Scott siempre iba preparado, no importaba la situación en la que estuvieran. En cuanto dio un paso hacía el frente, tomó su celular y capturó a la perfección la toma de las Pirámides, una detrás de otra, para tener un enfoque perfecto.
—Esto se verá perfecto en mi Instagram —musitó.
—¿Podrías dejar de parecer un turista? —le pidió Cooper, sentado en la arena.
—¿Qué acaso no lo somos? —respondió Scott—. Demasiado turistas, de hecho. Estamos no sólo en otro continente, sino también en otro mundo.
—Vas a hacer que nos maten, viejo.
—Esta dimensión no es tan diferente a la nuestra, y dudo que aquí haya alguna especie de ley en la que decapiten a alguien por tomar fotos.
—Sabes a lo que me refiero.
Los dos estaban a una corta distancia de la Pirámide de Giza. En los alrededores de la gran maravilla egipcia se alzaban algunos mercados con grandes recuerdos como playeras, vasijas, pirámides en miniatura, incluso porcelana con forma de la esfinge, que la mayoría de los turistas compraban sin dudarlo dos veces. ¿Quién podría negarlo? Haber estado cerca de una de las grandes construcciones de antaño en el mundo era una excelente excusa para gastar unos billetes.
La carretera estaba a unos cuantos pasos de donde Cooper estaba sentado. Pasaban coches de todo tipo, incluso camionetas y camiones repletos de turistas que sacaban los brazos con los teléfonos celulares por la ventana para intentar capturar las majestuosas pirámides en el momento exacto. Scott tenía razón, en aquella dimensión todo el mundo tomaba fotos.
—¿Por qué no te levantas y vamos a la pirámide? —inquirió Scott, mirando a su amigo—, no nos pasará nada.
—¿Por qué estamos aquí, en primer lugar? —Cooper se levantó, se sacudió los pantalones de la arena que aún había en ellos y comenzó a seguir a Scott por la planicie en dirección a la gran Pirámide de Giza—. ¿Dónde crees que estén James y Max?
—Seguramente consiguiendo un buen hostal donde pasar la noche —respondió Scott—, ¡oh, mira eso! ¡una gallina!
—¡Deja de tomarle fotos a todo lo que ves!
—Si James y Max fueron a buscar un hostal —siguió diciendo Scott—, entonces las chicas debieron ir a comprar ropa o algo así. Yo qué sé, son mujeres.
—Y nosotros estamos aquí, por que...
—Se ve más turístico. James cree que, llegar a Egipto sin interesarnos en su cultura, podría delatarnos.
—En eso tienes razón —cedió Cooper—. Miranda y Dianne viendo ropa en locales egipcios. No puedo imaginar eso. Y la pequeña... no es tan pequeña. Luna. ¿Crees que sea bueno que venga con nosotros?
—No lo sé —Scott se hincó de hombros—. Por nuestra culpa, Jim está muerto. Supongo que le debemos eso.
—Tal vez.
Conforme iban avanzando, los dos Pasajeros negaban con la cabeza a los mercaderes que intentaban venderles cualquier mercancía. Desde collares de extraños materiales y formas hasta sandalias de todas las medidas.
—Aunque —dijo Scott después de decirle tres veces que no a una señora que casi le ponía un collar encima— tal vez dudaría de ella.
—¿De Luna?
—Sí... ya hemos tenido un caso así.
—Viejo, llevamos poco más de tres semanas en esta dimensión. ¿De quién rayos hablas?
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Pasajeros
Ficção CientíficaEn los últimos dos años, el mundo ha sido testigo de múltiples incidentes y desapariciones alrededor del globo. Aviones que jamás llegaron, cruceros que se hundieron. El caos parece tomar forma en cada país del planeta. La aerolínea Atlántica, inten...