el fin de semana.

Era viernes, lo que significaba que hasta el próximo lunes no volvería a madrugar y por fin podría desconectar un poco de esa intensa semana. Alf volvería a recogerme, como llevaba haciendo un par de días, precisamente desde el miércoles. Los días anteriores había sido amable, habíamos hablado sobre temas banales durante el trayecto o sobre lo que haríamos el sábado. Habíamos pensando en ir al cine o a cenar, o ambas cosas. De todas maneras, supuse que lo aclararíamos el día anterior. Así que me di prisa para no hacerle esperar.

Caminé deprisa y descalza, haciendo crujir levemente la madera del parquet, hasta que llegué a la puerta del dormitorio de conducía al baño. Cerré la puerta tras mi entrada, acercándome posteriormente a la ducha y abriendo el grifo de agua caliente. Analicé mi rostro en el espejo, aún tenía los ojos hinchados y restos de maquillaje, de la noche anterior, que no había retirado del todo. Recogí todo mi cabello con la gomilla que tenía en la muñeca, froté mis ojos mientras me estiraba y comencé a desvestirme para posteriormente entrar en la ducha, donde la temperatura ya era tibia.

Tras una rápida ducha volví al dormitorio envuelta en una toalla, deslizando la puerta corredera del armario y abriendo el cajón de la ropa interior para sacar un bralette, que me aportara total comodidad, y una parte para abajo también negra. Una vez habiéndome colocado ambas piezas, abrí otros cajones para elegir unos pantalones ajustados de color negro y busqué en una de las perchas un jersey ancho y grisáceo, de cuello alto. Tras vestirme volví al baño y me miré en el espejo, donde ya no había rastro del vaho, para cepillarme los dientes y posteriormente soltarme el cabello y corregir mis ojeras con un corrector que extraje del neceser que se encontraba sobre el lavabo.

Me coloqué unas pantuflas antes de ir hacia la cocina y metí un cuenco con leche en el microondas. Mientras se calentaba cogí la caja de cereales junto con una cuchara y los coloqué sobre la mesa. Vertí el zumo de naranja, que había sacado de la nevera anteriormente, sobre un vaso limpio y acabé con él en dos tragos, mientras volví a colocar el envase en la nevera. Cuando el temporizador del microondas llegó a su límite, extraje el cuenco para preparar los cereales. De repente mi tía apareció con una bata de seda, sin anudar, que dejaba ver un camisón estampado a juego.

—Buenos días—dijo con un tono agradable, acercándose a mí para saludarme con un beso en la frente.

—Buenos días, Ada—respondí con una sonrisa tras engullir los cereales—¿Cómo estás?

—Bien, ahora puedo distribuirme mejor el tiempo por las mañanas—contestó a mi pregunta—. Pero, estás segura de que el chico de la casa de al lado puede seguir llevándote, ¿no? Me refiero a que tú estás cómoda y él no tiene ningún inconveniente, ¿verdad?

Le había dicho a mi tía que Alf era un vecino y que también era del Hartvig Nissen, por lo que podía llevarme y también traerme de vuelta. Así no tendría que soportar que Mark me hiciera preguntas sobre relaciones o me diera charlas sobre métodos anticonceptivos. Realmente no sabía si Ada le iba a decir algo a su hermano si le contaba la verdad, pero prefería no correr el riesgo de pasar por uno de esos momentos incómodos.

—Claro, no te preocupes—respondí con agrado.

—De todas formas te voy a dejar algo de dinero para que se lo des al chico, por la gasolina—avisó.

Serendipia | Skam - Chris y WilliamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora