Capitulo cuarenta

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Las dos semanas de vacaciones que nos daban para descansar comenzaban en un par de días, así que no me importaba faltar. En estos momentos me encontraba sentada en el asiento copiloto del auto de Justin, mirando la ventana y escuchando la música de la radio. A Chaz no le había gustado nada cuando le dije que no saldría hoy con él, y sé que se enfadó, porque yo también lo haría si me cancelaran. Pero se trataba de Justin, de cómo se sentía, de su madre. Sentía que debía ayudarlo. Si los amigos no están en los malos momentos apoyándote ¿para qué están? Yo iba a estar para Justin siempre que me necesitara, y aunque tuviera que cancelarle a Chaz que no tenía la culpa de nada, lo volvería a hacer.

Me giro para ver a Justin manejando con los ojos fijos en la carretera, pero cuando siente mi mirada la aparta unos segundos para mirarme. Me sonríe y vuelve al frente.

—¿Sucede algo?—pregunta.

—No, sólo miraba.

—Sé que soy sexy, nena, pero si vas a mirarme todo el tiempo así tendré que cobrarte.

—¿Cobrarme?—fruncí el ceño. Él sonrió.

—Sólo bromeaba.

El viaje no fue tan largo, en una hora ya estábamos en California. Habíamos hablado durante el viaje, pero notaba a Justin algo tenso. Sabía como se sentía, haber sido engañado toda tu vida por tu propio padre y sobre una cosa tan importante, debía ser terrible. Una vez que habíamos llegado a California, Justin condució hacia la empresa de su padre y estacionó. Miré el gran edificio mientras entrábamos. Justin caminó hacia un escritorio donde se encontraba una mujer muy bien arreglada hablando por teléfono.

—Hola—le dijo una vez que estábamos frente a ella. Lo miró y siguió hablando por teléfono, luego cortó la llamada y volvió su mirada a Justin. 

—¿En qué puedo servirle?—le sonrió mostrando sus relucientes dientes. 

—Quisiera hablar con Jeremy Bieber.

—No lo creo, él está muy ocupado trabajando y...

—¿Dónde está?—la interrumpió.

—Le he dicho que no pue...

—¡Dime dónde mier*da está! Soy Justin Bieber, su hijo.

La rubia lo miró unos segundos y alzó el teléfono marcando un número.

—Señor, lamento molestarlo...Un niño aquí dice que es su hijo. Justin. Esta bien, adiós—colgó el teléfono y volvió a mirarlo—quinto piso, sala dos a la derecha.

Sin más que decir, Justin tomó mi mano y caminó hacia el ascensor. Sentí algo raro en mi estómago al sentir nuestros dedos entrelazados, pero no era algo malo, era una sensación linda. Entramos y cerró la puerta, apretó el número cinco y empezamos a subir. Suspiró con los ojos clavados en el piso. Lo miré y le sonreí para tranquilizarlo. 

—Hey, todo estará bien.

Alzó su mirada, suavizando su serio rostro y sonriendo de lado.

—Eso espero. Sólo...sólo quiero verla de nuevo.—susurró. Subí mi mano a su rostro y lo acaricié, relajándose ante mi tacto.

—Lo harás.

El ascensor se detuvo y se abrieron las puertas, y aún con nuestras manos unidas, seguimos las indicaciones que nos había dado la mujer de abajo. Encontramos una puerta con el número dos y él tocó la puerta. Segundos después, se abrió, revelando a un hombre de traje, parecía estar en los cuarenta años, y tenía su cabello arreglado. Él miró a Justin, luego a mí, y por último, nuestras manos entrelazadas. Me sentí incómoda, por eso tiré de mi mano para alejarla de la de Justin, pero él la tomó más fuerte para que no la alejara. 

Estúpida Obsesión {Justin Bieber & tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora