[54.] La depravación y perversión del Imperio Romano [+18].

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El Imperio romano fue una bacanal permanente

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El Imperio romano fue una bacanal permanente. Todo era excesivo, excéntrico y decadente. El célebre gastrónomo Apicio llegó a alimentar a sus cerdos con higos secos y vino mezclado con miel para dar mejor sabor a sus carnes y el emperador Claudio Albino, esclavo de la gula, podía comerse hasta quinientos higos, un centenar de melocotones, diez melones, varias decenas de ostras y hasta dos kilos de uva solamente para desayunar [esto lo pongo en duda, pero bueno].

La clases dirigentes del Imperio comían con desmesura. Pero también, y sobre todo, follaban como salvajes. Películas como "Calígula" y series como "Roma" y "Spartacus" nos han dado una idea de la lujuria que reinaba en la Antigua Roma, pero cómo sucede a menudo, la realidad supera la ficción.


Casarse con una sobrina

Los gustos sexuales del Emperador Claudio fueron extrañamente correctos para la alta nobleza de la época. Fue de los pocos que no mantuvo relaciones homosexuales ni tuvo tendencias pederastas. Aún así, según el relato de Suetonio, cometió incesto al casarse con Agripina, hija de su hermano Julio César Germánico. En su defensa cabe decidir que el matrimonio tuvo muchas más connotaciones políticas que sexuales.

 En su defensa cabe decidir que el matrimonio tuvo muchas más connotaciones políticas que sexuales

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Contratar expertos en sexo anal

Calígula y Nerón suelen llevarse los mayores galones en materia de perversión sexual, pero Tiberio fue (de este hablaré en el próximo apartado), probablemente, el más enfermizo de todos. Durante su retiro en Capri contrataba a jóvenes de ambos sexos a los que nombraba "expertos en coitos desviados" y les obligaba a copular en filas de tres mientras él observaba. Lo mejor del caso es que las expensas de los "analistas" iban a cuenta del imperio.

El juego animal

Nerón era tan pervertido como creativo. Cansado de mancillar todas las partes de su cuerpo, Nerón ideó una nueva forma de juego. Vestido con la piel de un animal salvaje se lanzaba desde una jaula sobre las "partes nobles" de hombres y mujeres atados a un poste. Un vez satisfechos sus deseos, se entregaba a su liberto Doriforo, a quien servía de mujer.

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