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Desde que había conocido a Riker, no hacía mucho tiempo, me había preguntado si alguna vez podría ser feliz junto a él, por eso en ocasiones me dedicaba unos minutos para cerrar los ojos e imaginar la vida con Riker a mi lado: a veces funcionaba, y pensaba que realmente sería feliz, porque esa extraña sensación que sentía, no era una maldición ni tampoco un castigo como solían decir las sirenas: era felicidad.

Lo que ellas no sabían era que no importaba cómo o qué tenía que ser alguien para ser amado. De pronto sentía una sensación en el estómago, nervios, ganas de reír o quizás sonreía y no me daba cuenta de eso, pero era porque atravezaba un túnel que al llegar a la salida me permitía ser feliz.

Él era mi felicidad, y lamentablemente me había dado cuenta tarde.

Pero también habían otras cosas que me molestaban, ¿y mis metas? ¿mis objetivos? todos decían que eso no era necesario ya que al ser un ser mágico, no necesitaba alcanzarlos porque teníamos el poder de manejar la mente de la gente, aunque yo era la excepción; nunca había aprendido a utilizarlo, por esa razón mi padre me había dicho que yo era una desgracia y que nunca iba a lograr enorgullecerlo, aunque de todas formas no me importaba enorgullocer a ese anciano.

Esa era la razón por la cual me sentía tan debastada obedeciendo órdenes, nadar en el mar y sólo a veces salir a la orilla a observar la playa, sin mencionar el método de transformación: lo odiaba.

¿A qué estaría destinada una sirena? un ser mitológico que muchas personas dudaban de su existencia, un personaje que aparecía en muchos cuentos para niños y una criatura horrenda que pescadores y empleados de la marina juraban haber visto.

No lograba imaginarme lo que Riker pensaría si supiera lo que yo era, probablemente no fuese una noticia agradable para un humano o sinceramente no lo creyera y se lo tomara como una broma.

Odiaba tener que pensar tanto, pensar las posibilidades y cosas que podrían llegar a pasar... daría lo que fuese por dejar de hacerlo, y a la vez, lo daría todo por ser alguien adecuada para hacer feliz a Riker, tanto como él me hacía a mí.

—¿A... Arizona? — sus labios parecían temblar.

Antes de decir un silencioso "si" reflexioné sobre todo lo que había pensado, no, no tenía por qué decírselo. Él era sólo una etapa de mi vida que estaba por irse, aunque por dentro era doloroso.

—Pero, ¿por qué?

Hice un gesto con los hombros —De todas formas tú no vives aquí en Florida. — respondí, pero nada de lo que yo dijera cambiaría... nada.

—Podrías mudarte conmigo, bueno, nunca me hablaste sobre tu familia — aclaró su garganta - nervioso -

—No, yo...

—¡Mira eso! — gritó interrumpiendo mi oración. Sus ojos marrones sonreían del asombro y casi no respiraba, estaba en un estado de shock.

Giré buscando con la vista aquello que había paralizado por completo al chico rubio. No había nada excepto una cola de sirena - opaca y gris que apenas brillaba - sobresaliendo del mar hasta finalmente chocar contra él y aterrizando en las profundidades. Era imposible no reconocer esa cola de pez, era la de Poseídon. Mi corazón comenzó a latir del miedo. Riker lo había descubierto.

—¡Era una pers...! — no pudo terminar la frase ya que tapé su boca con mi mano. 

—Tienes que olvidar lo que acabas de ver. Es algo muy importante para mí, por favor Riker, prométemelo.

—¿Lo habías visto antes?

No quedaba tiempo, tenía que sacarlo de la playa antes de que ocurriese algo que no quería.

Telxíope (Riker L. fanfict) {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora