El hospital.

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Mi pelo está húmedo, o eso parece. Cuando abro los ojos esta todo borroso y blanco, poco a poco se me va aclarando la vista y consigo distinguir a mi madre dormida en un sillón, una habitación completamente blanca y una cama de hospital. Como acabo de decir ya me imagino donde estoy. Me miro el brazo izquierdo, tengo puesta la vía y cuando sigo el camino de los cables con los ojos veo siete bolsitas con un líquido transparente. Intento despegarme un poco de la cama pero me es imposible así que vuelvo a acomodarme en la cama en mi posición de antes, bocarriba. Oigo el sonido de mi corazón, estoy conectada a una máquina que sigue mis pulsaciones.

Observo a mi madre mientras duerme. Tiene aspecto de preocupación como si llevara toda la vida son dormir y su siesta de ahora fuera lo único que pudiera dormir. Está agotada, se lo noto. Su ropa está sucia, como si llevara varios días sin lavarse. Se que lleva demasiado tiempo preocupada por mi y no a tenido tiempo de preocuparse por ella misma, así que decido dejarla dormir. Y yo intento hacer lo mismo debido al cansancio que llevo encima.

Cuando vuelvo a despertar estoy en la misma habitación, nada a cambiado, solo que es de día y mi madre está mirando las vistas de la ventana, un jardín en el que pasean los enfermos ingresados junto a sus familias o enfermeras.

Es un jardín precioso la verdad, es de los que pocos hospitales que lo tienen. Es como un bosque pero con menos árboles. Con muchos bancos de madera para que los usuarios del hospital los disfruten. Hace un día precioso, el cielo está azul, no hay ni una sola nube y el Sol brilla como nunca atravesando el cristal de la ventana y reflejándose en mi pálida piel.

Mi madre gira la cabeza y me ve que estoy despierta, me agarra la mano con fuerza esperando así no volver a perderme. Se la nota de veras que me a echado de menos este tiempo que e estado ausente. Me fijé en sus ojos azules, los tenía llorosos. Su pelo rubio hasta el pecho no brillaba como antes, pero si tenía esos rizos sueltos que le daban un aire de pelo liso y rizado a la vez. Tenía el pelo despeinado pero seguía teniendo la raya de enmedio en su sitio sin un solo pelo en la frente. Siempre a tenido el mismo color de piel que yo, pálido, pero ahora mas que nunca. Estaba destrozada.

-Hola mamá.- digo yo casi sin voz.

-Oh Jackie, te he echado de menos.-Me abraza con lágrimas en los ojos.- Sufriste un paro cardíaco en el baño del instituto, pensábamos que te perdíamos.

-¿Cuanto tiempo llevo en el hospital?-la susurro algo preocupada.

-Una semana.-Solloza entre lágrimas.

-Lo siento mamá, acababa de salir del baño, me acerqué a lavarme las manos y...-Me callo, no quiero contarle lo de mi sueño, no ahora. Me tomaría como a una loca y solo empeoraría las cosas llevándome a psicólogos y yo quiero salir cuanto antes de aquí, no soporto no estar lejos de mi casa, de mis amigos, de mis libros, del mar...

-¿...Y?-Habla intrigada, se le nota la preocupación en la voz.

-Y me desmayé cuando abrí el grifo.

-Oh cariño no puedo soportarlo-rompe a llorar- solo pensar que no llegamos a tiempo, podría haberte perdido, eres lo que mas me importa en este mundo y lo sabes.-Empiezo a llorar.

Antes de que la pudiera responder se abre la puerta de golpe y pego un brinco del susto. Aparece un señor de la edad de mi madre, unos 38 años, con estatura de 1'80 y ojos marrones. Lleva barba de tres días y es pelirrojo. Para su edad es bastante atractivo pero no se quien narices es.

-Hola cielo-se acerca a mi madre y le da un beso en el pelo. Me mira y se da cuenta de que estoy despierta y me mira atónito.-Oh, hola Jackie... yo...-dice tocándose el pelo con una mano sin saber que hacer-... yo lo siento, no sabía que habías despertado y pensé que...

Entre Sirenas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora