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La Mancha, como le decían, es el brazo de mar en el Océano Atlántico, que separa Gran Bretaña de Francia. Con una distancia de 560 kilómetros, es la zona marítima con más tráfico en el mundo, contando con casi quinientos viajes por mar al día. El plan inicial que tuvo Max al principio fue sacar carnets falsos de conducción marítimo, pero el tiempo era un factor importante. No tenían tiempo de sacar diplomas falsos de escuelas cercanas, y mucho menos traducirlos al francés, por lo cual, optaron por un plan b.

La Eurostar son servicios ferroviarios de alta velocidad que conectan la ciudad de Londres con París y Bruselas a través del Eurotúnel, donde los trenes lo recorren con una velocidad de 140 km/h, para luego aumentarla a poco más del doble cuando salen a la superficie.

Dos días después de haber llegado a París, fue Max quién consiguió boletos de alto rango para formar parte del viaje. Para sorpresa de todos, el hacker no sólo había conseguido buenos lugares, sino que también dispuso un vagón para ellos solos.

—¿De dónde demonios sacamos el dinero para esto? —exclamó Cooper, aún sin poder creerlo. El lugar era un lujo total. El vagón que ahora disponían era espacioso, con asientos cómodos, una barra libre con bebidas carísimas y al vagón siguiente se encontraba el Bar.

—Max, por favor no me digas que dejaste pobre a alguien —le advirtió James, mientras tomaba asiento.

—Nada de eso —respondió el chico, recargándose sobre el suyo propio—, alteré unas codificaciones. Hice unos clones de boletos que ya estaban sellados. Se darán cuenta en unos dos días. Para entonces, espero que estemos lejos de Londres.

—¿Cuánto queda de viaje?

—Unas nueve horas.

—Bien... ¿algo que quieras compartir con nosotros?

Max suspiró. Era el momento. Había estado armando teorías desde que comenzó a meter los archivos basura en las redes del Gobierno, copiado los reportes de ese tal Blackwood, actualizado la lista de Pasajeros desde el primer día del viaje, que justo en ese momento debía darla a conocer con los demás. No sabía si encontrarían a más Pasajeros en el trayecto de esa aventura.

Antes de empezar, el tren comenzó su viaje.

—¿Qué es lo que está pasando? —dijo en voz alta, acaparando la atención de James, de Cooper, Dianne, Scott, y de Allori también, aunque ella no formaba parte de la persecución—, todo empezó hace una semana y media, con el vuelo inaugural del avión más grande del mundo. El Atlantic Tres Dieciséis. Todos supimos qué pasó en ese momento. Todos vivimos los peores tres minutos de nuestras vidas...

—Yo no —dijo Allori con una sonrisa sarcástica—, pero sigue.

—Como les decía —siguió diciendo Max, con aires ofendidos—; creo que es momento que admitamos qué fue lo que sucedió.

—¿De qué hablas? —preguntó Dianne.

Max suspiró, se agachó por unos momentos y sacó una pizarra blanca un poco grande, la cual recargó sobre la ventanilla y sacó un par de plumones de sus bolsillos.

—¿De dónde demon...? —saltó Cooper.

—Miren esto —Max comenzó a dibujar un mapa, no tan perfecto, de América. Del otro lado de la Pizarra dibujó lo que debía ser África y Europa—. Vamos a representar el vuelo.

—Oh, no... —Scott se dio una palmada en la cara.

—Esta mañana estuve revisando muchos de los reportes que he interceptado de Blackwood. Nada nuevo, las mismas palabras. No han tenido noticias de nadie de la lista... que nos sea de interés. No hay nada acerca de Ben —dijo mirando a Dianne—; y Han, el hombre al que dejaron en las Islas Canarias —añadió mirando a James y a Cooper—, bueno...

PasajerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora