4 de julio del 2003

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Matías volvió.
Fuimos por él a Chihuahua al CESAME.
Después de lo del cumple de Ángel, él se encerró en su cuarto y sólo salía al baño y de vez en cuando bajaba a la cocina para sacar algo del refri. Aunque si pudiera meter una botella de tres litros, la hubiera acondicionado para usarla de bacinica y tirar la pipí por la ventana; y se hubiera llevado el cajón del mandado a su cuarto.
Mi papá le pidió se disculpó con él esa noche. Quiso entrar a su cuarto pero él no lo dejó pasar y le dijo desde la puerta que lo sentía mucho y que lo amaba. Me partió el corazón ver a mi papá en esa situación. Tan afligido, tan débil. Mi papá, que es tan fuerte... En ese estado. Hasta da algo de miedo. A la semana de esto, Ángel volvió a salir de su cuarto con regularidad, pero casi no hablaba.

Pero lo de Matías. Llegamos a Chihuahua a las 2 de la tarde. Hice una cartulina para darle la bienvenida decía "Bienvenido Matías". Simple, pero lo que importaba era el gesto. Ángel dijo que mejor no se la diera, pero no le hice caso. Cuando llegamos, parecía una escuela. Tuve que preguntar si era ahí. Mi mamá me dijo "¿Pues qué no ves que ahí dice Centro de Salud Mental Chihuahua?" y sí. En letras grandes decía eso, pero fuera de ese detalle, no imaginarías que eso fuera un hospital psiquiátrico. Mis papás se bajaron del carro y entraron al CESAME. Ángel y yo nos quedamos en el carro. Era el momento para preguntarle el por qué habían internado a Matías. Me dijo que cuando tenían 5 y 1 años respectivamente, la economía de mis papás era muy precaria. A tal grado de que no podían mantener a sus dos hijos. Y tuvieron que tomar la dura decisión de "deshacerse" temporalmente de uno de sus hijos. Y Matías fue el elegido. Era obvio que no se "desharían" de Ángel , pues sólo era un bebé. Y vivió 4 años en Puerto Vallarta con una prima de mi papá. El caso es que el motivo del por qué dijo "pertenecer al mar", fue porque una noche de diciembre, salió de la casa de mis tíos y se fue caminando hasta la playa. En su inocencia infantil, aseguró que escuchaba voces del mar que le decían que fuera con ellos, a su verdadera casa. Y entró caminando al mar. Sí sabía nadar, pero se asustó cuando vio que estaba bastante lejos de la orilla y que se estaba adentrando en el océano pacífico lentamente. No se sabe cómo, pero se desmayó y lo encontró un señor pescador que casualmente pasaba por la zona. Mis tíos decidieron mandarlo de regreso a Alasán. No se querían volver a arriesgar. Cuando regresó, descubrió que tenía un nuevo hermano. Yo. Era 1990 y yo tenía 2 años. Dice que cuando me vio por primera vez, en sus ojos se vislumbró un odio puro. Algo que no era normal en un niño de su edad. Inclusive a mi mamá le dio miedo verlo así y nunca lo dejaban sólo conmigo. Siempre tenía que haber alguien más en donde estuviéramos los dos. Temían que me hiciera algo. Quizá fue por el hecho de que lo habían abandonado por motivos económicos y ahora había alguien más ocupando el puesto que le pertenecía desde un principio. Pero con el tiempo aprendió a aceptarme, pero aún hoy en día siento que sigue algo resentido conmigo..
Aparentemente vivió 13 años de manera normal, pero algo hizo que le diera un ataque o no sé qué y dijo que volvió a escuchar las voces diciéndole que volviera al mar, su verdadero hogar...
Después de 20 minutos, mi mamá salió del hospital y nos dijo que Matías ya iba a salir, que bajáramos del carro. Tomé la cartulina y Ángel y yo salimos por la misma puerta. Caminamos hasta la entrada principal y mi mamá hizo un gesto dándonos a entender que esperáramos ahí y entró por un pasillo largo. Luego de unos minutos regreso y nos dijo que fuéramos. Llegamos hasta donde estaba ella y yo extendí la cartulina a la altura de mi pecho. Pasados unos minutos aparecieron Matías y mi papá. Matías se veía muy delgado, mucho más de lo habitual. En su rostro se marcaban unas ojeras espantosas (y como es tan blanco, se le notaban demasiado), tenía los ojos hundidos y caminaba despacio. De algo no tenía la menor duda: Entro muchísimo mejor de lo que salió. Al ver la cartulina esbozó una sonrisa sincera. A juzgar por su aspecto, parecía que era la primera vez que sonreía en varios meses. Al llegar a donde estábamos Ángel y yo, nos abrazó a ambos con los dos brazos y dijo:
-Carnalitos, los extrañé un chingo.
-Nosotros tambien-le contesté.
-Basta, me vas a hacer llorar-dijo Ángel.
Mi papá dijo que se nos estaba haciendo tarde, pero eran tan solo las 4 pm. Era muy temprano. O a lo mejor sólo quería salir lo más pronto de ahí. Y no lo culpo, yo también quería irme de ese lugar y no volver nunca jamás. Cada minuto que ahí pasaba, podía sentir que perdía las ganas de vivir, de volver a ser feliz... Como en Azkaban, ya sabes, la prisión del mundo de Harry Potter. (Tengo los cuatro libros publicados)
Al salir, Matías tuvo dificultad para llevar nuestro ritmo al caminar y mi mamá nos dijo que le diéramos más despacio, que esperáramos a Mati (sólo deja que mi mamá le diga así)  Quizá no había hecho ejercicio en todo el tiempo que estuvo ahí. Matías ama el ejercicio. Tiene los brazos musculosos y firmes... Lo admiro mucho.
En fin, subimos al Chevy rojo de mi papá y él se sentó adelante, mi mamá con Ángel y conmigo. El camino de regreso fue muy tenso, pero no tan tenso como aquel desayuno del cumpleaños de Ángel. El ambiente se relajó un poco cuando llegamos a Alasán y Matías nos contó algo de lo que vivió en el CESAME.
-Tres días después de que entré, trajeron a una niña. Yo creo que es de tu edad, Gael. La ingresaron porque intentó suicidarse colgándose de una viga de su cuarto con una sábana. ¿Y saben por qué? Porque su novio cortó con ella y se fue con otra chava. Chamaca ridícula. Me lo contó una enfermera bien guapa, creo que le gusté. Y si nos hubiéramos conocido en otro sitio, tal vez la hubiera invitado a salir -Mi papá hizo un ademan de aprobación y mi mamá le dio un golpe en el hombro- Tuvo suerte de que su hermana de 5 años la encontrara antes de que se la llevara la huesuda. También me dijeron que la trasladarían a Juárez. Pero creo que hasta la otra semana.
Siguió contándonos anécdotas, pero no les presté mucha atención y ya no las recuerdo; me quedé pensando en la niña suicida. ¿De verdad hay adolescentes tan mentalmente frágiles como para terminar su propia vida por un rompimiento? Qué estupidez...

Llegamos a la casa como a eso de las 7 de la tarde. Hacía un calor agradable y un viento ligero. Mi papá ayudó a Matías a bajarse del carro, pero era obvio que no quería que lo ayudara, aunque no se la negó y con un gesto se lo agradeció. Al entrar, lo primero que hizo fue girar a la derecha, directo a la sala y se desparramo en el sillón al tiempo que decía "No hay lugar como el hogar" y se tiró un sonoro pedo. Ángel y yo reímos y mi mamá le gritó que era un cochino y que si no le habían enseñado modales en Chihuahua.
Pronto todo volverá a la normalidad.

Diario Triste de un chico tristeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora