Kaleidoscopic

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Un par de días más tarde, Iason volvía a vestir a su pet con ropas de calle y le indicaba que subiera al aerocar. A Riki se le encogía el alma y no de alegría precisamente.

"Va a aband... a liberarme de nuevo... Supongo que no desea que le borren la mente..."

Su cabeza era un caos de ideas contradictorias. Sentía, por primera vez en días, un cierto alivio por la suerte de Iason. Devolverle a Ceres ahora era sin duda la mejor decisión. Lo que le había revelado la Blondie en el hospital no le dejaba dormir y supondría el final de su existencia tal como la conocía. ¿Y cuál sería en ese caso su suerte? Lo más probable era que acabase vendido a un burdel de Midas. Pero aún en el improbable caso de que lo dejasen en libertad, ¿acaso no había demostrado ser incapaz de regresar a su vida de antaño? No había duda de que añoraba su libertad pero ese deseo no era tan inconsciente como lo había sido hace casi dos años. Ya hubo probado el sabor de la vida en los suburbios y sabía perfectamente lo amargo que era. Porque aunque no llevase el anillo de mascota, Riki sabía que durante ese año de correrías por Ceres estuvo atado a Iason por una cadena invisible e irrompible. Lo supo cada vez que Guy o cualquier otro le ponían la mano encima, lo supo cuando se levantaba empalmado por las mañanas tras soñar con el cuerpo del Blondie y lo sabía ahora que estaba a su merced de nuevo. Estaba la disyuntiva de que el Blondie esta vez no lo presionaba, e incomprensiblemente no mostraba interés alguno en meterle en su cama. Iason lo trataba con dulzura y cariño, lo abrazaba y besaba, sobre todo al encontrarlo por las noches en la terraza fumando, tras volver de trabajar, pero desde la noche que pasaron juntos en el apartamento de Riki en Ceres no habían vuelto a tener sexo, y el mestizo no era capaz de doblegar su orgullo e ir a buscar unas atenciones que negaba necesitar.

A Riki le gustaba pensar que había vuelto a Eos obligado, sacrificándose en pro de la libertad de Guy, pero muy en el fondo sabía que la principal razón eran esos oscuros deseos que habían convertido su día a día en Ceres en jornadas llenas de ansiedad y frustración.

"Normal, ese cabrón me ha convertido en un pervertido..." - Ese era su segundo pensamiento favorito. ¿Pero dónde encajaba el hecho de que Iason ya no lo obligase a follar con él? En ningún lado... Y ahora lo "liberaría" de nuevo... Si Riki era incapaz de regresar o de encarar a sus compañeros de Bison, ¿qué haría? Tal vez era un buen momento para escuchar el consejo de Katze y largarse sin mirar atrás...

— Riki... — La suave voz del Blondie lo sacaba de su ensimismamiento. Con la mente confusa, se fijó en el lujoso edificio del centro de Midas delante del cual estaba estacionado el aerocar. ¿Apathia? ¿Qué demonios hacían allí? — Ya llegamos, mascota...

— ¿Qué es este lugar? ¿Qué pretendes, Iason?

— Este será tu nuevo hogar, Riki. No puedo tenerte por más tiempo en Eos. Es peligroso para ti...

— ¿Así que no pensabas liberarme? — Había una nota de alivio en esa pregunta pero a Iason se le pasó el descubrirla.

— ¿Liberarte? Eres mío, Riki... Pase lo que pase siempre lo serás. Creo que ese punto ya quedó aclarado, no pienso renunciar a ti.

— P...pero, ¿y tu reacondicionamiento?

— ¿Reacondicionamiento?

— Me dijeron que te iban a borrar la memoria por mi culpa.

— ¿Estás preocupado por mi, mascota?

— ¡Pse...! ¡Ni lo sueñes! ¡Me preocupo por mi mismo, Blondie degenerado...!

Con una enigmática sonrisa, Iason se mantuvo en silencio unos instantes, observando fijamente a su mascota, mientras Riki no podía evitar un escalofrío, sometido a la electrizante mirada azul.

La Cuña de JúpiterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora