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Dejo la tetera sobre la estufa y tamborileo los dedos sobre la meseta de la cocina, miro el reloj en la pared y luego vio por el enorme ventanal hacia la playa. El agua iba y venía con tanta calma que le ponía un poco ansiosa.

—Astrid, las cosas están en el auto.

Volteo a ver a su hijo y asintió, tomando su taza para acercarse a él.

—Y Eddie?—preguntó preocupada. —No ha vuelto?

—No, tranquila, aun queda tiempo y estará aquí cuando se sienta mejor.

—Me preocupa que se desaparezca de esa forma, nunca quiere hablar y prefiere quedarse solo en situaciones así...

—Estás exagerando—abrazo a su madre y sonrío. —Ya ves cuando Mika se fue, desapareció un rato y cuando volvió estaba mejor.

—De todas formas...

—Te sentirás mejor si voy a buscarlo?

—Claro que si.

Soltó a su madre y beso su mejilla.

—Regreso en un rato, antes de que Luka llegue.

Asintió y vio a su hijo salir sin prisa.

Niko camino tranquilo a la pista de patinaje de la ciudad, siempre que se sentía mal Eddie terminaba ahí, le gustaba patinar solo para pensar las cosas. Entro al enorme lugar y saludo al chico que trabajaba ahí pasándose de largo para asomarse a la pista.

Suspiro al divisar al chico patinando sin sentido alguno por la pista, dando vueltas y viendo el hielo sin prestar real atención.

Se acercó y guardo las manos en las bolsas, sin decir nada, esperaría paciente a que lo notara.

Eddie alzó la mirada y sintió su corazón dar un vuelco al reconocer a su pareja a lo lejos, hizo una mueca y tragó saliva, acercándose lo más lento que podía.

—Ya es hora de irnos?—preguntó mirando al mayor, apenado.

—Aún hay tiempo—dijo Niko con una sonrisa. —Quieres que te espere?

—Solo déjame cambiarme los patines, ya iba a salir...quiero ir a otro lado antes del vuelo.

—Está bien—sonrió levemente, sentándose en las bancas para esperarle.

Eddie salió, estirándose y se acercó a él para abrir la maleta en busca de sus zapatillas.

—Déjame ayudarte—murmuró Niko, tomando su pie en cuanto se sentó.

Eddie sonrió y dejo que ayudará sin protestar en nada, después de un tiempo se había acostumbrado a que él fuera tan atento.

—A donde iremos?—preguntó al terminar de atar los cordones.

—Solo vamos a caminar un poco.

—Me dirás qué pasa por tu mente?

—Solo si no le dices a mamá, se preocupa demasiado y papá hace mil berrinches cuando ella se pone así.

Se rió y asintió, levantándose para ofrecerle sus manos. El omega tomó su mano y se colgó la maleta antes de ser arrastrado fuera del lugar.

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—Papá dice que el abuelo está muy mal—murmuró cuando se sentaron en la arena, viendo al mar.

IncompletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora