Telxíope
Comenzaba a oscurecer y mi sonrisa iluminó mi rostro.
Pero al escuchar las risas y murmullos de los humanos que disfrutában de la playa, mi autoestima sufrió una recaída. Quería sentir qué era reir, qué era correr en compañía, qué era ser feliz.
«Ser feliz»
Luego de salir del agua y sentir el mar recorrer mi cintura, que estaba mágicamente cálida, había vuelto a la orilla en dónde por fin podría iniciar la típica rutina de transformación.
«Maldita transformación» susurré. Sólo quería ser normal y tener una vida social totalmente común. Lejos de Poseidón y sus... no quería decir esa palabra, tampoco, pensarla.
Como cada atardecer, mi cola chocó contra una roca provocándo ese húmedo, y tan familiar sonido, que hizo que por fin, tenía mis piernas de nuevo.
Tenía sólo doce horas para aprovecharlas pero ¿cómo? no tenía amigos ni algún conocido con quien salir.
Me vestí con el conjunto de telas que siempre ocultaba debajo de la roca, y me pregunté qué le veían de atractivo las humanas para usarlo.
Y en ese momento fue cuando lo ví: un joven hermoso de cabello rubio y ropa de playa; pero no lograba ver su rostro ya que estaba de espaldas, pero aún así, sentía... ¿qué sentía?
Mi corazón comenzó a latir con rápidez, lleno de miedo e intriga, jamás había sentido un ¿sentimiento? no, no tenía sentimientos; pero sentía ALGO en mi estómago que se movía con agilidad provocándo un fuerte dolor en mi pecho. Nunca había tenido a un humano tan cerca en mi vida, tal vez, esa era la razón por la que cada órgano de mi cuerpo palpitaba repleto de pánico.
—¿Hola? — gritó buscando la atención de alguien, quizá era mi atención la que buscaba. Pero yo no era humana, no podía hablar con él. Eso era lo que me había dicho mi padre; me había obligado a no tener ninguna relación social con ningún humano. Me sentía asustada si tenía que desobedecerlo pero quería... quería.
«¿Habrá escuchado el sonido de la transformación?» pensé asustada. «¿Y si me vió?» y eso me asustó aún más.
—Hola. — le contesté casi susurrando.
Giró volviéndo su vista hacia mí y tímida, bajé la vista ruborizándome al presenciar su mirada.
¿Por qué le contesté? odiaba que me observaran como si fuese un bicho extraño. Pero ¿a quién engaño? lo era. Era un monstruo...
...siempre lo había sido.
Comenzó a hacerme preguntas y me ví obligada a responderlas. Su voz era... humana; pero aún así, era hermosa y dulce como el azúcar; o tal vez aún más, sin exagerar.
Llegó el momento en dónde tuve que levantarme del agua porque me había ofrecido a caminar con él ¡yo misma! tenía ganas de caminar y estirar las piernas que sólo funcionaban doce horas diarias: quería aprovechar la oportunidad. Y Poseidón no podría verme.
¿Quién era Poseidón? mi padre. Era el rey del océano y el jefe de todas las criaturas espantosas como yo. Al ser una sirena, no era perfecta como dicen los mitos o leyendas. Era horrible. Mi cola tenía escamas de un color verde musgo, mi cabello era esponjoso y sin color, mis dientes de un color amarillento y... quería ser normal. Eramos pocos, yo diría, seis. Pero aún así, eramos poderosos: podíamos utilizar el poder de...
—Tu piel es demasiado blanca como para estar viviendo bajo el sol todo el tiempo; pero aún así eres muy hermosa. — dijo el chico sonriendo.
¡Me había dicho que era hermosa! es decir, con la transformación podía llegar a serlo. Al volver a la normalidad, todos mis defectos se iban pero volvían para quedarse durante un día más.
Luego de eso, le agradecí, pero mi felicidad no duró por mucho tiempo. El rubio me dijo que tenía que irse, y debería quedarme sola de nuevo. Por alguna extraña razón, no quería que se vaya.
Se llamaba Riker ¡Riker! al escuchar ese nombre salir de sus labios, sentí cómo se venía mi mundo hacia abajo. Sentía ese movimiento en mi estómago, esa presión en el pecho...
«¿Qué me estaba ocurriendo?» me pregunté llena de miedo.
—Me gustaría... volverte a ver. — le dije sorprendida de cómo yo misma estaba actuando.
Pero al chico no pareció importarle. Se fue utilizando de nuevo como excusa que debía irse, dejándome en mi soledad aún sintiendo... eso.
—Alguien va a recibir un castigo... — dijo una voz detrás de mí.
—Talia, casi me matas del susto. — contesté suspirando.
—¿Qué hacías hablando con un humano, eh? padre ha dicho que está prohibido.
—No me importa lo que diga ese estúpido barbudo. Puedo hacer lo que se me de la gana. —respondí furiosa casi a gritos. —Pero...
—¿Pero? — preguntó rondando sus ojos esperándo mi respuesta, mientras se sentaba en la roca en dónde ocultaba mi rutinario vestido.
—Siento algo, Talia, siento que mi corazón va a salir por mi boca, que mi estómago tiene algo que no para de dar vueltas...
—Se llama sentimientos, Telxíope.
—Esa palabra no existe. ¡Nosotros no los tenemos! — me quejé.
—Claro que los tenemos, sólo que no logramos sentirlos ya que no podemos hablar con los humanos; algo que tú has hecho y ahora tienes que pagar el precio de tenerlos.
—¿Pero por qué?
—Es algo así como un castigo, ¿entiendes?
—¿Un castigo?
Talia asintió.
Me senté en la arena cruzándo mis piernas preguntándome si volvería a ver al chico rubio.
—¿Me cubrirías si me escapo a la ciudad en este mismo instante? — pregunté.
—¿A la ciudad? ¿estás loca?
—Quiero volver a sentir ese castigo, quiero... volver a ver a Riker. — me levanté de la arena y corrí lo más rápido que pude hacia la calle.
—Maldición, Tel, vas a tener muchos problemas cuando vuelvas. — dijo mi amiga a lo lejos, pero no pude oírla.
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Telxíope (Riker L. fanfict) {Terminada}
Fantasy¿Qué sucede cuando una historia no tiene final feliz?