Jean Farina

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Unos tres meses más tarde.

"¡Señor Iason, debe venir inmediatamente! ¡Algo le ocurre a Riki! ¡Está convulsionando y no para de vomitar...!"

La asustada expresión de Daryl en la pantalla del data-slate encaja a la perfección con la gravedad del mensaje.

Sin dar oportunidad a Raoul o a Júpiter a preguntar o tratar de pedir explicaciones, Iason se levanta de un salto y abandona los laboratorios a la carrera.

Una vez en su apartamento, un asustado Daryl le recibe, retorciéndose las manos.

— He encontrado esto abierto al lado suya en el suelo...

Iason observa atentamente la botella de limpiacristales y mueve la cabeza energicamente, como si en su interior estuviera renegando de algún pensamiento extraño.

— ¿Has llamado al servicio médico?

— Si Señor, están de camino...

Dos horas más tarde Riki era ingresado, tras una limpieza de estómago, en la unidad de cuidados intensivos del hospital de mascotas situado en el centro de Parthea. Al caer la noche se considera que es factible trasladarle a una habitación individual de la planta 45 del edificio, donde ahora permanece inconsciente mientras Iason, sentado a su lado, le acaricia el pálido rostro. El data-slate de la cabecera de la cama se ilumina perfilando la imagen de Raoul sobre la pantalla.

"Júpiter está esperando, Iason. ¿Qué rayos estás haciendo?"

— Ahora no puedo ir.

"El mestizo está fuera de peligro. No hay motivos para que permanezcas ahí."

— No es tan simple. Debo estar aquí cuando despierte. Debo averiguar qué ha pasado, qué le ha empujado a tomar una decisión tan estúpida.

"Pero es que ya hemos terminado. Hoy la conectamos y Júpiter desea que estés presente en su nacimiento."

— No es un ser humano para que tenga un "nacimiento", Raoul.

"Júpiter dice que si no vienes, te tendrás que atener a las consecuencias."

"¡Maldita sea!". A Iason no le convenía levantar más suspicacias en torno a su mascota, y menos las de Júpiter en persona. Tras reflexionar por un momento, se acaba rindiendo.

— Muy bien. En seguida voy...

Con un suspiro corta la conexión y se entretiene unos minutos mirando el tranquilo rostro dormido de su Pet. Había pasado tan poco tiempo a su lado últimamente que no tenía ni la más remota idea de los motivos del intento de Riki de terminar con su vida.

— ¿Por qué eres infeliz, mascota? ¿Qué es lo que debo hacer para que me aprecies? ¿Para que desees estar a mi lado?

Tras esa pregunta sin respuesta le acaricia el rostro una última vez y se levanta, abandonando desganado la habitación.

Tras esa pregunta sin respuesta le acaricia el rostro una última vez y se levanta, abandonando desganado la habitación

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La Cuña de JúpiterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora