Disclaimer: Alice in Wonderland pertenece a sus respectivos dueños. Sólo escribo por placer y sin fines de lucro.
|Capítulo 10|
|Huida de Salazem Grum|
"How this for muchness?"
Alice Kingsley
El Bandersnacht me observó con recelo cuando entré en su refugio pero no parecía que fuera a atacarme. Aun así, me moví con cuidado. Le ofrecí su ojo en señal de paz.
―Tengo tu ojo― le dije pero la bestia me devolvió un gruñido. Decidí entonces dárselo y lo hice rodar por el suelo. El Bandersnacht lo tomó y con cuidado, dando un respingo, se lo volvió a colocar en su lugar. Supuse que ya no me haría nada. Comencé a buscar la espada vórpica, el conejo dijo que estaba allí. Revolviendo la mugrienta paja que se encontraba en la choza, busqué el arma. Tenía que salir de ahí lo antes posible.
Así, bajo una manta oscura, hallé un gran cofre de plata, repleto de grabados de caballeros luchando. Tenía una gran cerradura en el frente y traté de abrirla. Estaba cerrada. Cuanto más forcejeaba, el Bandersnacht se ponía más impaciente de mi presencia allí. Me rendí entonces y me senté, removiendo la mordaza que cubría mi herida. Estaba muy hinchada y me dolía mucho. Supongo que habrá sido el dolor, pero debí haberme quedado dormida, porque lo próximo que recuerdo fue haber visto el amanecer a través de la ventana de esa choza.
Levanté un poco más mi mirada, y allí estaba el Bandersnacht, de pie frente a mí, como si hubiera estado esperando a que yo me levantara. Su mirada quería decirme algo, pero este animal no tenía la capacidad de hablar. Recuerdo haber pensado: "¡El único animal que me quiere decir algo importante no puede hablar! ¡Qué ironía!" hasta que luego presté atención a su cuello. Una pequeña llavecita en forma de corazón, colgaba de su collar.
Traté de tomarla con cuidado y cuando al fin la obtuve, el Bandersnacht me pasó la lengua por la herida, cicatrizándola totalmente. La criatura era agradecida al parecer.
―Supongo que ahora estamos a mano― le mencioné mientras él se sentaba sobre sus patas traseras en señal de calma hacia mí.
Abrí entonces el cofre y me encontré con una hermosa espada brillante. Su filo era azulado y estaba incrustada de joyas en el centro de la hoja. La tomé y regresé al castillo lo más rápido que pude. Llegué a la oficina del Sombrerero y me encontré con Mally intentando abrir la cadena de Tarrant con una aguja.
―Hazte para atrás, Mallymkum― y me dirigí al Sombrerero ―. ¿Qué te parece esto de muchosidad?
Levanté la espada para tratar de romper las cadenas del Sombrerero. Sin embargo, el trató de detenerme.
―No. No debe ser usada para nada más que para...― y la puerta se abrió detrás de mí. Era Stayne y venía acompañado por naipes rojos. Stayne tenía una mirada asesina en sus ojos.
―Arresten a esa chica por seducción indebida― ordenó, mirándome con veneno.
― ¡Sombrerero!― le gritó Mally a Tarrant, quien de inmediato se puso de pie.
―Llévasela a la reina Blanca― me dijo.
―No me voy sin ti― le contesté.
― ¡Vete!― me gritó, pero no me moví. Los naipes rojos comenzaron a avanzar y Tarrant los derribó con unos grandes rollos de tela. Le arrojó un sombrero inmenso a Stayne, pero este lo rebanó en dos y se dispuso a atacar al Sombrerero. Comenzaron a luchar, la Sota con su espada y Tarrant con lo que fuera que encontrase. Yo no pude hacer nada, por alguna razón me quedé quieta y en silencio observando la escena. En un momento, Tarrant quedó subido a una silla y con un perfume en la mano, listo para rociarlo sobre Stayne y Mally me gritó.
― ¡Corre, Alicia!― y se tapó la boca cuando notó que había dicho mi verdadero nombre.
Todos nos quedamos quietos. Mi corazón comenzó a latir mucho más rápido de lo normal, ahora que mi cabeza corría peligro.
― ¿Alicia?― dijo Stayne mirándome perversamente mientras yo comenzaba a dar pasos hacia atrás.
― ¡Corre!― dijo el Sombrerero y le obedecí, corriendo a más no poder. Escuché, mientras me marchaba, un golpe seco y a Stayne gritar.
― ¡Síganla!
Conseguí salir al patio interno del castillo, donde se encontraba la choza del Bandersnacht, seguida de montones de naipes y entonces, quedé acorralada. La Sota de Corazones, salió de detrás de ellos cuando me encontré rodeada, caminando de manera arrogante.
―Alicia. Claro. ¿Cómo no lo he visto? Bueno, ha pasado un largo tiempo y solo eras una pequeña entonces. Dame la espada― me extendió la mano.
Cada vez, salían más naipes del castillo y se ponían a mi alrededor, amenazadores. Sin embargo, no tuve la intención de devolver la espada.
―La reina se alegrará tanto de cortarte la cabeza― murmuró el hombre. Dos naipes me tomaron por los brazos, justo cuando escuchamos que dentro de la choza de madera, el Bandersnacht gruñía. La bestia apareció de golpe, derribando todos los naipes que se cruzaron y se paró frente a mí para dejarme subir. Pegó un salto y en un segundo, ya estábamos fuera de Salazem Grum. Afuera, Bayard me estaba esperando afuera.
― ¡Bayard, a Marmorreal!― le indiqué para no perder tiempo. Seguimos huyendo como por una hora, hasta que al fin divisamos un castillo blanco inmenso hecho completamente de mármol. Era hermoso, pero no disfruté mucho de la vista ya que mi mente seguía pensando en el futuro del Sombrerero. Stayne sabía que Tarrant trató de ayudarme, y con el humor de la reina, seguro que no la pasaría nada bien. Ni siquiera quise pensar en la voz gritona de la reina Roja gritando: "¡Córtenle la cabeza!".
Sacudí mi cabeza y bajé del Bandersnacht. Entré en el castillo blanco y luego de pedir indicaciones a unos guardias que lucían como alfiles de ajedrez, llegué al salón central en donde una hermosa y albina mujer me esperaba con una sonrisa inmensa sentada en un trono.
Continuará...
Si te interesó esta historia y quieres leer más sobre Alice in Wonderland, puedes ver mis historias "La igualdad entre el cuervo y el escritorio" o "Sueños" o "El vacío que tú llenaste".
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Cereza Queenie
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La historia del Sombrerero [Alicia en el País de las Maravillas]
FanfictionFragmento: Esta es la historia del Sombrerero. La más triste que he escuchado. Tarrant Hightopp era su nombre, Sombrerero de vocación. Él vivía en Infratierra. Sí... aun lo recuerdo. No pasa un día sin que no piense en él. __________________________...