Capítulo 2: La madriguera del conejo

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Disclaimer: Alice in Wonderland pertenece a sus respectivos dueños. Sólo escribo por placer y sin fines de lucro.

 Sólo escribo por placer y sin fines de lucro

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|Capítulo 2|

|La madriguera del conejo|

"It's only a dream"

Alice Kingsleigh

― ¡Córtenle la cabeza!

Nos dimos la vuelta y allí estaba ella. La Reina Roja venía corriendo hacia nosotros, con el rostro desencajado de la desesperación. Venía corriendo hacia mí, particularmente. No sé cómo se había escapado de los guardias de la Reina Blanca, porque pasó todo muy rápido. No alcancé a reaccionar. Sólo miré como se abalanzaba sobre mí con una daga de bronce dirigida hacia mi cuello. Traté de cubrirme el rostro con los brazos pero pude sentirla sobre mí.

Pero antes de haber llegado a esta situación debe estar preguntándose, mi querido lector... ¿Quiénes son las Reinas Roja y Blanca? ¿Quiénes son Chess y Stayne? ¿Quién o qué es el Jabberwocky? ¿Quién es el Sombrerero? Pero aún más... ¿Quién soy yo y por qué estoy contando esta historia?

Aunque la cuente yo, esta no es mi historia. Esta es la historia del Sombrerero.

Es su historia... La más triste que he escuchado. Es también parte de la mía.

Tarrant Hightopp era su nombre, Sombrerero de vocación. Él vivía en Infratierra.

Sí... aun lo recuerdo. No pasa un día sin que piense en él.

Él estaba loco. Pero, al contrario de lo que muchos creen, él no fue siempre así. No... Antes, él era una persona normal, sin locura. Yo no tuve la oportunidad de conocerlo cuerdo, creo que no me hubiera interesado por él si no lo hubiera conocido loco.

Antes de continuar, debería presentarme. Mi nombre es Alicia Kingsleigh y yo solía vivir en Inglaterra. Soy parte de la historia del Sombrerero y él es parte de la mía. Debo decir que si bien esta historia es sobre el Sombrerero, debo contar algo de la mía y de la forma en que llegué a conocerlo. Pasó hace mucho ya, pero hoy me siento a recordar el pasado y escribir estas palabras sobre el Sombrerero. ¿Por qué cuento su historia? No lo sé. Sólo necesito contarla porque merece ser escuchada.

Yo estuve en Infratierra dos veces. La primera vez es la que menos puedo recordar. Yo era pequeña, tenía ocho años. Aunque la memoria me falle, yo sí recuerdo haber seguido al conejo blanco hasta la madriguera y recuerdo haber caído en ella. Pero también, recuerdo haberme golpeado la cabeza muy fuerte. Mi dilema es que a partir de allí, mis recuerdos empiezan a ser difusos, como los recuerdos de un sueño que quieres recordar pero no importa cuanto lo intentes, ese sueño escapa de tu mente. Sé que conocí seres extraños y para mi gusto, locos. Cada uno de ellos estaba demente. Lo que no sé es como volví hacia mi mundo otra vez. Es algo que siempre trato de recordar y no puedo. Incluso hoy, tratando de escribir esto, no lo recuerdo.

Después de eso, lo único que me quedaba de Infratierra fueron recurrentes pesadillas que, con el tiempo comencé a considerar irreales. Mi padre, Charles Kingsleigh, me decía que no debía preocuparme. Que los sueños no podían lastimarme. Yo creía que estaba perdiendo la cabeza y él siempre decía que la mejor gente estaba loca. Lo que yo no sabía era que esos sueños, en realidad eran sucesos que perduraban en mi mente. Recuerdo que podía verme a mí misma tomando el té en una merienda de locos con una liebre loca, un lirón que se enojaba de la nada, un gato sonriente que tenía grandes habilidades de evaporación y estaba él. El Sombrerero Loco. Podía escuchar su risa en mi cabeza durante horas cuando soñaba con él. Siempre me quedaba la imagen de sus ojos. Ojos que yo consideraba hermosos aunque fueran totalmente inverosímiles.

Sin embargo, me forcé a mí misma a olvidar todo eso y simplemente, se escapó de mi mente.

Eso fue hasta que tuve 17 años y mi madre y hermana trataban de arreglar mi vida con una fiesta de compromiso sorpresa. La noche anterior había tenido una pesadilla. La misma que recurría siempre. Mis recuerdos perdidos de Infratierra. Ese día noté que había algo extraño en el aire. Algo iba a pasar, estaba segura. No supe qué era, hasta que más tarde, cuando Hamish, un lord con problemas de digestión, pidió mi mano en frente de todos. Entonces... lo vi. No lo creí al principio pero eso era. Había un conejo blanco con chaleco y un reloj allí pidiéndome sin palabras que lo siguiera. De repente, surgió en mí una necesidad de salir corriendo de allí y seguir al interesante animal. Seguir a mi sueño.

Sin preocuparme por el hombre pidiéndome matrimonio o los ojos de toda la aristocracia sobre mí, corrí detrás del blanco animal, sintiéndome como una niña otra vez. Corrimos hasta que llegamos a un árbol. Ya no veía al conejo. Le di la vuelta al árbol y ahí estaba la madriguera del conejo. Esa madriguera me traía recuerdos de mis sueños. Suponiendo que el conejo se había metido en el gran agujero que se encontraba en la raíz, me asomé y sin poder evitarlo caí. No sé cuántos kilómetros ni cuánto tiempo estuve dando vueltas sin parar en ese túnel repleto de cosas extrañas. Era increíblemente irreal. Choqué, si mal no recuerdo, contra una biblioteca, un piano que se tocaba solo y una cama. Trataba con desesperación de sujetarme con raíces que había en los costados del túnel pero no pude evitar seguir cayendo. Terminé en una sala con redonda con puertas que no se abrían. Bueno, todas excepto una, que medía tan solo unos centímetros.

No sé cómo hice para hacerle caso a una botellita que decía "Bébeme" y un pastelito que decía "Cómeme". Supongo que supuse que todo era un sueño. No sé cómo fue que me encogí y crecí varias veces para poder pasar por la puerta. No sé porque todo era tan onírico, tan relativo a los sueños que me atormentaban. Lo que sí sé es que caí en un mundo completamente ajeno a todo lo que yo conocía por mundo. Caí por la madriguera del conejo.

Continuará...

Si te interesó esta historia y quieres leer más sobre Alice in Wonderland, puedes ver mis historias "La igualdad entre el cuervo y el escritorio" o "Sueños" o "El vacío que tú llenaste".

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Cereza Queenie

La historia del Sombrerero [Alicia en el País de las Maravillas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora