Capítulo 3 Príncipes, Reyes y Brujas

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El sol estaba en todo su apogeo, con un brillo inmensurable, Alejandro intentó mirar hacia el horizonte, pare ver si podía alcanzar a ver algo, las gotas de sudor le bajaban por la frente como si fuese rocío matutino sobre una flor. Sus labios cuarteados por la deshidratación le dolían, su camisón y chaleco yacían en el suelo que había dejado atrás ya hace varias horas de camino. Sus manos temblorosas y sus pies adoloridos le traicionaban constantemente, sus rodillas pedían besar el tibio suelo, mientras que su vista era nublada por el resplandor del sol sobre la arena. Un mar de arena era lo que parecía todo aquello a sus ojos, era un lugar interminable que no importa a donde miraran sus ojos, solo veía dunas de arenas. Ya solo pedía una cosa, al principio pedía salir, un lugar fresco o una sombra, ahora daría lo que fuese por agua, el rico y preciado liquido por el cual muchas naciones se peleaban, “eres dueño del pozo, serás el amo”, eso solía decir su padre. Pero el juraría que no quiere ser amo de nada, solo deseaba un poco de este liquido refrescante, su garganta seca, la sentía lastimar y caliente como si en vez de agua bebiera los rayos del sol que como llamaradas lo quemaban vivo. El sol tan implacable y tan inamovible seguía castigando sin ningún tipo de pudor al príncipe, hasta que sus plegarias fueron contestadas, vio al horizonte un manantial cristalino que brillaba bajo el candente sol, -¡un oasis!- corrió hasta llegar al lugar deseado, se tropezó  y cayó de bruces al suelo pero ya mismo llegaba, solo tenía que esforzarse un poco más, pero su cuerpo no quería obedecer, se rebelaba ante la posibilidad de un movimiento más. Sus ojos ya estaban cansados de tanto esfuerzo en medio de tanta luz brillante y sus energías eran tan escasas como el agua en ese lugar. Así que poco a poco dejó de luchar, su cuerpo ya estaba tan pesado que no podía ya moverse, se sentía como una roca que se hunde en las profundidades del mar, sin remedio y con un triste destino. Todo dejó de ser molesto, el dolor de sus pies y rodillas fue reemplazado por sueño, una somnolencia tan fuerte que lo hacía olvidar todo aquel lugar tan indeseable y que lo transportaría a un lugar mejor, donde tendría toda el agua que él quisiera. Ya solo escuchaba el latir de su corazón, que tan cansado como él ya se rendía.
Hijo, ¿qué haces ahí tirado? –
Se escuchó la voz de una anciana, pero cuando miró, no vió ninguna anciana, sino una mujer de mediana edad, su ropa era distinta a la que el haya visto en su vida, llevaba puesto una túnica suave y rosada que cubría parte de su cara y llegaba al suelo, solo podía apreciar los ojos almendrados castaños de la mujer y parte de las sandalias que poseía. El Príncipe no podía hablar más, solo cuando trato de abrir la boca sentía su lengua pegada a su paladar y sabor a arena por toda su boca. La mujer lo ayudo a levantarse y lo arrastró hasta el agua, allí el fresco que emitía el oasis, lo hizo olvidar el dolor y el cansancio, ya se sentía con energías, pero cuando se disponía de beber de aquella agua, la mujer lo paró. ¿Ya has tomado una decisión, joven príncipe?,
¿como puedo tomar una decisión si llevo aquí unos minutos?, solo quiero beber un poco de agua y nada más.
La mujer de rostro cubierto y acento extraño lo miro y prosiguió:
El amor es sufrido, pero cuando sabes llevarlo es hermoso, las riquezas son hermosas pero solo traen sufrimiento, dime ¿no crees que el desierto tiene un poco de las dos?, es fuerte y difícil de aguantar, pero una vez lo amas como yo, veras que es hermoso a su manera, pero si lo decides buscar con un fin egoísta, puedes perder la vida en el.

¿De qué estás hablando, yo me muero aquí de sed y calor y tu lo que haces es hablar estupideces: de desiertos y amores?
Joven príncipe, su tiempo se agota, ¿que decidirá amar lo que es imposible o buscar lo que le beneficia?, mira a tu alrededor, hay un pobre anciano ciego e inválido, ¿Cómo llegará al agua sin ayuda?
El joven exasperado y sediento se levanta con una fuerza que creyó haber perdido y con la desesperación empujó a la mujer al suelo, corrió hasta llegar al lago y bebió del agua, bebió hasta saciar su sed. La mujer que todavía yacía en el suelo se levantó y sacudió su preciada arena de su ropa.
Así que decidiste tomar del agua y saciar una necesidad personal sin antes ayudar al anciano.
¿Pero cómo le daría  agua si todavía tenía sed?, mira ahora lo ayudaré, ¡que mucho tormento!- en cuanto se volvió para ayudar al pobre anciano ciego, no estaba. Sino un tulipán marchito, cuando fué al tulipán y lo tomó en sus manos, este se deshizo entre sus dedos. -¿Cómo pudo pasar?… es… ¡es imposible!
Nada es imposible, Alejandro, estas siendo probado para ver si tu corazón es puro y recto – con eso, la dama camino hasta donde él estaba, que todavía miraba con espanto los restos del tulipán que quedaban entre sus dedos, entonces él alzo los ojos y vió que ella ya estaba frente a él, Alejandro sacudió la cabeza en señal de poca comprensión ante los hechos - ¿Qué deseas de mi, cómo que estoy siendo probado?
A su debido momento lo sabrás- con eso la dama de ojos almendrados le tocó con su dedo anular la frente, en ese momento el príncipe sintió un gran dolor que le corría desde el punto donde la mujer le había tocado, hasta esparcirse como un virus por todo el cuerpo, antes de que el mundo desapareciera ante de él, logró preguntar:
¿Quién demonios eres?
Todo se puso negro y no oyó nada más solo el eco de una dulce voz que susurraba Alice.
Señor príncipe, señor príncipe, joven.
Comenzó a escuchar como si lo llamaran de la lejanía, a una distancia que ni se lograba ver, aparte de eso la voz seguía acercándose hasta hacerse más reconocible y entendible,
Joven Alejandro, joven, joven Alejandro…
Ya la oscuridad que le envolvía se disipaba y daba paso a contemplar el rostro redondo y pecoso de Deotrefe,- nada agradable para un despertar – pensó Alejandro - ¿Qué paso, que sucedió? preguntó el príncipe algo desorientado.
Eso me gustaría saber, mi príncipe, como puede ser que usted este en medio de la nieve, con este frío, sin camisa y tirado en el suelo, se pudo haber muerto. ¿De veras no sabe qué fue lo que le sucedió, está usted bien?, ¿No lo habrán asaltado nuevamente?
No seas tonto, no creas que pasar por las puertas cardinales es tan fácil.
Aunque la imagen de la vieja frente a él en el comedor demostraría que tal vez se equivocaba. Lo más probable, pensó, todo estos sucesos no fueran más que causados por el licor y la falta de alimento, pues Alejandro no llego a probar casi nada de los servicios que se sirvieron esa noche. Mientras Deotrefes le ayudaba a ponerse nuevamente sus prendas de vestir, alcanzo a ver la flor que llevaba el joven en sus manos
Mi señor, ¿desea que guarde en agua esa flor?
Cuando Alejandro levantó la mano y vió la flor, se acordó de la extraña alucinación que acababa de tener, fue algo tan real, que todavía sentía arena en su garganta.
Ya con esta son dos que encuentro- dijo en voz baja el príncipe, ¿Qué significado tendrá todo esto?
Si me permite mi príncipe: ¿a qué se refiere?
Esta mañana Dorcas me dió un tulipán lila, esta noche cuando salía del comedor, encontré otro – la parte de la anciana no quiso comentarla con su sirviente, no podía dejar que le dijeran que estaba desvariando por el exceso de alcohol. Sería mejor hablar con Armenio el maestre, para ver si el encuentra algún tipo de relación entre los sucesos y estas flores.

La orden del tulipán (Completado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora