Capítulo 4. "La Ayuda Llega Tarde"

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Me recosté en la cama buscando caer en la inconsciencia y ya no pensar en nada. Sin embargo, no puedo, a cambio, sigo llorando hasta que no me quedan lágrimas, hasta no poder más y quedarme totalmente seca.


Veo luces en la ventana que se van acercando poco a poco y unos segundos después, escucho el ruido del auto de mi madre estacionándose en el garaje, abre la puerta y va subiendo las escaleras, haciendo ruido con los inmensos tacones que seguro lleva puestos, espero que se encierre en su cuarto, como habitualmente lo hace, pero en vez de escuchar la puerta de su habitación, se detiene y llama a la mía.

—Elizabeth, ¿estás despierta?

—¿Mande?

Levanto un poco la cabeza, volteando a verla y como suponía traía sus tacones puestos, nunca la veía sin ellos, desde que era una niña cada vez que salía a trabajar iba con un par distinto, uno de cada color, sin llegar a repetirse ningún par.

—Dejaron esto con tu nombre en la puerta.

Extiende su mano y suspiro, creo saber de quién es, ella no pregunta nada y se va, dejándome sola con mis pensamientos, cierro los ojos e imagino a mi madre. No ha cambiado nada desde que tengo uso de razón, sus muslos, su cintura, todo bien definido, ella es más bonita que yo, he visto sus fotos cuando tenía mi edad, capitana de porristas, pelo largo, negro, sus ojos ligeramente hundidos; su rostro... ella parecía una modelo, pero no tenía la altura necesaria para ello, era muy bajita para eso, su piel, delicada, siempre me gusto, blanca como la nieve, bronceada en muchas ocasiones, era la madre que todos querían y desde pequeña todos me lo decían.

Suspiro y recuerdo la nota que sólo tiene mi nombre en ella y la abro.

De verdad lo siento, Elizabeth, yo quería ayudarte, pero no sabía qué pensarías porque te seguí hasta tu casa, si te hace sentir mejor, te estuve cuidando todo el camino, incluso tenía el teléfono en la mano por si te desmayabas de alguna forma, lo prometo.

Con cariño.

J.B.

P.D. Nos vemos mañana.

Arrugo la hoja y la lanzo lejos de mí, suspiro y toco mis costillas, ellos habían pateado mucho mi torso esa vez, cierro los ojos y me acurruco en la cama, salen unas cuantas lágrimas más y me cubro totalmente con la cobija, cierro los ojos tratando de dormir, pero no puedo, así que me volteo hacia la ventana, observo como las hojas caen con el viento y las cuento hasta caer en mi tierra de sueños.

***

Me despierto de golpe con otra pesadilla, la misma de anoche, pero con un cambio; mientras estaba detenida a mitad del campo, tirada en el suelo pude ver como una sombra se acercaba, segundo a segundo cambiaba y tomaba la forma de James. Mientras Braulio y sus amigos me golpeaban, James intentaba salvarme, aunque haya sido un sueño.

Tomo mi teléfono y veo que son las 6 de la mañana, me cambio y me pongo un short largo que cubra mis cicatrices, me hago un moño en lo alto de la cabeza y bajo a la cocina y agarro una manzana, tomo mi mochila y sin hacer caso del caos en la calle y en la habitación de mi madre, salgo de casa y me voy caminando a la escuela.

***

La primera hora pasa lento, me siento cansada de todo lo que ha pasado.

Al pasar la hora puedo sentir cada vez más el cansancio que hay dentro de mí y justo cuando me estoy quedando dormida suena el timbre y todos en el salón se van rápidamente encabezados por el maestro. Veo como pasa cada persona por mi lugar, sin hacerme caso, soy invisible, nadie se fija en mí y eso me gusta, no quiero que nadie me vea, ni que nadie vea mis cicatrices, mis cortes, así nadie se dará cuenta del sufrimiento en el que vivo a diario, nadie se dará cuenta de lo mucho que me cuesta levantarme de la cama y de lo duro que es para mí seguir mi día.

La Chica de las Mangas LargasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora