Capítulo 08. │ AIR

347 69 26
                                    

Las notas, el sonido, la melodía resultante. No puede evitarlo; esa música acaricia su sentido auditivo, abraza su corazón y, a la vez, altera su mente.

Es como un hechizo, como una maldición.

Resulta insólito. Cada vez que lo percibe tocar el violín, recuerda todo lo que ha vivido junto a él.

Todo.

Sus errores, sus besos, sus discusiones, sus 'lo siento', sus lágrimas, sus risas.

Todavía recuerda esa tarde hace poco más de dos meses atrás. Ese día... cuando Kuroko Tetsuya se le declaró en Maji Burger, cuando comenzó a salir con él, cuando al volver a su apartamento... era Akashi Seijūrō quien la esperaba recargando su espalda contra la puerta de su domicilio, esperando por ella.

Ese fue su primer encuentro tras su graduación en Teikō. Fue inesperado, al igual que inoportuno.

❝—Estoy saliendo con Tetsu, Akashi.

—Estás saliendo con Tetsuya para olvidarte de mí, Hina —corrigió él—. No te engañes.

»Acabas de iniciar un juego del que no podrás escapar sin lastimar a nadie.

»Conozco tus intenciones. Planeas divertirte con los sentimientos de una persona. Planeas besarlo, cerrar los ojos y pensar en mí. Planeas decepcionarte al abrazarlo y no sentir nada. Planeas estar junto a él y pensar 'Quisiera estar con Seijūrō'.

»Eres despiadada, Hina —dijo tras una pausa, curvando sus labios en una sonrisa que sólo él sabía formar.

—... lo sé —admitió ella.

—¿Cuánto tiempo más piensas estar allí afuera? —pregunta con autoridad una voz al interior de la habitación, volviendo sus pies al presente.

El sonido del violín se ha esfumado. Y los hechos en los que se ve envuelta regresan de un solo impacto, sin amortiguaciones.

No debería estar en esa casa. No debería pasar una que otra noche en ese lugar. No debería correr cada vez que él la necesita o ella a él.

No debería estar haciendo muchas cosas...

Akashi Masaomi sería peor que un volcán en erupción si supiera que cada vez que él está de viaje, Sasaki Hina pone un pie dentro de su hogar.

Por supuesto, los empleados tienen prohibido informar al padre del pelirrojo sobre las constantes visitas de la rubia. Así lo dictan las órdenes del número cuatro de Rakuzan, quien tiene el mismo poder sobre la servidumbre que su progenitor.

La de orbes oceánicos abre la puerta e ingresa al salón de música luego de bloquear las amargas memorias que tienen como protagonista al padre de Seijūrō.

Su vista viaja por la habitación, como si fuera la primera vez. Y mientras el jugador de baloncesto guarda cuidadosamente el violín en donde corresponde, los ojos de Hina se detienen en el piano que se encuentra en una esquina del cuarto que parece ser más grande que su residencia completa.

La imagen de un pequeño Akashi Seijūrō se proyecta a la perfección dentro de su mente. Lo ve feliz, sonriente mientras sus dedos se deslizan con elegancia por sobre las teclas de marfil sintético. Por supuesto, toca para ella, la mujer de largo cabello rojo que está a su lado.

Su corazón se estruja.

Conoce muy bien ese tipo de dolor. Ambos lo comparten. Ambos se comprenden uno al otro a la perfección.

No sabe cuánto tiempo ha estado de pie, estática en medio de la habitación observando el gran instrumento, pero el sentir esos protectores brazos envolverla desde atrás, hace que el martirio en su corazón disminuya de manera considerable.

—¿Qué estamos haciendo, Seijūrō? —pregunta con voz dócil, sintiendo los labios del pelirrojo acariciar su cuello.

—Lo que siempre hemos hecho, Hina —contesta, volviendo hacia el aparato auditivo de la joven—. Lo que nunca podremos dejar de hacer.

Se quema cada vez que respiraba su mismo aire. Es consciente de que estar con él a espaldas de Kuroko es algo incorrecto, pero no puede mantenerse alejada del joven de orbes heterocromáticos, tampoco puede huir de él.

Sabe muy bien que ese tipo de relaciones ocultas nunca llevaban a ningún lado, pero entonces...

¿Por qué no podía ponerle fin?

FLEETING │ Kuroko no BasketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora