7.

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Jos.

No escuche lo que creía haber escuchado. No había escuchado eso, simplemente seguía mareado y conmocionado. Era eso, había escuchado mal.

Alonso... Alonso no diría que me abandono por que no le importó. No lo haría.

Un ataque de pánico es cien veces peor que un ataque de paranoia.

Cuando eres paranoico y tienes un ataque, sabes que va a terminar. En el fondo sabes que puedes estar exagerando, que la situación se te salió de las manos pero que las cosas regresaran a la normalidad, que todo estará bien.

Cuando tienes un ataque de pánico, no estas seguro de que terminará como lo esperas. La respiración te falla, haciendo que sientas una fuerte opresión en el pecho y un agujero en el estómago, las piernas se vuelven débiles, la cabeza te da vueltas tan rápido que no te deja pensar, sientes ganas de llorar sin saber concretamente por qué, la voz se esconde... Estas atrapado por ti mismo.

Después del accidente me desmaye y la primera vez que desperté, estaba en el suelo de una camioneta. Había un hombre cuyos rasgos no recuerdo a mi lado, que apenas se dio cuenta de que desperté me puso un pedazo de tela sobre la nariz y de nuevo todo se volvió negro.

Y ahora que había despertado, estaba en una habitación totalmente vacía. Mi mano estaba esposada a un tubo de aire acondicionado, traía una camisa blanca en lugar de la mía e iba en calcetines.

¡Otra vez, no! ¡No podía estar de nuevo en estas posiciones! ¡No!

Se suponía que esto no podría pasar de nuevo, se suponía que estaría seguro, se suponía que podría vivir totalmente normal.

Había una ventana pequeña en la pared, por ella se filtraba la luz del día. Repentinamente me sentí cansado y derrotado. Había silencio y quería gritar, pero si me tenían secuestrado era por una razón, y eso conllevaba que nadie podría escucharme.

No paso más de 10 minutos antes de que un chico de cabello negro al raz y piel morena entrara con un plato. Al verme despierto, salió corriendo sin que pudiese decir nada. Suspire, cansado.

Y unos momentos después, un hombre entró con el mismo plato. Era canoso y vestía jens y una camisa de franela roja.

Dejo el plato a mi lado, tenia una rebanada de pan blanco y un poco de huevo.

-Mira chico, yo no quiero hacerte daño -dijo. Su voz era rasposa, cansada.

-No lo creí -solté-. Digo, secuestrarme no es como si anticipara que quieren hacerme daño ¿Quien lo diría?

Ni una idea. No tenía ni una maldita idea de donde había sacado el valor para decir algo como esto, teniendo en cuenta que si quisiera podría meterme una bala en la cabeza y asunto arreglado.

-Mi problema no es contigo, sino con la persona que pagara tu rescate -murmuró, acuclillandose a mi altura. Frunci el ceño.

-¿De que habla?

-De Alonso Villalpando, claro está. Todo mundo sabe que haría cualquier cosa por ti -dijo como si fuese obvio. Sentí nauseas y un nuevo sentimiento de vacío en el estómago.

-El no lo hará -susurre. Las palabras salían sin mi control, como una parte escondida-. Ya se deshizo una vez de mi, usted solo lo hará de nuevo.

-No lo sabes ¿Cierto? -pregunto, negué suavemente-. Hace dos años, tu cabeza tuvo precio. Ya fuese ajuste de cuentas con Villalpando o algún chantaje por ser un Rivera, la mitad del bajo mundo te quería muerto. Y quien ponía el plan en marcha... -hizo una seña, con el pulgar de su dedo rasgo su cuello, haciendo un desagradable sonido-. Todo a nombre de Villalpando.

-Seguramente lo hizo para asegurar su nombre al tomar el mando de la organización.

-Cree lo que quieras -se levanto y señaló el plato-. Anda, come, te lo repito, no quiero hacerte daño, solo necesito el dinero.

Y sin más, salió de ahí. Deje escapar aire que no sabía que estaba conteniendo y eche levemente la cabeza hacia atrás, golpeandome solo un poco. Gruñi, odiaba estar metido en esta mierda de nuevo.

Intente varias veces zafarme, pero era imposible, los tubos estaban bien puestos y las esposas no cederán. Gruñi de nuevo y me limite a probar un poco de la comida, no se cuanto tiempo había estado sedado pero comenzaba a tener bastante hambre.

Forcejee un rato más ¿Que podía hacer? Y justo cuando estaba seguro de que las muñecas no tardarían en sangrarme el hombre entró de nuevo.

-¿Estas bien? -pregunto. ¿Donde demonios había aprendido a secuestrar gente? No estaba muy seguro de si el sabia lo que hacía.

-Yo... Necesito ir al baño -dije, buscando cualquier cosa que me ayudara. Necesitaba salir de aquí lo antes posible.

-Ah, claro... -vacilo un poco, pero al final salió de la habitación y en pocos segundos había regresado, sosteniendo un arma y en la otra mano una llave. Me quito las esposas y dejo que me levantara, apuntandome sin muchas ganas. Por más que supiera que el hombre tal vez no tenía el valor para disparar, tenia miedo.

Me guió fuera de la habitación, donde había un cuarto exactamente igual, excepto en que este tenia dos puertas, una que guíaba a la salida, supuse, y otra que estaba abierta, dejando ver un baño.

Ya ahí, entre y mire fijamente al suelo.

-¿Cree que podría...?

-Cierto -murmuró antes de cerrar la puerta. Suspire, mirando hacia todas partes. No había nada que pudiese ayudarme, aunque...

Cuando era más pequeño, hice un desastre en el baño. No se como intente subir a la taza y termine rompiendo todo ¡Gracias a Dios lo recuerdo!

Abrí la llave del lavamanos y después comencé a mover la tapa del contenedor de agua hasta que comenzó a despegarse. Sonreí instantáneamente cuando salió despedida del contenedor sin hacer mucho ruido. Era pesada pero podía balancearla perfectamente, tal vez de cerámica y demasiado dura.

Suspire, podía morir intentando escapar pero podría lograrlo, o podría esperar a que nadie viniera por mi y morir por aquí.

Así que sin pensarlo mucho, abrí la puerta, el hombre estaba de espaldas a mi. Y lo hice, lo golpeé en la cabeza con la tapa. Se desplomó en el suelo, el arma salió despedida de su mano a unos metros de él, sin pensarlo, la tome y salí corriendo hacia la puerta, gracias a Dios estaba abierta.

Pase corriendo por una gran sala, me llevo a un recibidor donde había una puerta y dos ventanas grandes a cada lado. La puerta estaba cerrada con llave, supongo, no se abría por nada.

Regrese a la sala, dándome cuenta que había un pequeño comedor en una habitación contigua. Como pude, corrí por una silla y regrese a la entrada, donde estrelle el vidrio y con menos cuidado de lo esperado, salte por la ventana.

Me encontré tendido en un pasto bien cuidado. Un escalofrío me recorrió la espalda al levantarme y notar que solo una reja bastante baja me impedía salir del lugar, algo no iba bien, no podía ser tan fácil.

Pero corrí y corrí hasta llegar a la reja, más allá se veía un largo campo y a unos 50 metros se veía una carretera. Comencé a escalar, era fácil y podía hacerlo. Podía hacerlo.

Llegue casi a la punta, estaba a nada de pasar mi pierna del otro lado de la reja, cuando sentí que alguien me tomaba el pie y jalaba de él. Fue tan de sorpresa que caí al suelo de espaldas, terminando con todo el aire en mi. Esa misma persona se subió encima de mi.

Era el chico de cabello negro al raz que había entrado en la habitación antes, intento arrebatarme el arma, pero me negaba, por más que el golpe hubiese sido fuerte y todo me diera vueltas, no iba a soltar mi única posibilidad de escape.

Un puñetazo en la cara me hizo ver puntos negros en el forcejeo, luego otro hizo que mi visión fallara levemente. En algún momento solté el arma, porque me golpeó con el mango de esta, volviéndolo todo negro.

Acorralados || 2da Temporada || J. V. & B. M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora