CAPÍTULO 1: LOCURA

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CAPÍTULO 1: LOCURA



  "Todas las personas fingimos que tenemos una vida perfecta: el mejor amor, la mejor amiga, la mejor familia. Pero solo fingimos, y yo me olvide de eso"


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18 de Marzo de 2017 



Llevo veinte minutos corriendo con la esperanza de lograr huir. Solo soy capaz de escuchar el fuerte bombeo de mi corazón, y las piernas me flaquean tanto que en cualquier momento me caeré sobre el asfalto. Identifico el edificio aliviada mientras recelo al releer el letrero, empujo la puerta entreabierta y subo por las escaleras hasta que llamo al 2ºC. Una joven señora me abre y me mira sorprendida.


―¿Tiene usted una citada programada? 

―Mmm... No, yo... Eh, yo... No, yo no tengo nada ―Retrocedí un paso considerando que había sido una mala idea venir.

―No se preocupe ―Agarro mi muñeca adivinando mi pensamiento―, no pasa nada, pasé. 


Tironee de la comisura de mis labios esperando esbozar algo parecido a una sonrisa, pero lo único que conseguí fue que la mujer ingrese en una habitación con andares rápidos , seguro la había alarmado. Unos segundos después salió acompañada.


―Pase ―dijo el hombre que estaba a su lado, la mujer se acerco a mi y me condujo hasta dentro de la habitación ―. ¿Qué le ha ocurrido? ―pregunto el señor sujetándome de los hombros, guiándome hacia la silla mientras cerraba la puerta para darnos intimidad.


De nuevo los recuerdos aparecieron mezclándose entre sí, confundiéndome. Fui incapaz de responder ¡Era una estúpida!¡Ni siquiera era capaz de responder una simple pregunta! ¡Era una inútil! 


―Y-o, yo... ―trastabille nerviosa, mis ojos repasaban la estancia de un lugar a otro, me concentre en la placa que había sobre la mesa con la inscripción de: Doctor Carlos Fernández. Sin duda aquello era una buena estrategia para evitar decir psicólogo.

―Tranquilícese ―dijo mientras retiraba la silla y me sentaba en ella. Solo hizo falta que dijese eso para hacerme sentir todo lo contrario. ¡Era una cobarde, eso es lo que ocurría, que siempre he sido una cobarde!―Cuénteme por qué está así de agitada.


Ni siquiera hasta ese momento me había dado cuenta de que respiraba de forma entrecortada, me lleve ambas manos a la cabeza, y me agarre de la raíz del cabello. Tenía lágrimas acumuladas amenazando con salir, y sabía que si lo conseguían no iba a ser capaz de hacerlas parar. Pero consiguieron rebelarse y surcaron mi rostro, alguna caía en mis labios y saboreaba lo agridulce que eran. Al fin lloriquee sin querer controlar las convulsiones de mi cuerpo, y tape mi cara con ambas manos. 

Estaba cansada de aparentar. Aparentaba por el día, aparentaba por la noche ¡Mi vida era una completa apariencia! Ya no podía seguir aguantando una lágrima más, al menos no hoy.


―Si me dice que le ocurre quizás pueda ayudarla.

―No puede ―pronuncié, aunque no estuve segura de que me hubiese entendido, tenía tanta saliva en la boca que babeaba―. Ellos me han vuelto loca.



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