Manzana de la discordia

852 108 5
                                    

Con mucha preocupación cabalgaba Vincent por el bosque, la información que tenía no era de gran ayuda el acertijo que le fue dado por el extraño hombre de cabellos plateados no era entendible, eso le causaba gran frustración, en compañía de sus fieles sirvientes no se cansaría hasta encontrar a su hijo.

La tarde estaba desapareciendo dando paso al hermoso anochecer con el mar de estrellas por todo el firmamento.

- Ciel empiezo a sentir frío, aún no encontramos por donde ir -

- Ya sabremos por donde avanzar Lizzy, sígueme por este camino -

No muy lejos se encontraba Sebastian buscando rastros de Ciel, si bien como demonio podría detectar su aroma se le estaba complicando por la espesa vegetación que abundaba en el sendero.

- ¡Maldición! Es ligero su olor y no logro llegar...-

Con mucha habilidad subió sobre un árbol para acortar distancia,  ambos jóvenes caminaron con su corcel unos cuantos metros, para su sorpresa vieron una pequeña casita alumbrada por una tenue luz que atravesaba la ventana.

- Mira Lizzy, quizás puedan ayudarnos -

La rubia corrió hacía la puerta tocando con cautela. Se escucho el rechinar de la madera al abrir paso al rostro arrugado de una anciana con unos lentes color negro y unos mechones de cabellos canosos y rojizos.

- Buenas noches señora, estamos perdidos y quería preguntar si puede ayudarnos, prometo que le será recompensado su ayuda -

La anciana tomo el rostro de Ciel y con un tono de voz gentil le respondió.

- Claro muchachitos, pueden pasar, vamos entren que ya está haciendo frío -

Al entrar pudieron ver que la casa solo tenía pocos muebles y eran viejos, quizás porque solo vivía en ella la anciana, aún así era eso o dormir en el frío y Ciel no quería regresar donde estaba Sebastian, gracias al terco orgullo que poseía.

- Que lugar tan tranquilo señora, no se preocupe mañana nos iremos temprano - mencionaba Lizzy muy amable.

- No te angusties linda, esta noche les atenderé - sonrió muy tierna la anciana.

Después de calentarse un rato en la chimenea se sentían más cómodos, inesperadamente el ruido en el estómago de uno de los chicos se escucho en la pequeña casa.

- Vaya, mis pequeños niños tienen hambre, yo me tengo que ir a dormir soy vieja y no puedo estar tanto tiempo despierta, pero pueden tomar algo de fruta de la mesa -

La mujer sonrió y se retiró al pequeño cuarto trasero dejando a los jóvenes solos.

- Ciel, tengo hambre comeré una fruta y me dormiré aquí cerca de la chimenea, no quieres ? -

El joven no le quedó más remedio que levantarse y comer algo pues de verdad tenía hambre, su compañera tomo una pera que devoró a mordidas con mucho entusiasmo.

Ciel se sentó en la silla de madera y con recelo tomo una manzana brillante de color rojo " buen provecho "

Le dió una pequeña mordida saboreando la fruta para tragar el pequeño bocado, antes de poder dar otra mordida su mano se detuvo en seco.

- Lizz..-

No alcanzó para decir su nombre completo de su acompañante, sus ojos se quedaron fijos mirando al vacío tratando de articular una palabra, inútilmente se levantó de la silla dejando caer por el suelo la manzana mordida y Ciel dando el fuerte golpe en el piso.

No podía articular una palabra más, su conciencia se bublaba completamente y sentía una gran oscuridad aplastarnsu cuerpo, como estar en un abismo sin salida y en penumbras, no hablaba ni escuchaba ruidos, sentía horrible.

Érase Una Vez... Un Príncipe Y Un DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora