Capítulo 18: Un nuevo lugar

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Las orbes café claro nos miraban profunda y calculadoramente.

El hombre nos apuntó el arma de inmediato y mis sentidos se activaron, pero el miedo y la debilidad no me permitieron hacer nada.

En la mira del arma estaba Ferph.

Ferph...

¡No!

Un golpe seco resonó en mis oídos, el hombre cayó sobre nosotros y una despelucada Doctora Hayley, apareció detrás del hombre respirando con dificultad. Los tres retrocedimos ante el cuerpo.

Yo tomé un respiro y llevé la mano en mi pecho, mi corazón que se había disparado.

—Hola Len... y chicos. Ya estoy aquí —dijo, arrastrando el cuerpo hacia afuera—. Me encargaré de eso, más tarde... —declaró entrando y cerrando la puerta tras de sí.

La doctora Hayley nos miraba con las manos en sus caderas, estaba analizándonos uno a uno, pero algo ocurrió cuando miró al desconocido, su sonrisa se ensanchó y su cara denotó una grata sorpresa.

—¡Edan! ¿eres tú? pensé que eras... —De verdad traté de no escuchar eso, me tapé los oídos, me envolví en la cobija, pero todo era inútil, mi mente no dejaba de repetírmelo, sabía lo que iba allí... su nombre.

Desde mi posición, escuché cómo se saludaban y la doctora se iba acercando a nosotros.

—Oh por dios, ¡están heridos!, tenemos que curarlos pronto. —La escuché decir, el sonido de unas bolsas me produjo curiosidad, sin embargo permanecí en mi posición acurrucada.

—Esperen... ¿dónde está Nicholas? —La pregunta de la Doctora Hayley resonó en multiples ecos dentro de mi cabeza, ¿Dónde estaba ahora él?

Descansando en los brazos de otra mujer, llamada muerte.

Lo sentí como otro puñal, realmente nunca lo superaría ¿verdad?

—Él... No lo logró... —La voz de un entristecido Ferchoph hizo acto de presencia.

Decidí voltearme y dejar de fingir que no los escuchaba, pero me sentí estúpida al darme cuenta que los ojos de la Doctora estaban fijos en mí. Todos aquí me estaban teniendo lástima y por alguna razón eso me estaba fastidiando.

—Lo siento chicos, sé lo importante que él era para ustedes...

Todos preferimos callar, yo más que nadie, porque no podía hablar de esto sin que me doliera hasta los huesos.

—Pero tenemos que continuar —empezó a decir Hayley con más seguridad—. Para curarlos tengo que llevarlos a un lugar que está un poco lejos de aquí.

Todos asentimos haciéndonos de hierro.

La mujer procedió a levantarse y mostrarnos el contenido de sus bolsas.

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