«prólogo»

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Las hojas verdes, el viento en mi cara, el cielo despejado, los pájaros descansando en las ramas de los árboles, el sonido del río...es perfecto. Es el sitio perfecto para tomar la fotografía perfecta.

Me cruzo de piernas sobre el pasto y comienzo a buscar el ángulo mas indicado para tomar la fotografía. A mi izquierda, tengo a una abeja sobre una flor, haciendo su típico proceso de la polinización. Alzo la cámara en su dirección lista para dar clic, pero hay un problema: mis manos sudorosas y temblorosas.

Esto es algo común que siempre me ocurre desde que empece con el tema de la fotografía. Mamá de vez en cuando me pellizcaba los muslos para brinque un poco y asi deje de temblar. Pero cuando ella no estaba ahí para ayudarme, era yo la que me lo hacía. 

Debí de haber venido con ella para que me ayude. ¿Porque tenía que irse justo el cuatro de julio al supermercado? ¡Solo porque se le antojo de la nada helado!

Mis uñas no están tan largas, lo que se me hará difícil pellizcarme.

¿Porque me hago tanto lío solo para pellizcarme?

En vez de las uñas—que son mas dolorosas cuando lo hago con ellas—uso mi dedo pulgar e indice. Duele un poquito, pero al ve rmi manos ya no estan temblando.

Ahora si enfoco con perfección hacia la abeja sobre la flor, que me había esperado pacientemente a que tambien haga mi proceso de pellizcacion—si es que existe un proceso, o la palabra—, el énfasis ya esta bien colocado, y las alas de la abeja estan a punto de despegar.

Mi dedo viaja hacia el botón para tomar la foto, pero un ruido me detiene.

Un disparo.

La abeja vuelva tan rápido que su zumbido llega a mi oreja y yo no hago más que mirar a todos lados buscando el causante. Al no ver nada, asustada, me levanto rápido del pasto y comienzo a correr para salir del bosque.

Vaya cuatro de Julio.

Mystery | RiverdaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora