Algo extraño le está sucediendo al todopoderoso ordenador que gobierna Amoi. Buscando comprender el porqué del extraño comportamiento de su "hijo predilecto", la supercomputadora se verá arrastrada a un nuevo mundo de sensaciones inexplicables hasta...
Soñaba con una vida diferente..., una vida en la que no hiciera falta fingir, en la que todos los seres que le importaban estaban a salvo, en la que decidía por potestad propia estar junto al hombre que amaba, en la que ese hombre y él no estuvieran separados por estigmas sociales, en la que era capaz de tomar sus propias decisiones...
Riki soñaba con su antigua vida en Ceres, soñaba con Guy...
Guy no lo presionaba, no lo obligaba a hacer su voluntad, no lo humillaba ni lo hería... Guy lo estaba abrazando, le acariciaba el sexo tratando de despertarlo, su voz cálida y cercana se le antoja hipnótica, pero una nota disonante cambia de golpe la escena...
—No tienes que volver a ser mi Riki...
¿De qué hablas Guy? Si sabes que soy tuyo...
—Sólo te pido que no seas de él. No podría soportar que fueras suyo por el resto de tu vida...
No entiendo lo que me reprochas, Guy... ¿Quién es él?
—Él fue quien empezó esta guerra... ¿No le puedes dejar por culpa de "esto"?
Guy..., ¿estás majara o qué? No sé de quién me estás hablando... ¿Y a qué te refieres con "esto"? ¡Para..., no me toques de esa manera... , no me gusta...!
—Entonces habrá que quitarlo...
¡Detente Guy! ¡Para! ¡Duele, maldita sea!
Dolor, miedo, impotencia, un afilado escalpelo, sangre... y de nuevo dolor...Un corte limpio y sangre por todas partes, miedo, mareo...
Guy... ¿por qué...? Me mutilaste... ya jamás volveré a ser un hombre... Tengo miedo... Ya no sirvo...
De nuevo el dolor, pero mucho peor que antes... Un dolor diferente al físico. De repente Riki supo a quién se refería Guy hace un momento.
Ya no soy un hombre... Él ya no me querrá...
Riki gritó en sueños, incapaz de salir del laberinto de sus pesadillas... Finalmente, una voz lo sacudió. Una voz helada y ardiente a la vez, una voz como un susurro y como una caricia, una voz como el chasquido de un látigo.
Riki..., mi Riki..., vuelve a mi... Eres mío, mi mascota... Aunque el mundo se derrumbe en pedazos...
Riki se despertó de golpe, empapado en sudores fríos. Todos los recuerdos le aplastaron contra el colchón y el dolor en su entrepierna se ocupó de demostrar que todo había sido real. Con la cabeza turbia por los narcóticos, se estiró, buscando su reloj de pulsera y, una vez en sus manos, introdujo la clave de emergencia.
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