Capítulo 4: Muda como un retrato

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Disclaimer: Alice in Wonderland pertenece a sus respectivos dueños. Sólo escribo por placer y sin fines de lucro.

 Sólo escribo por placer y sin fines de lucro

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|Capítulo 4|

|Muda como un retrato|  

"¿Have you any idea why is a raven like a writing desk?"

Tarrant Hightopp, the Mad Hatter

No pude decir una palabra al momento. Ese hombre, que resultó ser Tarrant Hightopp, me dejó completamente muda. Algo en su voz, en sus ojos, algo hizo que solo pudiera observarlo. Esa fue la primera vez que pude recordar con certeza haberlo visto. Antes solo era un recuerdo nebuloso, una imagen detrás de un vidrio sucio. Pero en ese momento lo tenía frente a mí, completamente real. El único problema era que yo aún pensaba que eso era un sueño.

A mi falta de respuesta, el hombre con sombrero, continuaba observándome dejándome sin una palabra que decir. La lirona, a quien yo ya había conocido más temprano lo contradijo.

―No es verdad. Mc Twisp nos trajo a la Alicia incorrecta.

― ¡Esa no es Alicia!― exclamó la liebre nerviosamente.

El Sombrerero, que aún no me quitaba los ojos de encima, respondió muy emocionado.

―Definitivamente es Alicia, definitivamente Alicia. Te reconocería en cualquier parte― y dirigiéndose al grupo ―. La reconocería en cualquier parte.

Ni siquiera me pregunté cómo es que ya me conocía pero sólo porque el asunto de si yo era Alicia o no comenzaba a impacientarme. Sus amigos se rieron. De repente, el Sombrerero me tomó del brazo y me llevó por sobre la mesa, arrastrándome mientras hablaba sin parar.

―Bueno, como ves aún estamos tomando el té. Todo es porque me vi obligado a matar el tiempo esperando tu regreso.

Se detuvo, bajándose de la mesa y me señaló.

―Llegas terriblemente tarde, traviesa.

Y sin dejarme responder continuó con su discurso. Parecía no interesarle que yo no le entendiera o que yo no le contestara. El hombre hablaba solo y elocuentemente.

―En fin, el tiempo se ofendió y se detuvo por completo. Ni un tic después de eso.

Apiló varios libros en una silla para que yo me sentara a altura de la mesa. La liebre, totalmente fuera de la conversación se entretenía mirando una taza rota.

―El tiempo es muy raro en los sueños― pude acotar, pero nadie me prestó atención.

―Sí, sí. Lo sé. Pero ahora has vuelto. Es hora de seguir con el Frabulloso Día.

― ¡Frabulloso Día!― gritaron los demás al unísono. Daba la sensación de que me habían estado esperando, pero por alguna razón me estaban ignorando. No sabía por qué estaban actuando como si me conocieran, pero debo decir que todo me resultaba extrañamente familiar. No me dejaban hablar ni tampoco me dirigían la palabra. Me sentía como un retrato. Eso pensé hasta que él volvió a hablar. Se aproximó a mí y me susurró, como si quisiera que sólo yo lo oyera.

―Estoy investigando cosas que empiezan con la letra M. ¿Tienes idea de por qué un cuervo es igual que un escritorio?

Iba a contestarle que no tenía ni idea, pero volvió a dejarme sin responder. Los demás y él gritaron nuevamente juntos.

― ¡Fina Damesa Cabazota!

Esto me perdió completamente. Ya era oficial, no entendía nada de la conversación.

― ¿Qué?― murmuré.

El gato sonriente, sentado en la punta de la mesa aclaró.

―Fin a la Inmensa Cabezona, siendo esta la Reina Roja.

Con estos comentarios, me di cuenta de que me encontraba entre seres que no tenían la cordura como una de sus prioridades, al igual que los Tweedles. Con naturalidad, el hombre de ojos verdes y saltones siguió hablando.

―Ya podemos planear las matanzas y todo eso. Por lo tanto, creo que ya es tiempo de perdonar y olvidar, u olvidar o perdonar, la que venga primero. O sea, en todo caso, lo más conveniente.

Sacó su reloj de bolsillo y lo sostuvo frente a su rostro.

―Yo espero― agregó, con una sonrisa que daba un poco de miedo.

La liebre, a mi izquierda, sacó también un reloj de la taza de té y temblando lo observó.

―Hace tic... hace tic otra vez― musitó, tembloroso.

El hombre del sombrero le sonrió a su reloj y lo volvió a guardar. El gato, mirando con desaliento su taza, agregó en un tono distraído.

―Tanto hablar de matanzas y sangre que no puedo tomar mi té.

El Sombrerero le respondió en tono sarcástico.

―Oh, nuestro mundo está al borde de la ruina y el pobre Chess no quiere su té.

―Lo que pasó ese día no fue mi culpa― contestó el felino. Al momento no supe a qué se refería, pero en retrospectiva, ahora entiendo por qué los ojos del Sombrerero de pronto se volvieron rojos como el fuego.

―Los dejaste para salvar tu pellejo― y su voz cambió de dulce a áspera, y comenzó a hablar en un idioma que no comprendía ―. Gran guddlers scuttish pilgar lickering shumk juggling sluking urpal ¡BAR LOM MUCK EGG BRIMMI!

Realmente me asusté en ese momento. Creí que el Sombrerero iba a dar vuelta la mesa de una patada en cualquier segundo. Más tarde, descubrí que era normal en él tener esos cambios de humor. Estaba loco después de todo. La lirona le gritó para que se calmara.

― ¡Sombrerero!

Sus ojos se volvieron verdes al instante y este se tranquilizó.

―Gracias. Estoy bien― dijo con voz entrecortada

― ¿Qué te pasa Tarrant?― le recriminó el gato ―. Solías ser la alegría de la fiesta. Solías hacer el mejor Futterwacken en todo el Witsend.

― ¿Futter... qué?― pude preguntar.

― ¡Futterwacken!― saltó la liebre

―Es una danza― me aclaró la lirona. Sin embargo, el Sombrerero comenzó a hablar otra vez.

―En el Frabulloso Día, cuando la reina Blanca porte otra vez la corona. Ese día, haré un Futterwacken... vigoroso.

Yo seguía confundida. ¿Era Alicia? ¿No era Alicia? ¿Reina Roja y Blanca? ¿Frabulloso Día? ¿Qué era todo esto? ¿Acaso las personas en este mundo sólo tenían conversaciones sin sentido todo el día?

De repente, estos entretenidos personajes hicieron silencio en cuando escuchamos el relinchar de un caballo. A lo lejos, viniendo del mismo bosque por el cual yo había llegado a la fiesta del té, pude divisarlo. Un grupo de esos soldados con forma de naipes se acercaban, con un hombre alto de armadura negra cabalgando por detrás de ellos.

― ¡La Sota!― exclamó Mally.

Chess se desvaneció al instante y la liebre corrió a acomodar las cosas de la mesa, como fingiendo que allí no ocurría nada.

― ¡Escóndela!― le gritó al Sombrerero y supuse que se refería a mí, porque lo siguiente que vi, fue un cristal bloqueándome la vista y un líquido asqueroso pasando por mi garganta. Era el mismo líquido que me había hecho encogerme en la sala redonda.

―Bébelo, rápido― ordenó el hombre, asustado.

Continuará...

Si te interesó esta historia y quieres leer más sobre Alice in Wonderland, puedes ver mis historias "La igualdad entre el cuervo y el escritorio" o "Sueños" o "El vacío que tú llenaste".

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Cereza Queenie

La historia del Sombrerero [Alicia en el País de las Maravillas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora