No sirvió de nada arrepentirse ahora, tenía que seguir, andaba luchando contra la tormenta, su vista se redujo a unos dos o tres metros, cielo blanco, suelo blanco y ningún signo para orientarse. Si, una cosa había, el suelo tenía un declive ligero y sabía que el camino paso atravesando ese monte a la misma altura. Así que se concentró en seguir el relieve del terreno sin bajar ni subir, otra orientación no le quedaba.
A poco metros decidió guardar sus gafas en la chaqueta, estaban cubiertas de hielo y eran inútiles aquí. Los cristales de nieve dolieron en sus ojos que mantenía casi cerrados pero tenía que ver al menos sus propios pies. El resto de su cara lo cubrió el pasamontañas que en realidad era negro pero ya hacia tiempo que se convirtió en un caparazón duro y blanco. Solo en la parte que cubría su boca y la punta de la nariz aún se veía algo de la tela negra.
La temperatura siguió bajando, el frio era insoportable, los muslos de sus piernas le dolieron como si tuviera mil agujas clavadas en ellos, sus dedos de la mano volvieron a entumecerse poco a poco a pesar de llevar ya dos guantes y de sus dedos de pie no recibía respuesta. Ya se los imaginaba azules y muertos y pensando en eso de repente se le vino a la mente que de otras partes sensibles de su cuerpo no sentía nada tampoco. Si no duele aún no estarán en peligro quería calmarse a si mismo pero dado que sus piernas dolieron desde la cintura hasta los talones por el frio era poco probable que esas partes mucho más expuestas iban a estar bien, al parecer su cuerpo ya había decidió desconectarse silenciosamente de partes no esenciales. Le horrorizo la idea y hasta le salio una lagrima que se quedo congelada en sus pestañas.
– ¡Idiota, dedicate a caminar y preocupate de tus bolas en la cabaña! – se reprimio y alzó su vista para concentrarse al camino invisible. Miraba el rebeco que estaba ahí delante de él directamente a los ojos.
El animal no tenía ningún miedo, si estrecharía su mano por completo alcanzaría su cabeza. Obviamente tenía otros problemas que tocar un rebeco ahora. Le seguía quedándose a su lado.
Se preguntó que quería de él, ¿era simple curiosidad del animal, tenía compasión con él, u otra cosa? Era obvio que sabía de su mala condición y que él ya no era ningún peligro, normalmente estos animales evitaron cualquier contacto con los humanos y huyeron cuando te acercas a ellos. A lo mejor estaba esperando que se desplomaba aquí en la nieve, la imagen de un buitre a cuatro patas se manifestó en su cabeza.
– ¡Aún no! – pensaba hacía el animal cuando este de repente emitió un sonido de alarma y salió corriendo hacia arriba.
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Raquetas de Nieve
AdventureUn estudiante que salio un fin de semana a las montañas (en algún lado al este de los Alpes) para disfrutar de la primera nieve que cayo ya en octubre. Una excursión que acabara mal. Decir más aquí sería relevar la historia. Mi primera historia en W...