¡Channie! ¿Estás bien?

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Las leyes celestiales son y serán por siempre, un misterio para los humanos. Sin importar cuántos secretos quiera compartir Kyungsoo con Chanyeol, no podía. Estaba prohibido. El solo hecho de aparecer frente a él, ya representaba un riesgo. Pero, dada la gravedad de la situación, le dieron permiso para hacerlo. La verdad es, que aunque Chanyeol no pueda verlo, Kyungsoo siempre está a su lado. Desde el día en que nació, y el ángel le fue asignado, jamás lo abandonó.

El pelirrojo mal encarado y grosero, es el ser que lo conoce mejor. Lo tomó de la mano cuando dio sus primeros pasos. Lo acompañó el primer día de escuela, mientras lloraba en la puerta por su mamá. Lo salvó una vez que casi se ahogaba con una papa frita. También lo cuidó cuando enfermaba. A lo largo de su vida, Kyungsoo ha sido su compañero más fiel. Nada le dolió más, que verlo aquel día en la azotea. Aunque, Chanyeol sintiera que no tenía nada que ofrecerle al mundo, y viceversa, Kyungsoo conocía su futuro a la perfección, conocía todas las sorpresas que le esperaban.

Sin embargo, aquella tarde, cuando el chico llegó a casa, luego de pasar el día fingiendo que todo estaba bien frente a Minseok, Kyungsoo supo que, quizá, ese futuro no ocurriría. En todos los años que llevaba a su lado, jamás había visto a Chanyeol en un estado tan deplorable. Sin importar cuánto le hablara, el chico no respondía.

Cuando llegó al departamento, se quitó el abrigo y se tiró sobre la cama. Quería llorar, su pecho estaba inflamado de dolor. Pero no pudo, se limitó a mirar al techo el resto de la noche. Es cierto que el ángel podía influir en su protegido, pues sus espíritus estaban ligados por un lazo irrompible. Sin embargo, no podía hacer nada para influir en los demás, no conocía el destino de los demás. No podía hacer que Baekhyun amara a Chanyeol, sin importar cuánto lo deseara.

—Debes comer algo —murmuró cerca de la oreja de su protegido.

Pero, Chanyeol no respondió. Cuando amaneció, seguía inmóvil en la cama, con los ojos fijos en el techo. Kyungsoo intentó hacer que se levantara, que se duchara o comiera algo, pero no lo logró. La tristeza en su corazón era demasiado densa, como una masa oscura que hacía el resto de su cuerpo fuera más pesado.

A veces, lo mejor que un amigo puede hacer, es quedarse a tu lado. Sin decir o hacer nada, sólo permanecer junto a ti. Así lo hizo el ángel. Kyungsoo se recostó en el suelo, junto a la cama. Se quedó en silencio, sólo se incorporaba cuando Chanyeol se movía.

—Tengo un resfriado... No lo sé... Sí... llamaré pronto —Chanyeol colgó el teléfono. Regresó a la cama, donde se envolvió con las mantas y comenzó a llorar por fin.

Había decidido llamar al trabajo y reportarse enfermo. Por algún motivo, no quiso descuidar esa parte. Si regresaría a esa oficina o no, no lo sabía todavía. Su corazón parecía estar en pausa. Lloró toda la mañana, luego se quedó dormido. Media hora después, se levantó para ir al baño. Revolvió el gabinete, hasta que encontró un frasco lleno de pastillas para dormir. Le quitó la tapa, observó el contenido por un momento, tomando valor. Cuando decidió echarse las pastillas a la boca, Kyungsoo golpeó su mano y el frasco salió volando. Las pastillas quedaron esparcidas en el suelo, mientras el chico las miraba en silencio. Regresó a la cama y no volvió a salir de ahí.

—Chanyeol, debes comer. Vamos, levántate —Kyungsoo empleó su táctica de empuje. Se echó sobre el chico, tratando de moverlo con todas su fuerzas. Fue inútil.

El segundo día, Chanyeol amaneció hecho un ovillo entre las cobijas, tenía los ojos rojos y perdidos en el infinito del muro. Kyungsoo se acercó para ver si respiraba, pues no se movía ni un ápice.

Maldito ángel de la guardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora