Pensé que no volvería a verte

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Kyungsoo había caído al suelo, abrazaba su propio estómago y no paraba de reír. Chanyeol lo miraba molesto, desde una silla del comedor.

—No entiendo qué es tan gracioso.

—Es que... es que... —el ángel había perdido el aliento. Su risa era más molesta que contagiosa. Chanyeol no podía dejar de pensar que algo se había atorado en su garganta—. ¡Eres tan idiota!

—¡Ya basta! —Chanyeol tomó los guantes que le había mostrado al ángel unos minutos antes, y los guardó en la pequeña bolsa de regalo—. Si no te gustan, debiste haberme ayudado a elegir unos.

—¡No! Son perfectos... ¡Ah! —el ángel logró sentarse sobre el suelo, recuperando el aliento poco a poco—. No puedo esperar a ver su cara cuando le des esto.

Park Chanyeol seguía sin creer en la existencia del ángel. Para él, la teoría más acertada, era que la criatura pertenecía a su imaginación insana. Ya había aceptado su presencia, y debía reconocer que no le molestaba tanto. Nunca se había preocupado por la soledad, de hecho, la disfrutaba. Así que no deseaba realmente la compañía de nadie. Sin embargo, desde que Kyungsoo llegó, los días parecían más livianos. Aunque el ángel fuera hostil y grosero, no lo hacía sentir mal. Después de todo, sus sentimientos en general, se encontraban en un perpetuo adormecimiento.

Esa noche, Chanyeol se acurrucó entre sus mantas y se dedicó a mirar la bolsita de regalo que había puesto sobre la mesa de noche. La cuidaba, como si alguien la fuera a robar.

—Nunca pensé que te gustarían los chicos —dijo Kyungsoo con un tono desenfadado. El ángel estaba acostado sobre el piso, junto a la cama de Chanyeol, los dedos de sus manos estaban entrelazados detrás de su cabeza.

Aquellas palabras alteraron un poco al muchacho. Nunca había pensado mucho en eso. Los enamoramientos eran lo último en su lista. Suspiró al darse cuenta de que tenía veinticuatro años y no había recibido su primer beso, ni de una chica ni de un chico. No había pensado en lo que le gustaba y en lo que no. Era más virgen que los bosques de roca en Madagascar. Kyungsoo rió por lo bajo. Al parecer, el ángel podía escuchar los pensamientos de su protegido.

—Él no me gusta... —replicó el chico, algo adormilado.

—¡Vamos! Nadie pasa caminando todos los días por el mismo lugar, con cara de idiota, sólo por una amistad. Yo conozco tu corazón mejor que nadie, no lo olvides.

—Bueno, ¿y si fuera así? No tiene nada de malo.

—Claro que no. De hecho, me alegra que tengas esa clase de sentimientos. Estaba comenzando a pensar que eras una piedra, y no un ser humano.

—A Dios... ¿le molesta?

—Mm... no. A Él le gusta cuando los humanos aman, no importa a qué o a quién.

—Bien.

Park Chanyeol comenzó a sentir que sus ojos se cerraban. Kyungsoo había hecho algo para calmarlo, sabía que aquellos pensamientos lo alterarían otra vez, así que decidió ayudarlo a dormir.

Al día siguiente, Park Chanyeol se levantó temprano. Por primera vez en mucho tiempo, se miró al espejo e intentó peinarse, después de tomar una ducha. Cuando terminó de rasurarse, vertió sobre la palma de su mano, un poco de la única colonia que poseía. Se puso el abrigo y salió del departamento. Era domingo, la florería estaba cerrada al público, pero Baekhyun aprovechaba ese día para hacer limpieza y un poco de inventario. Era uno más de los detalles que Chanyeol había aprendido, gracias a inusual rutina.

Maldito ángel de la guardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora