Capítulo 3: Al parecer soy yo

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Disclaimer: Alice in Wonderland pertenece a sus respectivos dueños. Sólo escribo por placer y sin fines de lucro.

 Sólo escribo por placer y sin fines de lucro

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|Capítulo 3|

|Al parecer soy yo|  

"You're not Absolem, I am Absolem. The question is who are you?"

Absolem, the Blue Caterpillar.

Terminé en un mundo lleno de maravillas. Ese mundo tan familiar y desconocido a la vez. Ese mundo se parecía tanto a mis sueños que tan solo lo consideré como uno más de esos de los que uno no quiere despertar. Todo era fantástico allí. Todos estaban locos. Y yo pensaba que era sólo un sueño. 

Después de tener esa extraña situación en una sala redonda, abrí la pequeña puerta, que era de tamaño normal para mi estatura. Divisé con gran intriga ese mundo increíble que yo llamé País de las Maravillas cuando era niña, pero más tarde me enteré que se le decía Infratierra. Observando todo lo que mis ojos veían, me topé con varias criaturas extrañas. Allí estaba el conejo blanco con chaleco, hablando con un pequeño lirón, que por su voz me di cuenta de que era una mujer.

―Te dije que era la Alicia correcta― aseveraba el conejo, su voz era elegante.

―Aun no me convences― contestaba la lirona, cruzándose de brazos. No estaba convencida de que yo era yo, al parecer.

Ellos continuaron conversando, obviamente sobre mí y yo me puse a mirar al grupo de individuos que se encontraban detrás de ellos. Eran un grupo muy diverso. Había dos hombrecitos redondos que eran iguales, un dodo azul y flores que tenían rostros humanos. Las flores, particularmente, me miraban con desprecio y los hombrecitos con curiosidad. Todos hablaban de si yo era Alicia o no. Buscaban a la Alicia correcta. Me interesó esa charla y me atreví a hablar, ante tal descortés bienvenida.

―¿Cómo puedo ser la Alicia incorrecta cuando este es mi sueño? ¿Y quiénes son ustedes, si se puede saber?

―Oh, yo soy Tweedledee, él es Tweedledum― dijo el hombrecito que se encontraba a la izquierda.

―Al contrario, yo soy Tweedledum, él es Tweedledee― dijo el otro.

Me quedé pensando en esa conversación un segundo, ambos habían dicho lo mismo, pero parecían creer que estaban diciendo cosas distintas. Y luego me di cuenta de que estaba frente a seres algo... locos.

Sin darme ninguna respuesta, las criaturas me escoltaron hacia un tal Absolem, un sabio por lo que pude entender. Cuando llegamos, había una nube de humo flotando alrededor de un gran hongo. Cuando la nube se disipó, pude verlo. No era lo que yo esperaba. Me encontré frente a una oruga azul que estaba fumando opio o alguna cosa en una larga pipa. Este comenzó a hacerme una serie de preguntas y trataba de confundirme e incluso insultarme cada tanto. Llegó a la resolución de que yo no era Alicia, ahora. Esta conclusión hizo que todos tomarán una postura que me hizo sentir insegura, así que comencé a caminar hacia atrás mientras mi corazón latía cada vez más fuerte. Una de las flores me gritaba.

― ¡Pequeña impostora! ¡Pretender ser Alicia! ¡Debería darte vergüenza!

― ¡Lo siento, yo no quise ser la Alicia incorrecta!― me era rarísimo disculparme por no ser yo.

De todas formas, durante esta discusión una terrible bestia nos interrumpió. Parecía la mezcla entre un perro y un oso pardo, y detrás de él, vinieron corriendo unos seres que parecían ser soldados con forma de naipes. Atraparon al dodó y al conejo. Yo estaba a punto de salir corriendo, pero recordé que en los sueños nada puede herirte y me quedé parada esperando a la bestia de frente. Este lanzó un gran rugido frente de mí y me quedé paralizada hasta que la lirona me llamó la atención.

― ¡Corre niña tonta!― gritó, mientras pinchaba a la bestia en el ojo con su espada. Casi en un suspiro, salí corriendo, con los Tweedles detrás de mí hasta un lugar en donde había un árbol con unos letreros que no entendí. Creo que decían Snud y Quest y en este mundo serían los puntos cardinales. Ambos empezaron a tironearme por los brazos, intentando moverme hacia los dos lados y una inmensa ave se los llevó también.

Me quedé sola y comencé a caminar a la deriva por un bosque oscuro, haciendo muecas porque el terrible animal me había lastimado en el brazo. En el camino me encontré con un gato que tenía una gran sonrisa escalofriante. Yo creía aun estar soñando. El gato se acercó a mí, preguntándome quien me había lastimado y vendó la herida con un pedazo de tela. Honestamente, aunque el gato quería ayudarme, yo no podía dejar de mirar su tenebrosa sonrisa. Su actitud cambió cuando le dije mi nombre.

― ¿Y cómo dices que te llamas?― murmuró, en medio de un ronroneo.

―Alicia.

― ¿Eres esa Alicia?― dijo como si hubiera estado esperándome mucho tiempo.

―Hay mucha polémica respecto a eso.

―Yo jamás me involucro en la política. Es mejor que te vayas― dijo desvaneciéndose y reapareciendo detrás de mí.

― ¿Hacia dónde? Lo único que quiero es despertar de este sueño.

Pobre de mí, no quería resignarme a creer eso no era un sueño, si no la pura realidad.

―Bien, te llevaré con la Liebre y el Sombrerero. Pero eso será todo― y desapareció otra vez, dejándome confundida por esa extraña conversación.

― ¿Vienes?― preguntó apareciendo más lejos, como señalándome un camino. Lo seguí. Ya que pensaba que era un sueño, debía dejar al sueño seguir su curso. Era un sueño demasiado interesante como para querer despertarme. Caminamos hasta llegar a una gran mesa, que obviamente era de tamaño normal porque yo medía unos cuantos centímetros. Yo no sabía quiénes se encontraban allí, no alcanzaba a ver mucho por mi altura. Detrás de la mesa había un molino completamente destruido que irradiaba luz desde adentro. Al costado derecho, había un tocadiscos haciendo sonar una melodía de suave jazz. Vi que en la mesa había una liebre con chaleco que estaba despertando de un profundo sueño y la lirona que había visto más temprano, salía estirándose y bostezando de una tetera.

De repente, ambos comenzaron a mirarme y vi que de la cabecera de la mesa se levantó un extraño hombre con sombrero y me observó de una manera particular. Nunca nadie me había mirado así. Se lo veía como si estuviera buscando algo en mí. Al parecer lo encontró, porque se subió a la mesa y comenzó a caminar hasta llegar a mí, haciendo temblar tazas y teteras. Se arrodilló en frente de mí y con una sonrisa y expresión de alivio, me habló.

― ¡Eres tú!

Continuará...

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Cereza Queenie

La historia del Sombrerero [Alicia en el País de las Maravillas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora