Capítulo 9 Siempre Victoriosos Y Sin Doblegar

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Año 1275 E.C.

    Sus ojos tardaron en acostumbrarse al resplandor de las luces, parecía que había dormido durante años, su mundo todavía se sentía sacudido y adolorido. Trató de ponerse en pie, pero esto fue inútil. Miró a su alrededor para ver que estaba en una celda húmeda y que le ministraban ungüentos y gazas empapadas. Los olores eran una mezcla de calma y odio, no podía concentrarse. Todavía costaba pensar coherentemente, en su mente no había ningún recuerdo que le indicase como había llegado hasta ese lugar tan horrible. Nuevamente trató de levantarse, pero cuando miró vio su escudo magullado por los ataques.
¡AMANDITA! –grito desesperado, ¿Qué habría pasado en el tiempo que había perdido la razón? –déjenme ir, ¿Dónde estoy?
Tranquilo, por favor, mire que se abrirá la sutura –escuchó a su derecha, la voz de una Hija De Las Noches Tristes.
Pero aun así debía levantarse y ver qué había sucedido. Tenía que entender donde estaba y como había llegado hasta allí. Todo aquello era muy confuso, el recuerdo de Elena irrumpió en su mente, ¿Qué habrá sucedido con ella? El recordar a Elena causó un furor. Con su mano izquierda comenzó a buscar a su alrededor. Encontró algo duro, era astillado, pero serviría. Cuando levantó su brazo, aun sintiendo dolor, trató de atacar a las personas que lo retenían postrado en aquel lugar húmedo. Su instinto le dictaba que debía seguir luchando, pero su cuerpo sólo pedía descanso.  Hasta que una gran mano lo empujó al suelo, a la vez que una maldición era arremetida contra él.
Esto era lo que me faltaba. Maldita sea la hora en que te deje irte con aquella mocosa, ¿Qué crees que haces animal? Ya no estás en el campo, sobreviviste porque eres tan inútil que el mismo Zafiro no te quiere en sus aposentos ni como su put… -el viejo tuerto, paró cuando Amandita le golpeo la cabeza mientras pasaba para ver como seguía su sobrino.
No le hagas caso a este viejo perro sarnoso, él está en realidad contento de que hayas sobrevivido, aunque casi no lo cuentas. –los ojos marrones de Amanda se veían apagados y un tanto cansados, aunque todavía conservaba esa fiereza que la caracterizaba.
¿Dónde estamos?
En una maldita cueva. Somos como murciélagos ahora, todo esto está lleno de mierda y humedad. haaa, pero mira para allá, -y señalo un extremo de la cueva- hay mas mierda que húmeda. Me largo a cazar algo, vuelvo mas tarde.
Mi señor, ¿quiere que le acompañe alguien? –le dijo un soldado
No necesito que alguien me acompañe una niña, tengo las dos damas que me hacen feliz –y levantando sus dos manos mientras salía por la puerta –Viuda y Morticia la Decapitadora –y de un portazo salió de aquel lugar.
Oye, ten más cuidado… ¡salvaje! –y mirando a su sobrino malherido -¿Cómo te sientes?
Estoy mejor aquí, que en el fango, ¿Dónde está Elena, que ha pasado? –los ojos de Isaac miraban fijamente los de Amanda, buscando algún rastro de malas noticias.
La verdad es que no sabemos nada de lo que le haya sucedido.
¿Cómo es eso? –sus oídos no podían creer lo que estaba escuchando, sintió enojo y un maldito sentido de culpabilidad junto con impotencia.
El viejo Hacha pasó por el campamento y lo encontró en cenizas, no había nadie. Eso podría explicarte por que esta tan molesto. Encontró el cuerpo de su hijo junto con el de los hombres y mujeres que se habían quedado en el campamento. Estaban todos esparcidos por todo el lugar y de entre todas esas personas solo había sobrevivido una sola. Todos los demás, en pedazos o colgados, al menos los que tuvieron suerte.
Aquello le paró el corazón a Isaac, no podía creerlo, Elena podría estar muerta por su culpa, si le hubiese escuchado, si hubiera huido con ella…
No te atormentes, pues el hombre que quedó vivo informó que los hombres que atacaron se llevaron a Armenio y a Elena. Aparte de esto, no sabemos donde esta Eduardo, Pues no le hemos visto desde que llegamos del combate.
¿No sabes a donde los llevaron? –estas palabras hicieron que se sintiera un poco mas aliviado. Pero luego se estremeció al imaginar qué clase de trato estarían recibiendo, torturas y violaciones. Pero Isaac prefirió no llegar a esas conclusiones- si los tomaron fue porque saben que eran nuestros allegados y eso les puede ser de provecho–dijo con voz pausada y pensativa Isaac.
Y por que iremos a buscarlos –continuó Amandita –no te preocupes, que en el momento que tu estúpido abuelo se le valla la rabieta, iremos a colectar cabezas negras. –pero procura descansar, deberás mejorar esas heridas. No fueron muy profundas, pero los cortes lograron que perdieras mucha sangre, pensé que morirías. –dirigiéndose a una de las enfermeras –dénle un poco de Te de Luna llena para que se relaje y pueda dormir.
Cuando le pasaron aquella copa con el olor a especias y una hoja de menta para disfrazar aquella fuerte esencia, lo bebió con resignación pues el dolor ya comenzaba a surgir nuevamente. Cuando bebió aquel té, sintió como el sabor amargo bajaba por su garganta y luego el olor a menta inundaba sus ojos. Pero aquella sensación molesta fue sólo momentánea, pues comenzó a ver como su mundo se esfumaba como dientes de león en el viento, solo había silencio y tranquilidad. Su cuerpo pesado y magullado se hundía en la paz del reconfortante sueño.
Cuando abrió los ojos nuevamente, la primera cara que vio fue la de su viejo abuelo tuerto que lo contemplaba a la luz de las velas. Aquel viejo rostro estaba pensativo y letárgico, como recordando tiempos que nunca volverían. Al notar que su nieto se movía, levantó su vista y clavó aquella mirada de hombre poderoso y curtido en el mar. Isaac sabia que aquel hombre que llamaba abuelo Hacha, era bien conocido por su habla fuerte, pero a la vez por ser directo y odiar la hipocresía, claro que a esto se le puede sumar también la higiene.
Por fin te despiertas.
Si Señor –esa era la forma en que Isaac le contestaba a aquel viejo lobo de mar.
Ante aquella respuesta, Isaac juraría que una leve sonrisa se había dibujado en el rostro de su abuelo, al menos estuvo por una fracción de segundo. El viejo Hacha, asintió con la cabeza y prosiguió.
Cuando te fuiste con aquella chica inconsciente al bosque, de camino a tu padre, ¿hablaron algo en sus momentos de lucidez que deba saber? –el viejo era directo y no le cambiaba la mirada, aquello incomodaba en gran manera a Isaac.
Abuelo –la mente de Isaac corría a gran velocidad –no, no me acuerdo de nada que haya sido así de especial.
¿Ninguna cosa en particular? –la mirada del abuelo seguía siendo escrutadora, con esa misma insistencia como si estuviera excavando para buscar un tesoro.
Elena no me hablo de nada que fuera diferente a cualquier otra chica –Isaac omitió el hecho de que ella estuviera obsesionada los primeros días con un trabajo.
¿Con que otras chicas tú has estado? –una risotada característica de su abuelo hizo eco por toda la cueva –si eres tan imberbe como las babosas de mar.
Aquellas expresiones de su abuelo causaron rubor en el chico, pero trato de no aparentarlo –ella llegó al campamento con un hombre, dos mujeres y dos niños…
El ojo de su abuelo brillo con la luz de las velas, el joven sabía que su abuelo había descubierto algo.
¿Qué sucede abuelo?
¿Aquel hombre tiene acento de las Tierras Del Mas Allá?
Aquello tomó por sorpresa a Isaac. Pudiera ser que lo hayan capturado, así podría conseguir por qué tanto Elena buscaba a aquel hombre y además, aprender más sobre ella y ver por qué le había mentido.
Aquel hombre se llamaba Jamed Azair, ¿lo han encontrado?
Los ojos de su abuelo se abrieron, aquel hombre era tan expresivo con su rostro, como de sincero. Su rostro nunca podía ocultar sus verdaderos sentimientos, por esta razón nunca hubiera encajado con la clase de nobles. Precisamente es por esto que nunca encajo con los ricos. Los convenios y arreglos siempre los llevo a cabo Jaime Altoarbol o su hijo Antonio, pero él era muy torpe para expresarse y siempre terminaba insultando a alguien. En sus conversaciones siempre salía a relucir algún genital o alguna maldición.
Lo tenemos, pero el bastardo dice llamarse de otra forma, un nombre que solo el maldito Zafiro puede pronunciar, pero el nombre suena a flatulencia. Tal vez después de la cena pueda pronunciarlo. –La risa de su abuelo volvió a retumbar por la caverna.
Necesito hablar con el… -la voz de Isaac era apresurada y casi sin respirar.
Tranquilo niñita, ya hemos hablado con él y nos canto unas baladas muy lindas. Mira que el Gustosito ya lo hizo hablar, pero el pobre infeliz no dejaba de gritar como niño que se le corta el prepucio. –El Gustosito era un hombre viejo, grande y perverso, en sus tiempos de mocedad era un temible pirata, viajó muchos años junto con Benjamín, pero aquel viejo, era sádico, si no sangraba no le entretenía, al menos eso era lo que él decía. Si el Gustosito había hecho cantar a Jamed, no creía que quedara mucho de aquel hombre, sólo quedaba hablar con su abuelo y contarle lo que supiera y esperar que el viejo perro de mar le hablara de la confesión de Jamed.
Muy bien, hay algo más. –dijo entre suspiros mientras le esquivaba la mirada a aquel profano anciano.
Los cantos de sirena tenían tu cerebro en remojo. Habla niña, cuéntame ¿qué flores te dejo recolectar de su jardín? –la risa pervertida de Hacha se escuchó, ya Isaac se daba cuenta que su abuelo estaba de mejor humor.
Isaac comenzó a relatar todo lo que había ocurrido desde el momento en que se vio por primera vez a Elena hasta el momento que llegaron al encuentro de Romero. A medida que iba hablando su abuelo escuchaba sin hacer ningún tipo de comentarios. Solo escuchaba en silencio, como si estuviera tomando notas en su mente. Cuando Isaac por fin terminó su relato, el hombre tenía el seño fruncido, nada de comentarios de doble sentido y nada que fuera obsceno, sólo silencio.
Eso es todo lo que ha sucedido. –Isaac se sentía como si hubiera traicionado la confianza de Elena, pero no había hecho nada malo, sólo quería saber más acerca de ella –pero dime Hacha, ¿que ha cantado aquel hombre? –la insistencia en los ojos del muchacho lograron que el abuelo cediera y hablara.
Bien, tienes esa testa tan dura como un crustáceo, y como un camarón, llena de mierda. Por meterte con esa chica estas arriesgando todo. Esa chica no te conviene, mejor busca una que te pueda dar mierdecillas con tus ojos. Pero al final si esa es la que hace que …
Abuelo, por favor
Mira hijo, esa niña le pago a ese tal Jamed o nombre de flatulencia, para que la ayudara a huir. Ella quería salir de la guerra y de la ruina que esta trae. Ella en realidad era una guerrera Tulipán, no me preguntes qué demonios es eso, pero en mis viajes solo encontré uno de esos, era un perro muy raro. Al parecer la chica desertó y eso le costará su vida. –al ver la cara de horror de su nieto, sabía que aquel muchacho cometería una estupidez y luego la llamaría amor –ni pienses que iremos a rescatarla a ella. Idiota inconsciente, mis hombres han dado su vida por esta guerra para un futuro mejor, no para poner sus vidas en manos de un perro faldero.
Para Isaac aquella guerra era de su difunto padre y abuelo. Pero el hecho de que él quisiera dar su vida por Elena, valía más que morir por conquistar un reino para beneficio propio. Estaba cansado de todo eso, solo quería ir y buscar a su futura reina. Benjamín vio como su nieto contraía su rostro como si un hedor hubiera azotado su nariz.
    La noche transcurría como cualquier otra en aquella cueva. El frío y la humedad estaban latentes en cada momento, pero ya Isaac sentía mucho mejor. Las Hijas de Las Noches Tristes habían hecho un trabajo magnífico. Aquellas mujeres, eran viudas de guerra, la pasaban peregrinando alrededor del mundo de Egea, sanando a los heridos y curando a los enfermos. Se valían de habilidades de lágrimas, un poder que trasciende  cualquier otro, que vive del deseo. Al abrir los ojos, el joven miró a su alrededor en busca de alguna persona aledaña. Al no ver a nadie se levantó sin hacer ruido, el único sonido que se debía escuchar era la gota que arremetía implacablemente contra el suelo. Cuando su pie tocó por fin después de varios días el suelo, se estremeció con el frío del mismo. Buscó a su alrededor sus botas de forma infructífera, pero al cabo de un rato divisó unas, no eran las de él pero funcionarían. Se levantó deprisa y camino ligero ignorando las piedrecillas que se clavaba en su planta del pie y el frío que castigaba y recordaba su desnudez. Ya alcanzada las botas, tenía que buscar ropa. Isaac se dio cuenta de que no podría hacer uso de su armadura, esta era muy pesada y el todavía sentía un poco de debilidad. Cuando levantó la vista vio a unos pasos los ropajes negros de una Hijas de Las Noches Tristes. –Si las utilizo, podré salir en la oscuridad y nadie me verá. Sólo espero que mi abuelo no me reconozca con estos ropajes, no quiero ni imaginar el que me diría el viejo guarro ése. –Pensaba Isaac mientras se ponía la capucha por encima del rostro. Cuando salía, la noche estaba a punto de comenzar, las estrellas acababan de salir y los coquíes cantaban su canción nocturna para el deleite de su auditorio. El aire era fresco y un poco húmedo, el verano pronto se acabaría y el otoño traería un nuevo reinado. Pero a Isaac esto no le importaba, solo quería buscar a Elena y huir de todo aquello. Cerró la puerta con mucho cuidado, la puerta de madera con quicios de soga, cerró tan pasivamente como caracoles recorriendo una piedra. Bajando la pendiente con mucho cuidado de no resbalar por la humedad de las piedras. Poco a poco veía como el suelo se iba acercando, la vista era hermosa, aun en la relativa oscuridad, los árboles grandes y poderosos y el vasto campo, los olores frutales y el aroma suave de los pinos eran regalados por el viento. Cuando ya hubo bajado, la grama amortiguó su salto, sus dedos sintieron la humedad de la noche en la hierba. Cuando comenzó a correr una sombra de la oscuridad lo tomó por el cuello y lo arrojó al suelo. Isaac trató de luchar, pero aquellas manos pequeñas eran más fuertes que él, una voz dulce y burlona comenzó a escucharse proveniente de aquella sombra.
De veras que tardaste mucho, sobrino –le dijo la chica mientras se descubría el rostro, el cual se había pintado de color violeta oscuro, parecerían tintes provenientes de Betula. Con aquella pintura en su cara parecía momentáneamente a los invasores, sólo que con menor tamaño.
Tía disculpa, pero deberé ir solo. No puedo permitir que vayas conmigo.
Tú jovencito, no me prohíbes nada, yo soy tu tía y yo soy la que te podría dar una reprimenda por estar vagando por estos lares a estas horas, ahora eche para acá. –con una risita comenzó a darle azotes.
Vamos Amanda, no puedes. Casi nos matan la última vez.
Te recuerdo sobrinito, que al que casi matan era a ti, yo no estuve convaleciente. –Su rostro violeta acentuaba los ojos de la chica.
No tengo tiempo que perder con esto. Si quieres ven, pero que luego el viejo Hacha no venga a tratar de usar su viuda o Morticia conmigo porque has venido.
Mientras corrían en busca de caballos, Isaac preguntó a su Tía -¿Cómo sabias que iría a buscarla?
Elena me dijo que confiaba en ti. Además, siempre te has creído un príncipe encantador, ¿por qué perder esta oportunidad?
Los caballos descansaban amarrados a un árbol. El paje que los tenía que estar vigilando, dormía plácidamente en un montón de forraje. Amanda le dijo por lo bajo a Isaac, que esperara allí entremedio de los árboles en lo que ella traía su transporte.
¿Por qué tienes que ir tú? –preguntó algo indignado el chico.
Por qué haces demasiado ruido, además ese que está ahí es uno de los hombres de mi padre. Si se despertara, no dudes en que hablara a Hacha de que Isaac salió en medio de la noche y ¿qué crees que pensara Hacha? –Tenía lógica, si ella era descubierta no pasaría nada. Después de todo, Amanda siempre salía de noche a patrullar.
Cuando Amanda se acercaba, lentamente y con cuidado donde pisaba para no romper alguna rama u hoja seca en el suelo que pudiera levantar al durmiente vigía. Una vez llegó a los caballos, los desamarró y los comenzó a halar. Pero uno de los caballos por la sorpresa de la chica con la cara violeta, dio un pequeño escose. Aquello fue suficiente para que el hombre que dormía en la paja se levantara, -¿qué crees que haces? –preguntó el hombre sacudiéndose la paja que le quedaba en el hombro mientras se acercaba a la chica.
¿Qué crees que hago, inútil costal de paja? –aquellas palabras terminaron de despertar a aquel hombre adormilado, -Si no vas a ayudarme, puedes volver a tu sueño de prostíbulos y licor.
La cara de susto del hombre le dejó claro a Amanda que aquel no volvería a dormirse por el resto de la guardia.
El viaje fue duro, cabalgaron lo más rápido posible, Amanda tenía una confidencia de la ubicación del campamento de Cedric, con suerte lograrían llegar sin ser vistos y recuperar a la chica. Mientras surcaban los caminos a toda velocidad, el chico le pregunto a su tía.
¿Por qué me estas ayudando?, no conoces a Elena.
Pero si te conozco y sé que no durarías mucho sin mí, el día en que no esté a tu lado, ese día lo más seguro mueres. –y entre risas siguieron su camino.
El campamento estaba sumido en el silencio, la noche arropaba con su oscuridad y las estrellas refulgían en el cielo. En el amparo de la noche y en las alas de la oscuridad como polluelos que se a cobijan bajo su madre, Amanda e Isaac entraron en aquel extraño campamento. Las casetas eran diferentes a las de ellos, eran como pilas de pieles amontonadas una sobre otras, cada tienda tenía una cornamenta distinta y cada una era más grande que las otras. El campamento estaba organizado en forma circular y cada área tenía una hoguera encendida, pero el fuego de dicha hoguera era verde, no se veía como la fogata normal. Amanda sin hacer ruido giró el rostro del chico y señaló con su dedo una estructura negra que emergía de entre el mar de casetas de pieles. Aquella caseta era por lo menos tres veces más grande que las demás. La cornamenta de aquella caseta era de marfil, eran unos cuernos enormes. Los chicos no podían imaginar a que animal le podían pertenecer aquella gran cornamenta, pero de seguro sería un animal de magno tamaño.
Elena deberá de estar por esta área, debe haber algún tipo de prisión o celda.
Mira allá hay unas personas encadenadas a unos postes –señaló Isaac al ver a lo lejos unas siluetas negras moverse.
       Lentamente se fueron acercando, con cuidado a no despertar algún inquilino del campamento, ya a unos pasos pudieron acercarse y vieron con horror que eran personas colgadas ya irreconocibles, Isaac sintió ganas de vomitar al pensar que una de esas personas podían ser Armenio y Elena. Pero de pronto, Amanda tomó al joven que todavía estupefacto miraba a los pies de los cuerpos roídos por ratones y picados por cuervos y lo empujó detrás de unos arbustos. Cuando ambos miraron, eran dos guardias que habían venido en su patrulla. Aquellos hombres eran altos, por lo menos uno de ellos tenía siete pies, llevaban una armadura menos pesada, de cuero con terminados en hierro, no llevaban yelmo alguno y pudieron ver sus rostros. Aquellos hombres tenían la tez negra como la noche, sus ojos eran violetas claro, sus narices eran chata, sus pómulos eran pronunciados y sus cabellos trenzados. Pero sus dientes eran amarillos y recordaban a los de un canino. Se pasaron justo frente al arbusto, Isaac sentía que los verían, sólo tenían que bajar la mirada violeta y ahí estarían servidos en bandeja de plata, pero en vez de eso, comenzaron a charlar en aquel áspero idioma.  Aquella conversación dio paso a un sonido aun más horrible que aquel idioma, parecería una risa, pero era más bien un rugido. El más alto se posó justo frente a Isaac y procedió a bajarse los ropajes mientras que el otro miraba al horizonte. Isaac no podía creer lo que estaba sintiendo, una humedad caliente comenzó a empaparlo de la cabeza hasta los hombros, tenía ganas de gritar, pero Amanda lo sostuvo y le tapó la boca. Habiendo terminado con su faena física, el gran ser se volteó y se fue con paso más liviano. Isaac estaba asqueado, pero no podía gritar ni maldecir. Tenían que seguir, pero eso no impidió que Amandita comenzara a reír, se tuvo que tapar la boca con las manos y la capa para amortiguar el ruido de la risa. Cuando se hubo ya calmado y acostumbrado a la nueva esencia de su sobrino, le indicó a Isaac que debían dirigirse hasta la gran caseta.
¿Por qué deberíamos hacer eso?
Elena y Armenio, se encuentran en ese lugar y mañana montaran en la pica a Elena.
¿Cómo sabes esto?
Aprendí un poco de Saaraneo en las islas topo.
      La gran caseta se imponía a unos metros, pero estaba patrullada por tres soldados imponentes negros. Decidieron esperar hasta que se movieran, pero aquello no ocurría. La noche ya estaba avanzada y Amanda creía que era cuestión de tiempo que se quedaran dormidos aquellos soldados negros como el inútil guardián de los caballos. Pero no fue así, continuaron allí, apostados como estatuas.
Bordeemos la caseta, para ver si hay alguna otra entrada. -Pero cuando se disponían a continuar su búsqueda, se acercó un soldado corriendo hasta aquellos vigías, al momento ellos se fueron dejando la entrada libre.
Esto no me gusta. –dijo dubitativa Amandita –No creo que debamos entrar ahora, mejor rodeamos la caseta, será más seguro.
Estás loca, ya mismo amanece y todavía tenemos que entrar y ver donde puede estar Elena y Armenio. –el desespero de Isaac había dominado su cautela –Ahora hay que aprovechar, sino tal vez no habrá otra oportunidad.
Siempre hay otra opción, solo hay que ser pacientes –Amanda trataba de razonar con Isaac sin éxito, el chico estaba ensimismado y estaría a punto de arriesgarlo todo por Elena.
Antes que pudiera Amanda detenerlo, el chico salió de los arbusto  y corrió ligero sin hacer ruido, hasta llegar a la enorme entrada de aquella gran barraca. La entrada eran varias capas de pelaje animal, cuando movió lentamente un poco, para asomarse y ver si había alguien, no vio a nadie. Aquel lugar era inmenso y estaba en penumbras. Entró con mucha cautela, el suelo estaba alfombrado con el pelo de algún animal, posiblemente oso. Había varias entradas dentro de aquel lugar, todas con pieles de animales. Con cuidado Isaac se acercó hasta la entrada que tenia frente a él. Sus pasos eran livianos y su respiración pausada, no quería hacer ni el menor ruido, a pesar de esto sentía como su corazón lo traicionaba y anunciaba su llegada. Extendió su brazo y su mano fue abriéndose, hasta sentir el suave pelaje de zorras, cuando apretó y abrió lo suficiente como para poder ver qué había detrás de aquella entrada sus ojos se dilataron y su boca se abrió en sorpresa. Sus ojos debían de estar engañándolo, no podía ser verdad lo que estaba viendo, buscó en su cinturón la espada y la empuñó con fuerza. No podía dejar que prosiguiera aquel espectáculo, pero cuando se disponía a entrar, una voz le habló desde aquella habitación.
Vamos Isaac, entra, no te quedes hay parado.
Aquella voz era dura, con el mismo acento leve que las otras voces de los hombres negros y ojos violetas almendrados , solo que este hablaba su idioma, no el Saaraneo, pero sus facciones eran distintas, no eran como los demás de sus guerreros, su tez era como barro y sus cabellos plateados largos hasta el suelo, sus dientes eran blancos como la leche y su rostro duro y cuadrado, su estatura era aun superior a la de sus soldados, podía mediar más de ocho pies, su armadura era de huesos y sus yelmo era de cuero con tres grandes cuernos de unicornio rayado, en una mano llevaba un guante con una gran lanza y la otra mano estaba desnuda. En la alcoba Isaac percibía algo pesado y cortante. Una sensación de peligro, el aire era pesado, como si pudiera cortarlo con su sable y hacerlo sangrar. En la habitación Isaac pudo ver a Armenio y a Eduardo Cazafríos parados a ambos extremos de Cedric el Negro. Armenio parecía de la misma estatura casi de Cedric, sino fuera que los años lo habían doblegado. Ambos tenían los ojos negros completamente y a la vez vacíos, parecería que estuvieran en un estado de letargo. No reaccionaban, sólo estaban allí parados como trofeos en la pared. En el centro de aquella habitación estaba Elena, con los brazos estirados, en una especie de cama de tierra y paja. No reaccionaba, parecía muerta, estaba pálida como el mármol. Isaac estaba furioso, con él por llegar tarde y con Cedric por haber hecho semejante atrocidad. Aquella voz nuevamente habló.
Vamos Isaac, entra y únete a tus amigos, si los quieres de nuevo sólo tendrás que hacer algo por mí. –la voz de aquel gran ser era profunda como el océano y tan negra como la noche.
Isaac no quería escucharla, pero aun cubriéndose los oídos, la escuchaba en el interior de su cráneo.
¿Que posiblemente quieres tu de mi?, no tengo nada que tu necesites.
Sí, claro que sí, sólo necesito que termines el trabajo de Helane, que acabes su encomienda, sólo eso y te la devolveré, hasta te podrá dar pequeñines con tus ojos y su rostro.
¿Cuál era su comisión? –Aunque no deseaba hacerla, pero tenía curiosidad, aquello era lo que la tenía preocupada cuando la conoció y aquello era por lo que no deseaba volver a la guerra, ¿Qué podría ser?
Una sonrisa turbia se dibujo en el rostro de aquel ser, sus ojos se enfocaron en ella y su gran mano desnuda acaricio su rostro pálido y sin vida.
Sólo tienes que matar a Benjamín Corvo, solo eso. Una vez acabes con ese troglodita, Helane será toda tuya.
Aquellas palabras repugnaron demasiado al joven, no podría, aquello que le pedían era una abominación.
Nunca te daré la vida de Hacha, ¡jamás! –gritó el joven, olvidando que estaba en un campamento rodeado de enemigos. –Jamás, maldito bastardo –la rabia, había vuelto a los ojos de Isaac. Su padre había muerto a manos de aquel salvaje y Elena yacía en esa cama sin vida –¡Si lo quieres, crece un buen par de huevos y búscalo tú! –aquellas palabras habrían hecho sentir muy orgulloso a Hacha.
Pero en la parte de atrás de la tienda se escuchó la risa desmedida de algún salvaje. Isaac y Cedric se giraron, para ver como una gran hacha rajaba la tienda y dejaba entrar a un hombre tuerto, totalmente cubierto en sangre negra. Aquel hombre sostenía en cada mano un hacha y gritaba desde la entrada recién hecha.
¡ESA ES MI SEMILLA, MI VERDADERA SEMILLA COÑO!
Esto sorprendió a Cedric que no se imaginaba que aquel impulsivo hombre fuera a entrar de aquella forma.
Si me quieres, condenada larva, aquí me tienes servido a tu mesa, ven por mí si tienes huevos. –con eso miró a su nieto con el único ojo que tenia.
Benjamín, que agradable visita, aunque mejor hubieras esperado una invitación.
Si ya se cuál era la invitación. –y con un molinete y con ambas hachas llegó hasta Cedric, este dio un salto hacia atrás y con la espada de la mano enguantada le dio una rotación para descarriar los ataques de Benjamín.
Los ataques del abuelo de Isaac eran fuertes y contundentes, aquel hombre tenía el vigor que Isaac hubiera deseado tener. La viuda silbaba en el aire, anunciando su trabajo. Cedric se giraba y la detenía con su espadón negro, terminado esta acción ya Morticia atacaba por el otro costado. El sonido de metal inundaba aquel lugar, su abuelo cubierto de sangre negra luchaba ferozmente sin vacilar, ciertamente el lema de la casa Corvo vivía en aquel viejo pirata. Isaac miraba impotente desde el lado de Elena, no quería moverse de allí. Isaac sintió una mano en su hombro que lo obligaba a darse la vuelta, alzó los ojos y vio a Armenio y a Eduardo que con sus ojos vacíos venían a retenerlo, no sabía si debía de luchar. Aquello era incómodo y confuso, ¿cómo podría el luchar contra Armenio y Eduardo?, con el pomo de su sable arremetió contra la frente de Armenio tratando de que este perdiera el equilibrio y cayera, pero no lo logró, dio un salto y con el peso de su cuerpo aporreó el rostro de Eduardo, pero tampoco pudo disminuir su intención, aunque eso le gustó. Todos los intentos de Isaac eran en vano, no podía hacer que cayeran o menguaran sus pasos. Los brazos de aquellos hombres tenían una fuerza increíble, Armenio comenzó a arremeter contra Isaac en el rostro. Aun cuando Isaac se cubriera, siempre uno de los dos encontraba donde entrar un golpe. El joven Corvo corrió contra Eduardo y se lanzó para tumbarlo sin éxito, Eduardo como sacudiendo paja de su ropa, lo arrojó contra el suelo a unos pasos de la lucha entre Benjamín El Hacha y Cedric El Negro. Aquellos dos hombres seguían con suma habilidad peleando, pero al parecer a Isaac no le iba tan bien, el levantarse fue faena difícil. Las manos fuertes de Eduardo lo levantaron del suelo y lo arrojó al otro lado del cuarto, a pesar de que el suelo estaba cubierto de alfombras peludas, la fricción dejo una pequeña marca en su rostro. En el suelo Armenio comenzó a golpearlo en el rostro, mientras Eduardo sacaba un puñal plateado, tenía diseños de copo de nieves y su hoja era azul cielo, con una rápida sacudida, levantó su pierna y lanzó una patada a la mano de aquel hombre, que provocó que el puñal saliera de sus manos.
Ya su cuerpo magullado en el suelo, sólo podía ver la lucha entre su abuelo y Cedric, vio como este con el mango del espadón arremetió contra su abuelo que lo hizo perder el equilibrio momentáneamente. Isaac gritó, no podía hacer nada, lo estaban sujetando, pero una red cayó sobre ellos como pescados que son sacados a la fuerza del mar, Amanda con sus piratas había agarrado a aquellos hombres en estado catatónico. Rápidamente Isaac se levantó y vio como Cedric daba un giro en sus pies, esquivó a Viuda, detuvo con su mano el ataque de Morticia, y esta le dio un beso frío en sus dedos, lanzando sangre negra por todos lados. Cedric se retiró con la mano ensangrentada unos pasos, pero no hizo caso de esto. Con la misma fiereza de un lince volvió a arremeter contra Benjamín, pero esta vez con más ímpetu y más brío. Ya el abuelo de Isaac estaba cansado, no podía moverse tanto. Al pobre viejo los años comenzaban a ser evidentes, cuando en uno de sus giros no vio como la hoja negra de Cedric le dibujó una sonrisa en la pierna, el hombre comenzó a sangrar, pero de su boca brotaban más blasfemias que de su profuso sangrado. Perdía equilibrio y fuerza, esto le daba mucha desventaja, Isaac sabía que era cuestión de segundos antes de que su abuelo cayera como su padre. El joven Corvo corrió lo más rápido que pudo, en el fondo la voz de su tía se escuchaba como un susurro, los hombres blasfemaban y maldecían. El sólo tenía en la mira la mano con la mandoble, no podía dejar que le asestaran el último golpe. Cuando estaba a punto de llegar, dio un salto con espada en mano y comenzó a gritar. Esto llamó la atención de Cedric, se giró un segundo. Pero solo bastaba eso para que Benjamín introdujera a Morticia en la pierna de Cedric, un grito estremecedor sacudió el lugar, Armenio y Eduardo cayeron al suelo. Cedric rápidamente golpeó a Isaac con la mano mutilada por Morticia, este cayó al suelo de espaldas. Benjamín rápidamente sacó de la pierna del rey negro con un chasquido a Morticia y Viuda estaba ansiosa de probar aquella sangre negra. Lanzó un golpe con esta al rostro de Cedric sin resultado, esto hizo que se desequilibrara y su pierna doblara mal, dejándole expuesto a un ataque frontal. Cuando cayó al suelo sólo se escuchó el grito de Amanda clamando por su padre caído, ya el espadón había caído sobre Benjamín en un ataque rápido y limpio.
Te has hecho viejo.
¡Vete a la mierda! –gritó con fuerza Benjamín, aun cuando estaba traspasado por el pecho con aquella espada negra, este podía ser tan fiero como un león
Te dije que te mataría, te saque ese ojo, ahora el otro será también mío. –una risa estruendosa se escuchó en la cabeza de todos los presentes.
Los labios de Benjamín borboteaban sangre y su rabia era evidente, su rostro evidenciaba la derrota y la ira de un pirata que le han arrebatado su tesoro. Isaac se levanto corrió junto con Amanda, pero este golpeó a su tía, que cayó al otro lado del cuarto. El joven se giró y corrió hasta Cedric, que todavía sostenía aquella espada con la mano enguantada, dio un giro seguido por un brinco, su espada fulguró con la luz de la mañana y como un rayo de sol entró por el hombro de aquel gigante. A medida que entraba el sable, el grito era más desgarrador y estruendoso.  La risa de su abuelo acompañaba el dolor de Cedric en esos momentos, Isaac soltó el sable y corrió hasta su abuelo. Pero antes de proseguir hacia su abuelo miró a Cedric y con un golpe rápido planto la suela de su bota en el rostro de aquel ser enorme, el sonido de huesos quebrándose reemplazaron los gritos ahogados de Cedric, este cayó al suelo herido de muerte.
   La hoja del espadón estaba muy incrustada en Benjamín, pero tenía que sacarla. Cuando fue a tomar la espada, Amanda gritó desde el suelo alfombrado.
¡No la tomes con las manos!, esa espada esta maldita, ni el mismo Cedric podía sostenerla por sí mismo, míralo.
Al ver al hombre tirado, vio que era cierto, aun el guantelete que sostenía el espadón, estaba quemado. Isaac escuchó la voz cansada de su abuelo en la parte posterior de su cabeza, su tos solo expedía sangre.
¿Qué, no te atreves a sacarla niñita?
Isaac vio que su abuelo ya estaba enfermo, aquella espada ya lo mataba. Tomó con sus manos en la desesperación. El ardor era como mordida de serpiente, el calor era inmenso, sentía como su mano se derretía, pero tenía que sacar aquella monstruosidad del pecho de su abuelo. ¿Cómo podía ese viejo pirata soportar aquel dolor? Cuando logró liberar a su abuelo de aquella arma, el viejo comenzó a toser desmedidamente. La respiración de Cedric todavía estaba vigente, pero el odio de Isaac también. Con paso rápido y olvidando el dolor, clavo aquel espadón en el rostro de aquel hombre salvaje, acabando de una vez por todas con él. Al momento de hacer esto, humo negro salió de la boca de Armenio y de Eduardo, arrojándolos con furor contra el suelo. Una tos ahogada se escuchó desde la cama de paja donde se encontraba Elena, y la risa del viejo pirata se escuchaba por todas partes.
Lo ha logrado mi niña, lo lograste.
Yo no hice casi nada –expresó Amanda, mientras liberaba a Armenio y a Eduardo Cazafríos.
Lo sé, me refiero a mi nieta, ven maldito, ven acá –y halando al chico por el brazo lo acercó a la fuerza hasta donde se encontraba, Isaac sentía el dolor de la mano que le quemaba.
Pero mira, ya has recuperado la mierdecilla que tanto adoras. Dame esa mano, a ver como esta.
Padre, se escuchó la voz de Amanda, ¿qué podemos hacer? –Amanda miraba también la herida del pecho de su progenitor –¿con ambos?
La tos ensangrentada volvió a florecer, pero con un brusco movimiento de brazos señalo a Amanda.
No van a ponerse a llorar. Si lloran, les prometo que tendrán a mis esposas en cada cuello de ustedes. –volvió un ataque de tos nuevamente
El dolor que sentía Isaac lo mareaba, pero su abuelo tomó su mano y la apretó con gran fuerza.
Espera un momento. No te muevas, esto se resuelve en un segundo.
¿Qué haces? –Los ojos de Isaac estaban abiertos por el dolor y por el temor
El sonido de Viuda fue rápido y limpio, la mano de Isaac cayó al suelo y al momento se consumió por un fuego verde. Isaac cayó al suelo retorciéndose de dolor, no podía soportarlo, era casi tan terrible como el espadón negro. El dolor era tanto que comenzó su vista a oscurecerse, todo se oscurecía y se sumía en una noche neblinosa espesa, todo se iba en la lejanía, hasta que ya no escuchó nada más.

La orden del tulipán (Completado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora