Año 1300 E.C.La noche estaba llegando a su final, el frío se había agudizado en el transcurso de las horas y su imparable marcha los arropaba implacablemente. La cabeza de Alejandro todavía daba vueltas, sentía que le dolía todo su cuerpo, como si le hubieran dado una paliza la noche anterior. Miró a su alrededor y todos todavía dormían, Dorcas estaba todavía tirada en el suelo cubierta por un cobertor peludo, parecía un gran osocornudo, Deotrefes estaba arropado con su capa en un sofá y Alice estaba dormida a su lado. Alejandro se levantó torpemente, pues el suelo todavía le resultaba extraño a sus pies. Decidió subir hasta el techo para ver qué hora era.
Una vez subió tres pisos, pudo encontrar una escalera angosta vertical, hecha en madera. Cuando comenzó a subir, tuvo que detenerse varias veces, pues su cabeza lo obligaba a quedarse en el suelo, su cuerpo quería bajar. Cuando pudo subir en contra de la voluntad de su cuerpo magullado, sorbió su primera bocanada de aire fresco de la mañana, el aire estaba frío, pero eso lo ayudaba a despejar la mente y le relajaba el dolor de cabeza. Aunque no estaba seguro que si el dolor era por el vino o por la sorpresa de su madre. Su madre era una asesina, aún cuando nunca la llegó a conocer, la sola idea de que perteneciera a la orden del Tulipán, le dejaba frío.
Sonidos repentinos a lo lejos lo sacó de su meditación, comenzaron a aparecer de entre los árboles sombras negras. Toda la base de la torre Zorzal comenzó a ser visitada por unos hombres a caballo y con sabuesos. Algunos estaban a pie, miraban el suelo y otros con las manos en las cejas miraban a la lejanía, no fue necesario que el viento le helara la sangre a Alejandro, lo habían descubierto. ¿Cómo puede ser que les dieran alcance tan rápido?, al menos no sabrían donde estaban, la torre tenía fama de estar sellada desde hace muchos años, y a menos que tuvieran en su posesión el Pólux, no podrían llegar hasta ellos, pero aún sabiendo esto, Alejandro no podía dejar de preocuparse. Salió de inmediato en busca de Deotrefes para informarle lo que estaba sucediendo, tenían que hacer algo. Cuando hubo bajado las escaleras, Deotrefes estaba recogiendo las cosas, Dorcas, estaba buscando algo para cocinar y Alice se estaba trenzando el cabello.
Deotrefes, tienes que venir conmigo.
Mi señor, tenemos que hablar, lo de anoche...
Vámos primero arriba y luego hablamos.
El muchacho gordo, se levantó y siguió a Alejandro, a medida que subían, el muchacho apenado por haber fallado a su entrenamiento, se disculpó por su exabrupto, pero Alejandro lo interrumpió al señalar las escaleras angostas.
Sube, cuando subas mira el paisaje de abajo.
El muchacho rollizo, pudo ver un enjambre de siluetas acampando en la base de la torre Zorzal. Pero lejos de ponerse nervioso, se animó un poco.
No se preocupe mi señor, ya he estado en situaciones como esta, solo déjeme hacer un reconocimiento de información. Tal vez son solo nómadas o cazadores, pudieran ser hasta campesinos buscando nuevos lugares. Saldré escondido y verificaré quienes son.
No creo que sea buena idea.
No importa. Para eso estoy, ese es mi trabajo.
El joven dió la espalda a su amo y bajó las escaleras en dirección a la salida. Alejandro no quiso contar nada a Alice o a Dorcas, para mantener la calma. No quería que se sintieran temerosas, no lograría nada con eso. Sólo se dedicó a sentarse al lado de Alice y comenzó a ayudarla con su recogido de cosas, buscando si había algo que pudiera ser útil en su viaje, cosas de oro o plata, tal vez algún cáliz.
La piedra estaba helada al tacto de Deotrefes, necesitaba estar seguro que no había nadie cerca de la salida, así no lo verían cuando saliera. En voz baja susurro un encantamiento en la lengua de los primeros hombres, el mapa no hizo ningún boceto, no podía poner en peligro a Alejandro y por extensión a Dorcas y Alice, así que debían esperar pacientemente al anochecer, así habría menos probabilidades de ser sorprendido. Así que decidió una vez más subir. Pero cuando se proponía a volver un ruido al otro lado de la roca se escuchó, y la roca comenzó a abrirse, el corazón de Deotrefes dejó de latir, estaba nervioso. No se esperaba que la piedra se moviera, no esperaba que los encontraran, ¿Cómo iba a ser posible aquello?, si la entrada era secreta y llevaba todos esos años sin abrir, ellos fueron los primeros en hacerlo. No le daba tiempo a esconderse, así que debería llevarse a todos los guardias que fueran posible, así no atraparían tan fácilmente a Alejandro, Alice y Dorcas. Tal vez, ellos escuchen la garata y les dé tiempo a ingeniarse algo para no ser descubiertos. Tomó en sus dos puños cuatro puñales pequeños, la luz se hacía más evidente en su entorno, con un ruido lento y melancólico la piedra se arrastraba hasta dejar por completo expuesto a Deotrefes, dos soldados y un hombre encapuchado fueron los primeros en toparse con Deotrefes. Con un giro fugaz de manos y dedos, Deotrefes liberó en el aire a toda velocidad aquellos puñales, dos se enterraron en la frente de uno de los soldados, este cayó al suelo retorciéndose por última vez, el otro puñal entro en el ojo del otro soldado matándolo en el momento y el ultimo puñal viajaba en dirección hasta la garganta del hombre encapuchado, pero este con el giro de una de sus grandes mangas de la túnica desvió el arma, el puñal cayo con un sonido hueco en el suelo a unos pasos de Deotrefes. Esto hizo que el joven se le abrieran los ojos, -¿Cómo podía desviar uno de sus puñales como si fueran papiro en el viento? -el hombre enmascarado tenía una túnica lila, con diseños de tulipanes escarlata, la máscara le cubría la nariz y los ojos, la misma estaba dividida en dos colores, rojo en un lado y blanco en otro, el hombre que estaba dentro de ese atuendo era excepcionalmente alto, tenía una altura de unos siete pies, sus manos hacían juego con su gran tamaño. Cuando el extraño personaje extendió sus manos para atrapar al muchacho, este como una liebre saltó hacia atrás y en el acto su espada bastarda apareció en su mano. El hombre ya casi lo alcanzaba y Deotrefes dio una estocada, a lo que el encapuchado se echó hacia su derecha para evitar aquel embate tan diestro, el joven rechoncho dio un paso adelante y envió otra estocada hacia la izquierda, cuando el hombre se deslizó con elegancia hacia atrás, Deotrefes sacó de su bolso una pequeña estrella plateada y la arrojó en un cerrar de ojos, con una velocidad impresionante la estrella de plata entró y salió de la túnica dejando en vez de una estela de sangre, humo violeta.
Deotrefes se le abrieron los ojos con horror, aquello no era natural. Si cortas a un hombre este sangra y expira, aquel sólo humeo como una chimenea. Con un movimiento rápido aquel ser enmascarado se acercó hasta estar cara con cara con Deotrefes. No le dio tiempo a reaccionar, solo pudo tratar en vano de saltar hacia atrás, pero ya era tarde. Aquel ser ya lo tenía atrapado entre sus grandes manos. Deotrefes vio con horror como de la herida que él le había infligido al encapuchado, el humo violeta comenzaba a subir hasta su rostro, asfixiado por el humo. Sintió como entraba, pero de momento un sable corto ambas manos del gigante de humo, un chirrido penetrante se escuchó por todo el valle, respirando profundamente y fatigado estaba ahí parado Alejandro con sable en mano. Deotrefes cayó al suelo impotente, sin poner resistencia a la gravedad. Alejandro corrió a socorrer al muchacho caído.
¿Qué demonios era eso?
El muchacho todavía no podía respirar bien, estaba sin aliento y sofocado por la situación.
Vamos, primero salgamos antes que nos atrapen, ya deben de estar alertados los demás.
Terminado de decir estas palabras y un contingente de unos veinte hombres aparecieron casi de la nada. Los soldados comenzaron a cargar hacia ellos. Alejandro sabía que no podían luchar contra tantos, así que preferiría enfrentar un juicio injusto y vivir para pelear otro día a que Alice sufriera. Ella seguía ignorante de lo que sucedía, ambas mujeres seguían en la torre recogiendo las cosas. Si Alejandro se rendía, se lo llevarían sin buscarlas a ellas y así podrían huir tranquilamente.
Pero cuando levantó las manos y se disponía a soltar el sable en símbolo de rendición, vio que sus atacantes no deseaban parar. Uno de los soldados levantó su espada y se disponía a destruir el rostro de Alejandro, cuando dos puñales volaron y anidaron en el cuello del agresor, este cayó con un sonido sólido al suelo.
Maldición, me quieren muerto. -Alejandro no podía creer las palabras que salían de su boca.
Parece que el juicio justo acabó con su sentencia de muerte.
Dos soldados corrieron con mazas y escudos hasta ellos uno lanzó un golpe a la izquierda de Deotrefes dejando abierto su defensa por la derecha, Alejandro aprovechó y clavó su sable por el punto débil, dejando al hombre herido de muerte. Sacó la espada solo para poder parar la embestida del segundo soldado que ya lo tenía encima. El sable de Alejandro resbaló al dar el golpe y el joven cayó en el suelo. Cuando el gran mazo iba a caer sobre el muchacho, Deotrefes le rompió el cráneo con el mazo de su compañero caído. Alejandro tomó el escudo del suelo, y rápidamente rodó por el suelo esquivando tres soldados que impacientemente trataban de despedazarlo. Deotrefes desde la lejanía lanzó un puñal que se alojo en la nuca de uno de los agresores, éste con un ruido sordo cayó al suelo muerto. Los otros dos continuaron atacando al príncipe sin inmutarse por la pérdida de su compañero. Alejandro continuaba desviando los ataques con el escudo robado, hasta que su espalda chocó contra algo nudoso y áspero. Cuando justo ambos sables se disponían a dibujar una sonrisa en la garganta de Alejandro este se cubrió rápidamente detrás de aquel árbol que tenía su sable incrustado. Ambas espadas chocaron, Alejandro rápidamente rodeo y con la espada le asestó un corte mortal a uno de los hombres por la espalda. Al segundo rápidamente lo empujó contra el árbol, este cayó al suelo sin esperanza de volver a levantarse cuando vio el resplandor del sable que le besaba. Cuando terminó con los soldados Alejandro vio desde lejos como Deotrefes seguía cortando y rajando con un talento que lo dejo frío, era demasiado bueno con las armas, en especial con el sable y las dagas. Pero sus brazos y manos se paralizaron y no pudo gritar, manos frías como la nieve lo sostenían y unos ojos violetas le amarraban la lengua, con desesperación vio como cuatro soldados lograron someter a Deotrefes, entonces fue cuando todo se puso tenso, el ser que Alejandro hacía un rato había cortado las manos, se levantó y con un chirrido de ultratumba y de forma sobrenatural comenzó a formar manos de la nada, de la espesura de un humo violeta salieron dos enormes manos. Se acercó con lentitud, sin hacer ningún tipo de sonidos, no tenia pies solo había más humo, humo oscuro e impenetrable, se deslizaba por el suelo como si fuera hielo hasta llegar donde se encontraba Deotrefes sometido. Dos soldados se pusieron a aguantar los pies y los otros dos la cabeza y brazos. Cuando aquel desagradable ser llegó, Deotrefes comenzó a gritar en agonía, sus gritos fueron hasta más agudos que los de aquella bestia que Alejandro le había cercenado las manos. Sus ojos se tornaron violeta y comenzó a botar humo por su boca. Aquella abominación estaba inundando el cuerpo de Deotrefes con su ser. Aunque el muchacho todavía luchaba, era inútil, poco a poco perdía la batalla. Aquello hizo que Alejandro sintiera una ira sobrehumana, como la que sintió en el palacio junto al cuerpo de su padre Isaac. Sus brazos comenzaron a moverse y comenzó a gritar fuertemente. Esto al parecer le dio fuerzas a Deotrefes que comenzó nuevamente a luchar por escapar de aquel servidor del humo. Pero cuando Alejandro sintió que ya se iba a zafar de aquel gigante de humo, un frío recorrió por sus intestinos al ver como un gran puñal de humo se impulsaba y apuñalaba el vientre de Deotrefes. El joven solo comenzó a toser sangre negra como la noche y vio como perdía fuerzas en sus piernas y sus rodillas comenzaron a doblarse lentamente, tres soldados se le acercaron a Alejandro y comenzaron a hacerlo mismo con él. Ya su fuerza por el espectáculo tétrico se había ido y comenzó a sentir como lo invadía el humo intruso por su cuerpo. Ya todo llegaba a su fin, cuando ya no tenía esperanza, vio como Alice y Dorcas eran sacadas a rastras de la torre. Alice comenzó a luchar con la fiereza de un león que es acechado, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Dorcas con sus grandes puños barría con facilidad a los soldados, pero estos le apuñalaron los costados y lograron que la gran mujer cayera al suelo ensangrentada. Alice corrió a su socorro, pero la lograron agarrar. Todo estaba comenzando a oscurecer para Alejandro por el intenso dolor que comenzó a sentir, aquel dolor inundó cada parte de su cuerpo. Pero cuando pensó que ya no podría soportarlo más, una flecha perforó la cabeza del ser que lo estaba torturando. Luego simultáneamente una lluvia de saetas comenzaron a ajusticiar a aquellos soldados y seres de humo. Vió como los seres comenzaban a chirriar de dolor y los soldados impotentes comenzaron a caer al suelo abatidos por las flechas, todas las flechas dieron en sus agresores, pero Alejandro, Dorcas, Deotrefes y Alice salieron ilesos dentro de aquel sorpresivo ataque. Aquel ataque duró solo segundos, cuando hubo terminado sólo habían cadáveres cubiertos de saetas verdes y túnicas vacías en el suelo. Alejandro tambaleando corrió hasta el cuerpo inmóvil de Deotrefes. Cuando pudo apartar la túnica que cubría el rostro de aquel grueso muchacho, el horror invadió el cuerpo de Alejandro. Deotrefes estaba completamente blanco, sus ojos estaban morados y su mirada estaba vacía, sus extremidades rígidas y frías, como si estuviese congelado, pero para sorpresa de Alejandro, respiraba, aunque con mucha dificultad. Alejandro trató de levantar al muchacho, pero no pudo con el peso muerto del mismo. Alice y Dorcas corrieron al lugar donde Alejandro estaba arrodillado junto al cuerpo de Deotrefes. Por la expresión de ambas se podía ver la aflicción y tristeza, Alice se arrodilló junto a Deotrefes y comenzó a sacudirlo sin éxito a alguna reacción posible. Dorcas levantó a la chica para que no viera aquella escena tan horrible, pero la mujer rolliza puso su inmensa mano en los ojos del muchacho y exclamó en voz baja.
¡Mordida desértica!
Aquello no le gustó a Alejandro, tampoco le había agradado aquellos seres tan extraños de humo, pero alguien los había salvado. Antes que pudiera gritar algún agradecimiento, de la espesa niebla comenzaron a asomar siluetas largas, primero aparecieron tres luego se convirtieron en nueve, luego se dividieron en unas quince, ya cuando habían salido completamente de la neblina pudieron apreciar a sus salvadores, eran hombres y mujeres, aunque Alejandro no podía diferenciar entre unos y otras. Todos llevaban la misma forma de vestir, exceptuando uno, que a los ojos de Alejandro parecería el líder de aquel extraño grupo. Aquellas personas iban vestidos de pieles de animales, sus botas eran en cuero y sus cinturones en piel curtida, parecería que fueran hechos por ellos mismos. Todos llevaban grandes arcos de madera con pequeños detalles silvestres, sus carcajes eran como los que se le viera a algún rey, con muchos detalles y terminaciones en plumas, decorados con cabezas de coyotes. En sus cabezas llevaban orgullosamente cabezas de animales y en sus cuellos se veía dientes de toda clase, parecieran alguna especie de trofeos. Cuando llegaron a estar frente a ellos, aquellos misteriosos, hombres comenzaron a quitar las botas, cinturones, armas y cualquier cosa que pudieran conseguir de los cuerpos que adornaban ahora los alrededores de la Torre Roja. Solo quedó el presunto líder frente a ellos, todavía Alejandro estaba arrodillado junto a Deotrefes y Alice parada al lado de Dorcas. Aquel líder tenía el cabello castaño largo, sus ojos eran grisáceos, era joven, a lo sumo unos veintitrés veranos, era delgado y sus ropajes eran de Osocornudo, llevaba puesto la cornamenta del mismo animal como yelmo.
Bella dama de ojos verdes, mi salvadora, que grata sorpresa que nuestros caminos se hayan encontrado una vez más.
Acercándoseles, la tomó por una mano y la besó lentamente. Aquella voz, aquellas palabras, le recordaban a alguien, pero sin embargo, aquel rostro era otro. Alice estaba algo pasmada, pero Alejandro no sabía si era porque le gustase el muchacho o por el momento. Deotrefes respiraba con mucha dificultad y aquello le había afectado grandemente. Alejandro se levantó y camino hacia aquel joven.
Gracias por su ayuda, mi nombre es Alejandro y ellos son...
Dorcas, aquel tirado Deotrefes y esta bella joven de ojos verdes Alice -le interrumpió abruptamente el joven de ojos grises.
Esto sorprendió a Alejandro, pero ya no tenía tiempo para seguir con aquello, Deotrefes se podía morir, necesitaría atención y de inmediato, Dorcas trataba de decir algo:
Necesitamo llevarlo a un Bohique, no podemo' perdé má tiempo.
El joven de ojos grises y cabellos castaños miró al gordo que estaba tirado en el suelo, a sus ojos aquel muchacho no tenía ningún valor.
Parece que lo han besado los hombres de polvo. Si fue así, no le queda mucho, dentro de tres lunas será como ellos, no conocerá a nadie y solo sabrá pelear y matar -sacando una flecha con plumaje verde- sólo queda terminar su agonía con una saeta en la sesera.
Para Alejandro eso no era una opción, no podía permitir que le sembraran una saeta en la cabeza a su sirviente y menos por el hecho de que Deotrefes sabe más de la orden del Tulipán.
¿no crees que sería mejor escuchar a Dorcas? -entonces miró a la mujer que estaba comenzando a cargar al muchacho obeso, que parecía que la muerte ya se lo llevaba.
Mi señó, como yo decí, un Bohique é lo que este necesita.
Alice quien estaba estupefacta con aquella situación, abrió la boca y quitó su mano que aquel joven de cabellos castaños todavía conservaba entre las suyas.
Nadie disparara má ná y nadie matará a mas nadie. Aquí vamo' a salvá al goldo y no me importa que tú digas lo que sea, voy a ayudá y si no ayudas, lárgate po' donde apareciste.
El tono de voz de Alice manifestaba un enojo e indignación por esa conversación, no podía creer que estuviera hablando de Deotrefes como un costal de tubérculos. Pero cuando el joven de ojos grisáceos vio la indignación de la chica que tanto idolatraba, un súbito cambio hubo en su decisión.
Amada mía, Josué Saetaverde siempre estará a disposición de sus deseos.
Con una inclinación un tanto exagerada e innecesaria a los ojos de Alejandro, vio como aquel muchacho, tomaba la mano de Alice. Pero ¿cómo podría ser aquel viejo que ayudaron a escapar del calabozo?
Entonces eres el hijo de Josué Saetaverde... -preguntó Alejandro mirando el rostro del muchacho, pero antes que pudiera proseguir fue interrumpido.
Yo no tengo hijos. Vengan, tengo un bohique en el campamento.
Ya sus compañeros habían terminado el saqueo y se reagrupaban, pero tres de ellos se acercaron a Dorcas, Alice y Alejandro por la parte posterior y le vendaron los ojos, aquello hizo que se caldearan un poco los ánimos.
No se preocupen, no les haremos daño alguno, sólo es por protección. Ya en el campamento hablaremos de todo lo que quieran preguntar, pero por el momento, sólo cubriremos sus ojos.
Asintieron, aún cuando no podrían hacer nada al respecto, pues eran unos quince y ellos solo tres. El camino se le hizo tediosamente largo, Alejandro no dejaba de dolerle el estómago por la impaciencia y la falta de certeza en cuanto a lo que les sobreviniera, de algún modo. Alejandro sentía que estas personas eran su responsabilidad y la sola idea de que les sucediera algo no lo dejaba tranquilo.
Cuando sintió que los caballos se hubieron detenido, el frío ya anunciaba que debía de estar anocheciendo. Unas manos fuertes, como las de un hombre lo apretaron el mentón y el frío de una daga le acarició la sien, después de esto pudo ver lo que le rodeaba. El hombre que lo había liberado de la oscuridad, era en realidad una mujer, era alta como unos nueve pies y sus hombros podían ser la envidia de Isaac Corvo, sus rasgos eran duros y las cicatrices eran testigo de incontables batallas, su mirada era severa y su ropaje no dejaba nada a la imaginación, para pesar de Alejandro.
Vamos, les mostraré sus hamacas, luego Saetaverde, hablará con ustedes en la cena. -La voz de aquella mujer, era tan potente como lo esperaba Alejandro, era ronca y autoritativa, no dejaba ningún tipo de temor o gozo.
Alejandro, Dorcas y Alice, aceptaron con una inclinación de rostro, pero la mujer miró a Alice de una forma que sintió como la piel se le encrespaba.
¿De vera que no é mejor dormi' en é bosque? -comentó Alice en voz baja a Alejandro y a su madre.
Tranquila mi'ja que aquí nadie le tocará mientra' esté viva esta selvidora.
Siguieron a la gran mujer, aquel lugar le pareció increíble a Alejandro, ¿Cómo podía ser que tan cerca del reino hubiera todo un pueblo entre los bosques?, aquel lugar no le faltaba nada. Todos vivían en árboles enormes, en sus ramas habían escaleras verticales y de tronco en tronco se apreciaban puentes, tenían sistemas de polea para subir y bajar a los ancianos, los niños corrían alrededor por todas partes. Unos niños se acercaron a Alejandro y se quedaron mirándolo, parece que no eran comunes las visitas. El niño de cabello negro azabache y tez como el barro, sacó de un bolso que llevaba en su costado una hormiga de gran tamaño, una como Alejandro nunca había visto y el pequeño trató de ponerla en su mano. Esto no le agrado al joven, pero el niño se comió la hormiga, como para demostrarle que era algo bueno. Alejandro no quiso hacerlo mismo, parecía algo muy repugnante, pero en cambio Alice, se acercó al niño y tomó la hormiga e hizo exactamente como el niño había hecho hacia unos momentos. Los ojos enormes de Alice se iluminaron por la sorpresa, Alejandro pensó que era por asco, pero para su sorpresa Alice le había gustado aquella cosa que tanto asco le daba al Joven Alejandro.
De velda' que está güeno, cómo a miel saben las cosas estas.
La mujer que ya había estado mirando a Alice, sin voltearse de su camino, le informó a ella con su voz ronca -son hormigas productoras de miel, en esta zona se crían en las raíces de los árboles, los niños las utilizan como dulces, pero la realidad es que hacemos mucho más con ellas. -con una leve mirada a Alice -si quieres te llevo al cultivo y te enseño como es que se recolecta la miel -aquella mirada incomodaba mucho a la chica, que sentía como la piel se le erizaba nuevamente.
Gracia', pero debemos ir primero con Josué Saetaverde.
Aquello fue como lluvia fría en la cabeza de la mujer imponente, su desilusión fue patente y con un brazo grande y musculoso señalo hasta el final.
Allí encontraran sus hamacas, también encontraran unos cestos de mimbre para que guarden sus pertenencias. Espero que los escorpiones los traten con benevolencia esta noche fría.
Parece que las caras de los invitados, fue terriblemente jocosa, pues una risa brotó de los pequeños labios de aquella gigantesca mujer.
No hagan caso de Elaisa Toro, ella tiene una forma de bromear única.
Se escucho la voz calmada y pausada de un hombre mayor. Cuando Alejandro vio al hombre, era muy anciano, parecería que poseía los mismos años de Armenio y un poco más, sus arrugas tenían la experiencia de muchos inviernos y uno de sus ojos ya estaba tan blanco como sus inviernos pasados, su ojo sano era azul celeste, se veía bondadoso y sabio. Su cabello era gris, como los nubarrones que anuncian una tormenta y era adornado con plumas verdes y rojas. Su tez era como la de los niños de hace unos segundos, de un color como el del barro, sus ropajes eran largos hasta cubrir sus pies, eran colores escarlata y dorado. Se sostenía gracias a un bastón nudoso con una flor en uno de los extremos de maga. Aquel bondadoso hombre miró cuidadosamente a los tres invitados, luego de hacer esto con mucha parsimonia, tomó de la mano a Alice y a Alejandro.
Vengan, tenemos que ir a comer algo, mira que hace unos días no comen bien, deben de estar hambrientos.
Alejandro aceptó y sin atreverse a soltar la mano de aquel buen anciano lo siguieron. Cuando llegaron al lugar donde Josué los esperaba, ya todo estaba servido en platos de madera. Lo que para aquellas personas era un salón comedor, era al aire libre, bajo el resguardo de un gran árbol Baobab. Luces tenues proveniente de unas flores rosadas, colgaban por todo el lugar. La mesa era un tronco y las sillas eran rocas. No tenían lujos, sin embargo aquel lugar era más hermoso que cualquier salón que Alejandro hubiera ido en su antigua vida. La luz que emitía aquellas flores rosadas era delicada y consistente, todo se envolvía bajo la luz rosada tenue. Cuando se acercaron y les indicaron sus asientos los platos eran hermosos, pero su contenido hizo que el estómago del Joven se le revolcara, sintió un leve punzón en el esófago.
Sé que esto no es un palacio, ni mucho menos manjares de reyes, pero para nosotros es lo más selecto -la voz del anciano parecía saber lo que pensaba Alejandro.
Josué se encontraba frente a ellos y no dejaba de contemplar a sus invitados. Parecía escudriñar sus corazones, Alejandro pensó que estaba leyendo sus pensamientos.
No creo que pueda comer, por favor no me malinterpreten, pero necesito saber el estado de mi ami... -y las palabras que le brotarían de sus labios lo tomo de sorpresa -amigo.
Josué sin dejar de contemplarlos, le respondió con lentitud -a su amigo que me dio la daga, el Bohique lo estará examinando.
Pero, ¿no nos habías dicho que solo le tenía tres lunas para que algo nefasto sucediera? -habló Alejandro indignado por la falta de tacto ante su preocupación.
No te preocupes, el Bohique Escarlata dirá que es lo que sucederá. Mientras tanto no podemos hacer nada, a no ser que tengas algún poder milagroso de curar.
La insensatez de aquel muchacho llenó de ira a Alejandro -Dime donde está el Bohique- en eso a su lado el anciano le puso una mano en el hombro a Alejandro.
Haré todo lo posible por tu amigo, sé que han pasado por mucho, y que le tienes en alta estima.
Los ojos de Alejandro se abrieron, no podía creer que aquel viejo supiera tanto de sus sentimientos y pensamientos.
¿Cómo podrás hacer todo lo posible, si Josué Saetaverde nos habló de que perdieron algunos miembros por lo mismo? -entonces Alejandro miró a Dorcas y le preguntó -¿Cómo era que me dijiste, Mordida Desértica?
Aquellos soldados no llegaron al Bohique Escarlata, estábamos en reconocimiento, a unos cuatro días de esta zona, cuando fuimos atacados por los hombres de polvo. No pudimos hacer nada al respecto, sólo defendernos con flechas y dagas. Al final pudimos más, pero perdimos muchas vidas y los infectados... bueno, dejaron de reaccionar. Estaban tan pálidos como la nieve y al segundo día, ya sus ojos eran morados completamente, convulsionaban y maldecían en una lengua de antaño, al tercer día ya no se movían, no respiraban, no hacían nada. Parecían muertos, así que procedimos a darles entierro, digno de guerreros Coyotes, pero a la noche siguiente, notamos que las tumbas habían sido profanadas, cuando uno de nuestros espías llegó corriendo y nos informó que nuestros guerreros caídos estaban en la zona de la Torre Roja, allí fuimos a verlos, pero cuando llegamos los encontramos a ustedes, el resto ustedes lo saben. -aquellas palabras de Elaisa Toro, sorprendieron a los invitados y conmocionaron un poco a Josué, pues sus ojos a la luz de las flores rosadas, parecían despedir roció.
Cuando me separé de ustedes comencé mi trayecto y pude encontrar al grupo de reconocimiento. Aun cuando no pude estar en el momento del primer encuentro, les agradezco que me hayan dado la libertad para vengar a mis hermanos coyotes. -la sinceridad que manifestaba el joven de ojos grises era evidente en la afable sonrisa que les regaló.
Mañana verá a su amigo, hoy no puedo dejar que se acerque a él, es muy peligroso. -le aconsejó el bondadoso Bohique.
Alejandro aceptó, pero entonces miró ya incomodado a su anfitrión que lo contemplaba sin pestañear desde el otro lado de la mesa.
¿Que deseas de mi?, ¿Por qué me miras tanto?
Sólo es que no puedo creerlo, Alejandro. Hace unos meses, antes de que me capturaran y terminara en las mazmorras. El Bohique Escarlata, había anunciado tu venida al campamento. El hijo de Isaac el Rey, ahora estás aquí. Cuando me liberaste junto con Alice, me dejaste ver que eres un buen hombre y que nos ayudarás como lo predijo el Bohique.
¿De qué hablas?, ni tan siquiera tengo trono u oro, cómo puedo ayudar a ti y a tu gente...
Son también tu gente, aquí vivimos los marginados por el reino, cuando tu padre expulsó las antiguas ordenes y quemó los libros de los primeros hombres, tuvimos que huir temerosos por nuestras vidas, pero tú, Alejandro Corvo, nos ayudarás a volver a nuestros años de gloria. Nos ayudarás y nosotros te ayudaremos a volver a tu lugar de origen.
Todo aquello no le hacía mucho sentido a Alejandro. Él sabía que su padre había proscrito todo aquello, pero nunca supo cuales eran las razones. El no se sentía lo suficiente preparado como para llevar una conquista o una rebelión, sólo quería saber más sobre su madre. ¿Cómo toda esa gente que vive en los bosques, podía depositar su confianza en un simple muchacho?, una vez más sintió el calor de la mano del anciano bondadoso.
No temas, pues yo se que estás verde, pero pronto madurarás, tendrás primero que viajar a la ciudad de origen de tu madre, allí contarás con el respaldo del pueblo de Elena.
Si permites que Cazafríos siga en el trono, todo habrá acabado, Cazafríos es el causante que los hombres de polvo hayan resurgido y no tardara mucho antes que la niebla negra nos arrope a todos.
¿Niebla negra? -preguntó Alice un poco confundida.
Es la presencia de la maldad, es un ente que proviene del desierto negro, de las tierras del más allá. Sus esbirros de polvo, ya te encontraron una vez y no tardaran en volver a hacerlo. Por eso necesitamos que viajes al otro lado del océano y busques resguardo bajo el ala protectora de la Orden Del Tulipán, ellos sabrán como contrarrestar este mal, lo han hecho por milenios.
¿Por eso es que Deotrefes dijo que ya había estado en situaciones como ésta?
Josué miró al anciano Bohique y suspiró, -Por más que me duela esto, pero no puedo dejar que se prolongue por mucho tiempo su estadía, sé que eres nuestra esperanza, pero si los Hombres de Polvo, aparecieran... -No pudo concluir la oración, de solo pensar en lo que pudiera ocurrir, le causaba un gran dolor y esto Alejandro lo sabía.
Entiendo lo que me quieres decir, cuando Deotrefes esté listo, saldremos de camino a las Tierras del Más Allá.
No mi querido amigo -se expreso Josué Saetaverde -no puedo dejar que te lleves a Deotrefes, pues tu carga sería mucha. Necesitarás salir cuánto antes, y me temo que Deotrefes no tiene mucha oportunidad de sobrevivir. Si la tuviese, el viaje lo mataría. Mañana saldrán con mi mejor soldado, él los ayudará y los escoltará hasta terminar la orden que le habían asignado a Deotrefes.
Alejandro sabía que esto era una realidad, si Deotrefes fuera con ellos, el viaje hasta el puerto sería más largo y para el pobre Deotrefes sería mortal. Si sobreviviera hasta montarlo en un barco, el viaje sería demasiado fuerte, el clima en un barco es traicionero y muy largo sería el viaje, hasta dos meses.
¿Cómo puede' deja'lo sólo, es tu amigo y te necesita?
Gritó Alice a Alejandro consternada por la decisión, no podía concebir que fuera a abandonarlo de esa forma.
No puedo arriesgar más vidas -trató de explicar sin éxito el joven -también ustedes se quedaran, no puedo dejar que sus vidas se pierdan por mi culpa, mientras yo siga con vida, los esbirros de Cazafríos, me seguirán a donde yo valla. Pues no puede haber heredero al trono con vida.
El anciano miró con su único ojo útil al joven, -¿quién dijo que la cuestión de que te quiera muerto es por tu herencia al trono?
Claro que es por eso, sino ¿por qué és? Soy Corvo, la corona le pertenece a mi sangre.
No mi muchacho, -con voz tranquila, pero firme le habla el viejo -no es la sangre la que posee la corona, cualquiera te reemplazará, ya lo han hecho. Lo que te hace especial para nosotros, para los Tulipanes y para Eduardo Cazafríos, es que fuiste concebido con lágrimas de hielo y sangre. Tú hijo mío, eres producto del poder más viejo y puro, el mismo que volvió loco a Cedric el Negro.
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La orden del tulipán (Completado)
FantasyCada generación tiene algo que aportar a la siguiente, sea para bien o para mal. En el mundo de Egea, no es la excepción. Cada uno vive su vida, sin embargo, cada vida es el reflejo de las generaciones pasadas. Copyright © Todos los Derechos Reserva...